25 de diciembre de 2013

Joseph Conrad

[Los hoyos]

Vosotros no podéis entenderlo. ¿Cómo podríais? Con el sólido pavimento bajo vuestros pies, rodeados por buenos vecinos dispuestos a animaros o a abrazaros, vosotros que pasáis educadamente entre el carnicero y el policía, en el sagrado terror del escándalo, el patíbulo y el manicomio.

¿Cómo podéis imaginar en qué particular región de la primera edad los pies destrabados de un hombre pueden llevarlo por el camino de la soledad, la soledad absoluta sin un policía, por el camino del silencio, el silencio más absoluto, donde no se puede oír la voz de ningún buen vecino que advierta de las murmuraciones de la opinión pública?

Estos pequeños detalles marcan la gran diferencia. Cuando desaparecen hay que recurrir a la propia fuerza innata, a la propia capacidad para la lealtad.

Por supuesto se puede ser tan necio como para equivocarse, incluso tan obtuso como para entender que se está siendo asaltado por las fuerzas de la oscuridad. A mi entender, ningún necio ha vendido jamás su alma al diablo: el necio es demasiado necio o el diablo demasiado diablo; no sé cuál de las dos cosas.

O bien se puede ser una criatura tan tremendamente exaltada como para estar definitivamente sordo y ciego a nada que no sean las visiones y sonidos celestiales. Entonces para uno la tierra es solamente un lugar de paso, y yo no pretenderé decir si ser así representa una ventaja o un inconveniente.

Pero la gran mayoría no es lo uno ni lo otro. La tierra constituye un lugar en el que vivir, donde se deben soportar visiones, y sonidos, ¡y olores también, pardiez! Respirar hipopótamo muerto, por así decirlo, y no contaminarse.

Y ahí, ¿os dais cuenta?, entra la fuerza, la fe en la propia habilidad para excavar discretamente hoyos en los que enterrar las cosas, el poder de dedicación, no a uno mismo, sino a una oscura y fatigosa empresa. Y eso es bastante difícil.


Joseph Conrad. Heart of Darkness (rodriguezalvarez.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013




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22 de diciembre de 2013

Álvaro Cunqueiro

[La sirena Venadita]
Al Faris Ibn Iaquim al-Galizí (1611-1681)

—¡Las Molucas son famosas! Y hay mucho señorío chino en el comercio y las nativas siempre están saliendo del baño y pidiéndole a los árabes que las sequen.

Simbad saca mapa y Sari lo extiende en el suelo, y con la contera de su bastón le dice al piloto por donde caen las Molucas, y se inclina Arfe el Joven y justo donde está la Moluca Mayor encuentra un cabello largo y dorado y se lo enseña a Simbad.

—¿Acaso es rubita de pelo?

Simbad se pone colorado, cierra los ojos y asiente tres o cuatro veces con la cabeza. Deja el bastón, y con ambas manos coge el cabello que le ofrece Arfe el Joven, roza la mejilla con él, suspira, envuelve la hebra de oro en un dedo figurando un anillo, besa allí y cuenta:

—¡Ay, Venadita, Venadita! ¡Pues como nunca llegué en todo este tiempo repasando mares a donde cae la Moluca Mayor, no pude darme cuenta de que ella me había dejado este recuerdo de seda! Una sirena del mar llamada Venadita, amigo mío. Se sentaba a mi lado y quería que le enseñase por mapa por donde vendría a verme. ¡Mira que si llega a venir a darme serenata desde el Yadid! Pequeñita, ninguna como ella, y toda vestidita de su cabello dorado, y se sentaba en la arena de la playa —eso sí, manteniendo algo de cola en el mar; las sirenas pueden estar en tierra firme a condición de mantener una pizca de su parte de pez tocando agua…—, se sentaba, digo, y todo era probar mi ropa, mi pamela, mi capa de damasco, mi chilaba de lino albar, mi camisola de verano... Todo le iba sobrado, claro es, que fue el encuentro por cuando yo andaba en las doscientas libras nuestras, que me pesé para ver cuanto podría con sus patas el Ave Roc. Pero la niña disfrutaba con esto y no sabía ser engañadora, y cuando se ponía a cantar, con la cabecita apoyada en mis rodillas y acariciándome los pies y barriendo de ellos las arenas con su suave pelo, de repente se paraba y me decía:

—¡Ay, Simbad, no creas nada, hombre!

—Y la preciosa estaba hablándome de una isla que hay debajo de las aguas, donde el que llega, y mientras esté allí, tiene que escoger una figura de pájaro o de ave mayor, y yo podría andar de pavo real, y en todo es uno el pájaro o ave que escoge, y se le da compañera en la familia y la cocina según el pedido natural, y cuando te canses y vuelvas a la superficie del mar, puedes traer un saquito de piedras preciosas… Mi sirena Venadita a veces se echaba a llorar, que decía que no sabía inventar nada más que eso y que ya le habían dicho las otras que como no sacara otra gracia de países o de canto que no ganaría para un peine de oro. ¿Y qué es una sirena sin peine de oro? Y fue habiendo entre nosotros más intimidad, y mucho cariño, y entre las peñas de la Moluca Mayor estábamos escondidos al atardecer y nos pasamos a besos y otras gracias, y ella siempre probando la ropa mía y cada día tenía que llevar yo prendas nuevas de lo mejor, y hasta quiso probar mis calzones, que cabían tres como ella en cada pernera, y se los puso en la cabeza por la bragueta, que entonces se llevaban calzones de orina pronta, que no sé por qué pasó esa moda…

—¡Era una gran comodidad! —dice Mansur— Yo todavía uso alguno.

—Pues iba diciendo que probó los calzones, y como por el calor de las Molucas, yo andaba en camisa y la camiseta era un medio jubón con vainica, quedé con la barriga al aire, y fue cuando Venadita se percató de que yo tenía ombligo. ¡Mucho se rio! Todos los días tenía que dejarle mirarlo, y metía en él un dedito, e incluso una vez se propasó a darme un beso allí, y cuando nos despedimos, que vino delante de mi nao, silbando para enseñarme una corriente que va tres cuartas por debajo de la flor, y yo había metido en los camarotes a toda la tripulación por que no la viesen a la señora Venadita, me gritaba desde el mar que mucho iba a echar en falta los juegos con mi ombliguito…

—Le regalé un peine de oro, y ya sabes como son las mujeres: Para que vieran las otras que ya sabía ganarse la vida, quiso quedarse una temporada en aquellas playas. ¡Que no sé qué chiste le haría a doña Venadita ahogar molucos!

Desenrolló Simbad el cabello dorado y lo depositó donde había aparecido, en la Moluca Mayor.

—¡Aunque no hubiera clavo en las Molucas, Arfe amigo! ¡Todos los corazones tienen su gacela!


Álvaro Cunqueiro, Si o vello Sinbad volvese ás illas…, fragemto (Editorial Galaxia, 1961)



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21 de diciembre de 2013

Walt Whitman

[El halcón moteado]

El moteado halcón se abalanza y me acusa,
denuncia mi pereza y mi palabrería.

También yo soy poco dócil, y también intraducible;
chillo mi bárbaro graznido sobre los tejados del mundo.

La última neblina del día se detiene por mí,
lanza mi imagen tras las otras,
tan real como las demás en los yermos sombríos,
me atrae al vaho y al crepúsculo.

Me marcho como el aire, agito mis blancos cabellos al sol fugitivo,
esparzo mi carne en remolinos y la arrastro en enzarzados jirones.

Me lego a mí mismo al fango para crecer de la hierba que amo;
si me necesitas de nuevo, búscame bajo las suelas de tus botas.

Difícilmente sabrás quién soy o qué me propongo,
pero seré bueno para tu salud sin embargo,
y purificaré y fortaleceré tu sangre.

Si al principio fracasas al buscarme no te desanimes,
si no estoy en un sitio, mira en otro;
en algún lugar me detendré a esperarte.



Walt Whitman. Song of Myself (52) (whitmanarchive.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013


                    ∼

The spotted hawk swoops…

The spotted hawk swoops by and accuses me, he complains of my
gab and my loitering.

I too am not a bit tamed, I too am untranslatable,
I sound my barbaric yawp over the roofs of the world.

The last scud of day holds back for me,
It flings my likeness after the rest and true as any on the shadow'd wilds,
It coaxes me to the vapor and the dusk.

I depart as air, I shake my white locks at the runaway sun,
I effuse my flesh in eddies, and drift it in lacy jags.

I bequeath myself to the dirt to grow from the grass I love,
If you want me again look for me under your boot-soles.

You will hardly know who I am or what I mean,
But I shall be good health to you nevertheless,
And filter and fibre your blood.

Failing to fetch me at first keep encouraged,
Missing me one place search another,
I stop somewhere waiting for you.


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12 de diciembre de 2013

Philippe Soupault

Gramática

Tal vez y siempre tal vez,
adverbios que me molestáis
con vuestros casi y casi no
cuando los apóstrofos florecen.

A vosotros puntos y comas
que bullís en los estanques
donde nadan los subjuntivos
os empaqueto y os ato.

Sed malignos párrafos
para que se cumplan las profecías,
bastardos vergonzosos de los gramáticos
y los que tienen mala sintaxis.

Chupaos vuestros imperativos
y dejadnos dormir
de una vez,
es de noche
y hace calor.



Philippe Soupault. Grammaire (lieucommun.canalblog.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013


                    ∼

Grammaire

Peut-être et toujours peut-être
adverbes que vous m'ennuyez
avec vos presque et presque pas
quand fleurissent les apostrophes

Et vous points et virgules
qui grouillez dans les viviers
où nagent les subjonctifs
je vous empaquette vous ficelle

Soyez maudits paragraphes
pour que les prophéties s'accomplissent
bâtards honteux des grammairiens
et mauvais joueurs de syntaxe

Sucez vos impératifs
et laissez-nous dormir
une bonne fois
c'est la nuit
et la canicule


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4 de diciembre de 2013

Fernando Pessoa

Soy un evadido

Soy un evadido.
En cuanto nací
en mí me encerraron;
ay, pero yo hui.

Si todos se cansan
de un mismo lugar,
¿de su mismo ser
no se han de cansar?

Mi alma me busca,
mas yo ando en el monte;
ojalá que ella
jamás sepa dónde.

Ser uno es la cárcel;
ser yo es no ser.
Huyendo yo vivo,
mas vivo a placer.



Fernando Pessoa. Sou um evadido (arquivopessoa.net)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013


                    ∼

Sou um evadido

Sou um evadido.
Logo que nasci
Fecharam-me em mim,
Ah, mas eu fugi.

Se a gente se cansa
Do mesmo lugar,
Do mesmo ser
Por que não se cansar?

Minha alma procura-me
Mas eu ando a monte,
Oxalá que ela
Nunca me encontre.

Ser um é cadeia,
Ser eu não é ser.
Viverei fugindo
Mas vivo a valer.


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