19 de diciembre de 2020

Cosas para ti



Algunas meditaciones sarcásticas
llenas de agua salada y arena,
la elaboración brota quebradiza

en recuento de todo lo que hemos
derramado derruido derribado,
filósofos ciegamente mezquinos,

un fosco montoncito de gusanos,
sacras semillas regadas con néctar,
un luminograma de las ardoras,

este mar encendido nos abrasa,
una elección forzada y sin desvíos,
no como trayecto sino deseo,

algo tan límpido como las olas
rompiendo en tu mirada en la mañana,
rodando en tu memoria cada día,

la vaga imagen de un esquivo espectro
que en la bruma del alba se revela,
rumores, aprensiones y secretos,

tramas y urdimbres de la misma tela
que nos envuelve y ata, un mirlo cae
en el sereno borde de la noche,

la hiedra en espiral crece en la niebla,
una rana en un estanque fangoso,
confín de transeúntes trashumantes

con la nariz apuntando hacia el este,
suma sacerdotisa del sarcasmo,
pájaros muertos en el viento norte,

rumores, aprensiones y secretos
dejan el espejo para mirar
por la ventana, y luego la ventana

para salir medrosos por la puerta,
un niño perdido en los pasadizos
del castillo de la princesa autista,

el eco que susurra insensateces,
juegos de palabras, adivinanzas,
las hadas listas siempre ocultan pistas,

producto asilvestrado e irreflexivo
que ya anticipa el arte pospandémico,
picos, garras y agudeza visual,

la humanidad del momento no ignora
el lenguaje de las aves rapaces,
el código animal inextinguible,

mirando desde distintos farallones
es el que vemos el mismo horizonte,
las mismas aguas y los mismos fuegos,

este mar incendiado nos abrasa,
y permanece aún sobre las olas
un eco susurrando insensateces,

raras transmisiones intermitentes,
vela el cristal el rayo del futuro,
secas semillas regadas con semen,

una rana que yace silenciosa
en el fondo de una charca sombría,
una efigie creíble de mí mismo,

el viejo montoncito de gusanos
de mi cabeza también te lo doy,
plantación de plancton luminiscente,

medusas tal vez, o algas doradas,
las plagas suelen tener hambre, el torpe
poema evoluciona a trompicones,

licra y látex, burda bisutería
barata: marcos para los paisajes
usados de tu reino en decadencia,

pájaros yertos en el turbio viento,
errático deseo en puro plancton,
este mar encendido nos abrasa,

filósofos despeñados, buscábamos
la luz de la piedra filosofal
en las grutas más oscuras del tiempo,

rumores, aprensiones y secretos,
contactos visuales inesperados,
algo tan diáfano como las olas,

yo sé bien que tendría que ser alguien,
crear un personaje verosímil
que pudieras tú aceptar y creer,

e incluso que pudiera yo aceptar
como efigie creíble de mí mismo
sobre la imagen de este esquivo espectro,

algo tan diáfano como las olas
rayendo tu memoria en el crepúsculo,
rompiendo en tu mirada cada día,

todo esto te traigo y te lo entrego,
suma sacerdotisa del marasmo:
un planigrama de las ardentías

que en la superficie se nos revelan,
este mar encendido nos abrasa,
el rayo irrefractable del futuro,

pájaros libres en el viento norte,
la niebla en espiral sobre la hiedra,
el código de las aves rapaces,

truncas transmisiones inteligibles,
contactos visuales insospechados,
dulces semillas colmadas de savia,

despeñados filósofos buscando
la luz de la piedra filosofal
en las simas más profundas del tiempo,

como el mar incendiado nos abrasa,
el eco sosteniendo insensateces
—este final no es ningún principio—

y un poco de sarcástico silencio.

egm.2020

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14 de diciembre de 2020

Frutos secos



En el tiempo de las almendras,
chinches y arañas;
en el tiempo de las castañas,
escolopendras.

egm.2020

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11 de diciembre de 2020

Hosanna



Pero una sola palabra tuya bastará para sanarle.
Mateo, 8:8


En las alturas nieva, aquí los cormoranes
bucean en la bruma fluctuante de la ría,
la brisa —a veces viento— trae frío e incertezas;

el invierno no espera a que llegue el solsticio
—siempre bien depilado— en la fecha acordada;
ya milagro o rutina, la vida prevalece;

mi deporte dilecto es fumar contemplando
el mar y sus meandros —no lejos la cerveza—
mientras repaso nuestras idas —huidas—, venidas

y retorcidas rutas al nadir de la nada
—dame el trallazo eléctrico de miel en tu mirada—
que nos alza y ahoga; ibas, venías, pero

cuando por fin tus ojos —malicia, lirio y cuarzo—
consiguieron llegar hasta mis perros ojos,
esa mirada tuya bastó para infectarme.

egm.2020

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2 de diciembre de 2020

Frutos rojos



En el tiempo de las cerezas,
roces y punzadas;
en el tiempo de las granadas,
callos y durezas.
egm.2020

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