18 de diciembre de 2023

G. K. Chesterton

El poeta y el lógico

Comencemos, pues, por el manicomio; desde esta maligna y fantástica hospedería emprendamos nuestro viaje intelectual. Ahora bien, si vamos a echar un vistazo a la filosofía de la cordura, lo primero que hay que hacer en la materia es borrar un error grande y común. Por todas partes va a la deriva la idea de que la imaginación, especialmente la imaginación mística, es peligrosa para el equilibrio mental del hombre. Suele decirse de los poetas que son psicológicamente poco fiables, y en general existe una vaga asociación entre adornarse el pelo con laureles y clavarse ramitas en él.

Los hechos y la historia contradicen totalmente esta opinión. La mayoría de los grandes poetas no solo han estado cuerdos, sino que han sido extremadamente serios; y si alguna vez Shakespeare retuvo sus caballos, fue porque era el hombre más seguro para hacerlo. La imaginación no genera locura; lo que sí la genera es la razón. Los poetas no se vuelven locos pero los jugadores de ajedrez sí. Los matemáticos se vuelven locos, y los contables; pero los artistas creativos, muy rara vez. Como se verá, no estoy atacando a la lógica en ningún sentido: solo digo que el peligro reside en la lógica y no en la imaginación.

La paternidad artística es tan sana como la física. Además es digno de mención que cuando un poeta es realmente enfermizo lo es comúnmente porque tiene algún punto débil de racionalidad en su cerebro. Poe, por ejemplo, era realmente enfermizo; no porque fuera poético, sino porque era especialmente analítico. Incluso el ajedrez era demasiado poético para él; le disgustaba porque está lleno de caballeros y castillos, como un poema. Prefería abiertamente los discos negros de las damas, porque se parecen más a los simples puntos negros de un diagrama.

Quizá el caso más sólido de todos sea este: que solo un gran poeta inglés se volvió loco, Cowper. Y fue definitivamente enloquecido por la lógica, por la fea y ajena lógica de la predestinación. La poesía no fue la enfermedad, sino la medicina; la poesía le mantuvo parcialmente cuerdo. A veces podía olvidar el infierno rojo y sediento al que le había arrastrado su horrible determinismo entre las amplias aguas y los lirios blancos del Ouse. John Calvin le condenó; John Gilpin casi le salvó.

En todas partes vemos que ningún hombre se vuelve loco por soñar. Los críticos están mucho más locos que los poetas. Homero es bastante completo y tranquilo; son sus críticos los que lo destrozan en extravagantes jirones. Shakespeare es él mismo; solo algunos de sus críticos han descubierto que era otra persona. Y aunque san Juan Evangelista vio muchos monstruos extraños en sus visiones, no vio ninguna criatura tan salvaje como cualquiera de sus propios comentaristas. El hecho general es simple.

La poesía es cuerda porque flota fácilmente en un mar infinito; la razón pretende cruzar el mar infinito y así convertirlo en finito. El resultado es el agotamiento mental, como el agotamiento físico del señor Holbein. Aceptarlo todo es un ejercicio; comprenderlo todo, un esfuerzo. El poeta solo desea exaltación y crecimiento, un mundo en el que expandirse. El poeta solo pide asomar la cabeza a los cielos. Es el lógico quien busca meter los cielos en su cabeza. Y es su cabeza la que estalla.



G. K. Chesterton. Orthodoxy / The Maniac (www3.nd.edu)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2023


                    ∼

[The poet and the logician]

Let us begin, then, with the mad-house; from this evil and fantastic inn let us set forth on our intellectual journey. Now, if we are to glance at the philosophy of sanity, the first thing to do in the matter is to blot out one big and common mistake. There is a notion adrift everywhere that imagination, especially mystical imagination, is dangerous to man's mental balance. Poets are commonly spoken of as psychologically unreliable; and generally there is a vague association between wreathing laurels in your hair and sticking straws in it.

Facts and history utterly contradict this view. Most of the very great poets have been not only sane, but extremely business-like; and if Shakespeare ever really held horses, it was because he was much the safest man to hold them. Imagination does not breed insanity. Exactly what does breed insanity is reason. Poets do not go mad; but chess-players do. Mathematicians go mad, and cashiers; but creative artists very seldom. I am not, as will be seen, in any sense attacking logic: I only say that this danger does lie in logic, not in imagination.

Artistic paternity is as wholesome as physical paternity. Moreover, it is worthy of remark that when a poet really was morbid it was commonly because he had some weak spot of rationality on his brain. Poe, for instance, really was morbid; not because he was poetical, but because he was specially analytical. Even chess was too poetical for him; he disliked chess because it was full of knights and castles, like a poem. He avowedly preferred the black discs of draughts, because they were more like the mere black dots on a diagram.

Perhaps the strongest case of all is this: that only one great English poet went mad, Cowper. And he was definitely driven mad by logic, by the ugly and alien logic of predestination. Poetry was not the disease, but the medicine; poetry partly kept him in health. He could sometimes forget the red and thirsty hell to which his hideous necessitarianism dragged him among the wide waters and the white flat lilies of the Ouse. He was damned by John Calvin; he was almost saved by John Gilpin.

Everywhere we see that men do not go mad by dreaming. Critics are much madder than poets. Homer is complete and calm enough; it is his critics who tear him into extravagant tatters. Shakespeare is quite himself; it is only some of his critics who have discovered that he was somebody else. And though St. John the Evangelist saw many strange monsters in his vision, he saw no creature so wild as one of his own commentators. The general fact is simple.

Poetry is sane because it floats easily in an infinite sea; reason seeks to cross the infinite sea, and so make it finite. The result is mental exhaustion, like the physical exhaustion of Mr. Holbein. To accept everything is an exercise, to understand everything a strain. The poet only desires exaltation and expansion, a world to stretch himself in. The poet only asks to get his head into the heavens. It is the logician who seeks to get the heavens into his head. And it is his head that splits.


☛ PyoZ ☚