27 de agosto de 2022

Los musgos



Aléjate de mí, escoria,
aleja de mí tu expuesto escote,
si te encuentras con este vagabundo,
dile que dile que dile que
la cruda realidad es la chiringuitización
y el mamoneo y tertulieo de la tele socialbolchevique
impuesta por la neodictadura del watusismo

y la morralla de chalaneros progres y tusoflautas
e insignes ínclitos preclaros voceros
del pozo sin fondo y sinsentido de las autonomías,
la sanidad y la educación —pa qué—
que han chiringuitizado

al soberano estadio nacional,
prosas veredes,
y el deschiringuitizador que lo deschiringuitice,
omnímodamente,
el más chévere deschiringuitizador será,
mas otra cosa sería otra cosa más seria,
además de lo del tipo ese del arco y el carcaj

con las flechas que se clavan una vez y otra vez más
y absolutamente en bolas,
como la espuria espúmea lo evacuó al mundo,
perdónanos nuestras infelicidades, oh odiosa,
así que dile que dile que dile que

no son los cuchillos cucharas
ni las cuchillas son cuclillos,
dile,
una alimaña, querida mía, una bestia inmunda,
si te topas al vagabundo
gira en rotundo
y huye de la barahúnda

hacia las zonas de bioluminiscencia,
luz
trasluz
contraluz,
deberías prestar más atención a la bestia,

dulce de altramuz,
tiene grandes ganas de llevarte allá abajo
para un intenso pasteleo de almejas,
bizcocho
de chocho,

con más tentáculos y menos brazos, pero,
espero,
con algo de avergonzada desvergonzonería,
hay ahí una densa hilera de hortensias,
querida,
donde los cínifes pueden picarte el trasero,
y dile,

aleja de mí esos pezones reventones,
alpinas cimas escarpadas,
si quieres aventurarte conmigo, alteza,
a través de este continuo espaciotemporal,
no olvides tu lencería conceptual, y piensa

que si lo tientas se tensa, porque
los pensamientos son pimientos,
rojos verdes amarillos, pequeños grandes,
romos agudos, rectos torcidos, dulces picantes,
centolleantes,
ahogados en la apofonía del lavaplatos
justo en el momento en que se avería para siempre,

errabundeaba,
su vida es un vagabundeo de las horas,
de los vacuos vórtices del día,
si te lo encuentras mientras
vas de camino caminito al club,

influorescencias y neones,
la ucraniana dice que siempre llegas tarde
y que tú que nunca es tarde si algún cirio arde,
dile que dile
que prefiero ser el último de los primeros
a reverter mi agobio en un foso anegado,
y cuando estás tan fatigosa, querida,

no apetece un higo cabalgar contigo,
ya que en aquel tugurio de allí,
y con algunos gritos de más, eso sí,
voceros del pozo sinfondo y sin sentido,
hay donde y con quien chalanear,

todavía
parecía, vida mía,
que en la vía
sucedía
que seguimos sin medicina para la agonía,

almejas y percebes desenvueltos y revueltos,
oh flores fluorescentes,
mostradnos cómo el amor
es más una ciencia que un sentimiento
virulento, entre arrebato y remordimiento,
su apariencia accidental indica la hora y el clima
al otro lado del equinoccio,

errabundea
por entre los resquicios del instante,
así que dile que dile que
no son las cucarachas cucharillos
ni

son los versos tan pardillos,
los he visto
amasar los vidrios rotos de las ventanas
que el viento ha violado, los he visto
someter huestes de espectros incendiados,
los he visto
despeinar las blancas cabelleras de las olas blancas,

harina, agua y levadura, el dios
de los pastores camina erecto por el bosque, las ninfas
se vuelven hadas y se disuelven en el polvo suspendido
en los delgados rayos que los altos árboles
consienten al sol llevar hasta los musgos,

disidente de sí mismo
se denunció a la dirección del partido cenital,
caterva pinchevique del watusismo tumultuoso
sin reposo, aléjate
—hasta los musgos—,
aleja de mí ese pubis vertiginoso,

abismo y espejismo, corretea
erecto entre la fronda,
errabundo señor de los cabreros,
dile que
los pensamientos son percebes

aferrados al roquedo
que las mareas baten baten baten
sin reposo,
sin prejuicios,
dile, dile un precio
que no le cause peores perjuicios
y obtendrás tus buenos beneficios,

y regresa amable y amorosa
a los morenos brazos musculados de tu pnene,
oh poeta,
que acaba de engarzar, alborozado,
catorce endecasílabos rampantes,

oh, qué vate,
coca, crack y chocolate
para el que tiene pasta y se la gasta,
ojos verdes, pelo rizo, tez cobriza,
y vuelves a entregar tus caderas a la noche

cada noche,
aleja aleja aleja
aleja de mí esas nalgas inexactas,
dunas marcianas,
albos barjanes que la niebla matutina
envuelve sigilosa
y consigo arrastra a su recóndito retiro,

querida mía,
golondrina de las charcas,
solitario lirio del bosque penumbroso,
si te encuentras con este vagabundo
dile que dile que,

dime que
sabes jugar a cualquier juego —bucal, anal,
bestial— al que cualquiera quiera jugar,
libélula de las barras,
no dejes de prestar atención a la bestia
que erecta errabundea
la ruda realidad chiringuitizada

por el sojuzgoso watusismo cheverista,
y hasta luego hasta la vista,
pero espera,
oh de nuevo,
aleja de mí ese pubis escabroso,

esa vulva despejada de inhóspitas rompientes,
esa vagina sin fronteras,
aleja de mí la vida,
que la muerte, con no tanta suerte,
ya se aleja por sí sola
con cada ola
que la marea envía a los cirrípedos,

pensamientos,
orgánicos orgasmos y eyaculaciones asimétricas,
impensamientos,
cada ola,
y pimientos

rojos dulces picantillos,
aunque el indeseable del arco engaña y miente
como habitualmente suele hacer la gente,
porque las palabras en el lavaplatos,
hada querida,

se apofonizan con tanto detergente,
rotundo vagabundo disidente,
así que dile, dime,
si me reencuentras mientras vas caminito
de la factoría de la serenidad —no hay remedio
para la agonía de la vida— dime,
dile, dime

—tu arrubiada melena levitando en la brisa
como las amplias alas de un ángel corrompido
y corruptor— que el juego
es el instante y el instante es el Tiempo,
querida mía, tal vez mi amor,

trasluz
contraluz,
penumbra,
y que la odiosa diosa —jamás
pronuncies su funesto nombre— maldiga
nuestras muchas infelicidades: ahora,
en los musgos,

donde los rayos del sol apenas
entre los arduos árboles se filtran,
libélula de las ciénagas whiskosas,
yo, umbrío y húmedo, me descentro y
—en los musgos— te encuentro.

egm. 2022

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