14 de agosto de 2013

Calímaco

A los lenguaraces

Marchad en mala hora
funestos hijos de la envidia
y juzgad mi destreza
por mi arte y no por rancias medidas;
no esperéis de mí que produzca
el gran poema retumbante
pues no es mío el trueno, sino de Zeus.

Ya cuando por vez primera
apoyé sobre mis rodillas
la cérea tablilla de escribir
dijo Apolo, mi Apolo Licio:
«Es preciso, oh poeta, que me traigas
el incienso bien compacto
pero la musa, amigo, muy ligera;
te ordeno asimismo que evites
los senderos trillados por los carros
y no conduzcas nunca el tuyo
tras las vulgares huellas de los otros
ni por caminos prolijos
sino busca con vigoroso empeño
siempre tu propio sendero,
aunque sea el más áspero y difícil».

Le obedecí, pues yo canto
para aquellos que disfrutan del son
melodioso de las aves
y nunca del roznido de los asnos.
Que otros rebuznen cual las bestias
de alargadas orejas,
mas sea yo el etéreo, el ser alado.



Calímaco. A los lenguaraces
Versión de E. Gutiérrez Miranda basada en la traducción de M. E. Del Río y M. T. Forero, con el título de «Respuesta a los Telquinos», en Calímaco, Himnos, Ed. Aguilar, Madrid 1972.



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