11 de diciembre de 2020

Hosanna



Pero una sola palabra tuya bastará para sanarle.
Mateo, 8:8


En las alturas nieva, aquí los cormoranes
bucean en la bruma fluctuante de la ría,
la brisa —a veces viento— trae frío e incertezas;

el invierno no espera a que llegue el solsticio
—siempre bien depilado— en la fecha acordada;
ya milagro o rutina, la vida prevalece;

mi deporte dilecto es fumar contemplando
el mar y sus meandros —no lejos la cerveza—
mientras repaso nuestras idas —huidas—, venidas

y retorcidas rutas al nadir de la nada
—dame el trallazo eléctrico de miel en tu mirada—
que nos alza y ahoga; ibas, venías, pero

cuando por fin tus ojos —malicia, lirio y cuarzo—
consiguieron llegar hasta mis perros ojos,
esa mirada tuya bastó para infectarme.

egm.2020

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