Trabajas sin alegría para un mundo caduco
en el que las formas y las acciones no encierran ningún ejemplo.
Ensayas laboriosamente los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.
Héroes llenan los parques de la ciudad por la que te arrastras
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
Por la noche, si llovizna, abren paraguas de bronce
o se recogen a los volúmenes de siniestras bibliotecas.
Amas la noche por el poder de aniquilación que envuelve
y sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Pero el terrible despertar prueba la existencia de la Gran Máquina
y te devuelve, muy pequeño, frente a palmeras indescifrables.
Caminas entre muertos y con ellos conversas
sobre cosas del futuro y asuntos del espíritu.
La literatura arruinó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.
Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota
y posponer para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la distribución injusta
porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.
Nótese que en el verso séptimo, donde el original dice “se neblina” muchos traductores rutinarios, incluidos los automáticos, leen “si hay neblina”, pero aquí ‘neblina’ pertenece al verbo ‘neblinar’, esto es, ‘lloviznar’. Basta reparar en que los paraguas, de nylon o de bronce, son inútiles frente a la neblina, para ver que esa traducción falla.☛ Carlos Drummond de Andrade. Elegia 1938 (w3.ufsm.br)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2025
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Elegia 1938
Trabalhas sem alegria para um mundo caduco,
onde as formas e as ações não encerram nenhum exemplo.
Praticas laboriosamente os gestos universais,
sentes calor e frio, falta de dinheiro, fome e desejo sexual.
Heróis enchem os parques da cidade em que te arrastas,
e preconizam a virtude, a renúncia, o sangue-frio, a concepção.
À noite, se neblina, abrem guarda-chuvas de bronze
ou se recolhem aos volumes de sinistras bibliotecas.
Amas a noite pelo poder de aniquilamento que encerra
e sabes que, dormindo, os problemas te dispensam de morrer.
Mas o terrível despertar prova a existência da Grande Máquina
e te repõe, pequenino, em face de indecifráveis palmeiras.
Caminhas entre mortos e com eles conversas
sobre coisas do tempo futuro e negócios do espírito.
A literatura estragou tuas melhores horas de amor.
Ao telefone perdeste muito, muitíssimo tempo de semear.
Coração orgulhoso, tens pressa de confessar tua derrota
e adiar para outro século a felicidade coletiva.
Aceitas a chuva, a guerra, o desemprego e a injusta distribuição
porque não podes, sozinho, dinamitar a ilha de Manhattan.
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