1 de septiembre de 2010

Egil Skallagrímsson



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Barcelona, 1998
Producciones PocaCosa ꟼP 2010




Egil Skallagrímsson

EL RESCATE
DE LA CABEZA
(948)




El mar arrojó sucesivas inundaciones de extranjeros sobre Erín, de modo que ningún puerto, ningún embarcadero, ninguna fortaleza, ningún fuerte ni castillo pudieron ser hallados, sino que fueron sumergidos por las oleadas de vikingos y piratas.
Anales de Úlster (820)


Egil Skallagrímsson (910-990), según cuenta Snorri Sturlusson, fue campesino, escaldo (bardo) y vikingo islandés; quiso a su tierra y a los suyos y amó las armas y los versos, aunque quizá mató a más hombres que versos llegó a componer. En el año 948 salvó su vida, su cabeza, al recitar un poema hecho para la ocasión ante el rey de Noruega, Eirík Blódöx (Éirik Hacha Sangrienta, Erico I de Noruega, 885-954), por entonces exiliado en York, Inglaterra, donde Egil tuvo que encallar su nave durante una tempestad. Egil Skallagrímsson había dado muerte a muchos hombres y parientes del rey noruego e incluso a uno de sus hijos; tras una noche de plazo —matarlo de noche hubiera sido asesinato y no justa venganza— y haciendo creer al rey que venía desde Islandia expresamente a solicitar su perdón, compuso y recitó el drápa (poema) conocido como «El rescate de la cabeza» ante la corte de Eirík. El rey escuchó a Egil en silencio, sin apartar de él la mirada, y cuando concluyó, halagado aunque sin perdonarlo, lo dejó marchar libremente con sus hombres.

He seguido para esta versión de «El rescate de la cabeza» los textos reproducidos en Saga de Egil Eskallagrímsson, Snorri Sturluson, traducción de E. Bernárdez, Editora Nacional, 1984, y Poesía antiguo-nórdica, traducción de L. Lerate, Alianza Editorial, 1993.



El rescate de la cabeza


He llegado a Inglaterra
desde Islandia viajando;
flor del pecho de Odín,
mi poema, aquí os traigo.

Al romper de los hielos
saqué al mar yo mi barco
y, cual fardo en la popa,
aquí traje mi canto.

El rey Éirik me acoge
y yo debo alabarlo
con los versos que entono
donde habitan los anglos.

Muy atento me escuche
pues sus glorias ensalzo
con, de Odín hidromiel,
las palabras del bardo.

Considera, señor,
y escuchad, os lo ruego,
el cantar que oiréis
si se guarda silencio:

Del rey grandes hazañas
todos pronto supieron
y Odín pudo ver
cuántos hombres cayeron.

Los escudos batiendo
resonaban espadas;
fue esforzada la lucha
cuando el bravo atacaba.

Fragor sordo se oía
de entrechoque de hierros;
corrió un río de sangre
recrecido, rugiendo.

Una urdimbre de lanzas
se erigía cual muro
ante fieras las filas
de guerreros y escudos.

A los hombres por tierra
abatían las flechas.
Así Éirik su fama
en combate ganaba.

Aún más cosas diría
si las gentes callaran,
incontables proezas
que más gloria te daban.

Vi manar las heridas
cuando ataca el rey fiero;
contra azules escudos
se quebraban los hierros.

La afilada chocaba,
así heridas abriendo,
contra otras espadas
y hendía en el yelmo.

Que cayeron, yo supe,
muchos, robles, guerreros
en el juego de dioses
por la espada ellos muertos.

Se escuchó gran estruendo
en el cruce de aceros.
Así Éirik su fama
en combate ganaba.

El que a escotos venciera
con la sangre que mana,
alimento de cuervos,
empapaba sus armas.

Él hartaba a los lobos
que las brujas cabalgan;
daba muerte al infierno
y carroña a las águilas.

Se saciaron las fieras,
las cornejas volaban,
las heridas hurgando
de la sangre gozaban.

Contra el pico del cuervo
una ola de sangre
se chocaba y rompía
como a proa los mares.

Bien los lobos se hartan
y su hambre se acaba.
Así Éirik al lobo
con carroña saciaba.

Eligiendo cadáveres
se ocupaban valkirias
cuando el cerco de escudos
bajo Éirik crujía.

Se quebraban las armas,
las lanzadas mordían
y más flechas las cuerdas
a los arcos pedían.

Revolaban las lanzas
y la paz se rompía;
para goce del lobo
de olmo el arco escupía.

Se encaraba a la muerte
firme el rey de mesnadas
y en el choque de filos
más el arco cantaba.

Poderoso arrojaba
a la horda su lanza;
así Éirik al lobo
con carroña saciaba.

Ahora quiero también,
y que pronto se alabe,
que las gentes conozcan
del buen rey el talante:

El brillante oro rojo
el señor lo desprecia
y su tierra el excelso
con las uñas preserva.

Distribuye y regala
brazaletes de oro;
no escatima a los suyos
el buen rey dadivoso.

De su mano derecha,
donde posan halcones,
él derrama su oro
y así alegra a sus hombres.

De su brazo el escudo
se desprende y regala
al que siempre está presto
para entrar en batalla.

Por doquier del magnánimo
se acrecienta la fama;
renombrado es ya Éirik
por allende las aguas.

Considera, oh buen rey,
el cantar que te traigo.
Agradezco yo bien
el silencio guardado.

De lo hondo del pecho
he sacado el poema
y en mi boca he cantado
al valiente en la guerra.

En silencio escuchabais,
al señor he cantado:
las palabras escojo
cuando a reyes yo canto.

Alabanzas trayendo
desde dentro del pecho
así al rey he cantado
como todos lo oyeron.



Dos poemas de Snorri Sturluson
en la Saga de Egil Skallagrímsson



Esto me dijo mi madre:
que ella me compraría
la nave de bellos remos,
para a vikingo salir:

mandar la alta nave
y firme, de pie en la proa,
lanzarme así, a la mar,
y a más de uno matar.

                ❧


Fui con la hoja ensangrentada,
el cuervo me acompañaba,
y llevé la lanza aullante;
bravos vikingos luchaban.

Impetuosos combatimos,
prendimos fuego a las casas;
sangrientos cuerpos caían
ante la alta empalizada.


Egil Skallagrímsson según un manuscrito islandés del siglo XVII 

ꟼP

egm. 2010

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