Esto… que digo yo que…
Odiseo, el héroe, el mito, aunque no dios sino hombre, simboliza el sendero de la vida, el trayecto vital humano. El asno, por su asociación con los misterios eleusinos y otros ritos antiguos relacionados con la muerte, representa la ruta que el espíritu del muerto recorre en el otro mundo o inframundo. El sabio, que podría ser el loco, el mago o incluso el tonto, encarna el camino intermedio, el de la alucinación.
Tres senderos difluyen en el tiempo humano.
El primero es el de la vida real, que conocemos; el segundo, el de la muerte, de la que solo podemos suponer cómo es, si es que existe algo como un más allá; el tercer sendero es el de la mente alucinada, que ve lo que la mente racional no alcanza a ver.
De la vida después de la muerte lo que sabemos es lo que nos cuentan las religiones, las leyendas, narraciones y cuentos, y los guionistas de cine: todo fantasías.
La vida real es la que vivimos, o creemos vivir; lo que vemos o creemos ver en un estado mental racional, no alterado por desórdenes de la mente o substancias alucinatorias.
El camino alucinado mezcla a veces elementos de lo real y de lo imaginario, o de lo que creemos real con lo que recordamos, o hemos soñado o imaginado, quizá no tan irreal como la propia realidad.
El sabio, o el loco, el mago o incluso el tonto, han creído imaginar que, alucinados, soñaban esta irrealidad.