28 de diciembre de 2019

Peregrino en éxtasis



Mas a mí, con el tiempo, la necesidad
me ha enseñado a tener aprecio a mis desgracias.
Sófocles, Filoctetes

Por las trochas del viento
camina hambriento
un peregrino absorto
en su tormento.

Broza de espino y cañas
en las pestañas;
por sus pulsos desnudos
trepan arañas.

Páramo yermo y seco
su esfuerzo hueco;
alma sin sed ni calma
en cuerpo enteco.

Reo de las pasiones,
once aguijones
clavan en su memoria
once escorpiones:

uno por cada herida
que nunca olvida,
otro por un recuerdo
sepulto en vida.

Zarza y maleza eternas
traban sus piernas;
su pensamiento agobia
hondas cavernas:

grutas de eco adentro
y desencuentro;
lábiles laberintos
sin fin ni centro.

Por el erial de arena
camina y pena
lúgubre peregrino,
espectro en pena.

Yerra, tropieza, evita
el suelo y grita.
Busca en el horizonte
la vieja ermita;

quiere, en su ira, un norte
que le conforte
del amargor que escuece
en cada corte.

Huye por fin la tarde:
con pobre alarde
sobre el umbroso otero
una luz arde.

Corre sin un quejido,
ánimo erguido,
hacia la piedra antigua
cual rata al nido.

Mármol que el tiempo ensalza
ante él se alza;
echa atrás sus harapos
y se descalza.

Entra en el templo arcado
arrodillado:
vierte entre sus paredes
placer licuado.

Cumple el ritual, risueño,
como en un sueño,
y en la tibieza equívoca
logra su empeño.

Trance que el cielo envía.
Cosmogonía.
Nervio. Músculo. Temple.
Epifanía.

Vence a su hambre amiga
en la fatiga
tras reiterar el rito
que no le obliga.

Yace rendido, impura
su tregua oscura,
bajo la dulce y recia
arquitectura.

Y antes de que en la aurora
muerda la hora,
zarza y maleza eternas
sin más demora.

· · ·

Por los surcos del viento
marcha, irredento,
el peregrino en busca
de otro tormento.


egm.2019

Revisión del poema publicado en Luz de invierno en octubre de 2010
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