Jardines llenos de flores,
corazón negro de amor.
T. Larriva (Cruzados), La flor de mal
Frente a los laxos pilares del tiempo
bailaba rock
con un codo en mi bota izquierda.
Es un sofisma no tocar,
no mirar, no soñar, no bailar.
Bailaba pop-rock
en el cenit de la noche alumbrada
por los ojos que observan
y son deseados.
Ojos, ojos
que codician la flor de mal.
Este planeta tan extraño.
Vacío abajo y contra el cuanto
seguimos cayendo por siempre
como caímos por siempre jamás.
I rodant el món
vaig arribar al Born.
Voy ascendiendo la ola del tiempo
desmontando el mundo y mi identidad,
alterando, en cada cadencia, el plan.
En igual grado muerto y vivo,
observo el rito.
Simple cosmos extraño.
Donde había un colmado hay una tienda
de moda fina y pretenciosa,
en lugar de una taberna hay un bar
para finos y pretenciosos,
y la chica de las bragas raídas
ahora usa tangas de marcas caras
y va vagando de isla en isla,
de duna en duna en el desierto,
buscando, polvo a polvo,
tan solo la felicidad.
El universo no existe
hasta que tú no lo has medido.
I rodant el món
vaig oblidar el Born.
Oh, qué insulsa escena de decadencia.
Jodido universo extraño,
oculto en dimensiones enrolladas
sobre su propia dimensión.
Sigo, husmeo la flor de mal.
Y, al mismo tiempo en cualquier sitio,
acato el rito.
Bailaba hip-hop
con el alma en mi bota izquierda
bajo las viejas arcadas del tiempo.
Los ojos, ojos
que encuentran la flor de mal
en un cosmos breve e infinito
de once dimensiones desplegadas
sobre tu cosmos interior.
El hongo cuántico en mi cigarrillo…
Ay, demasiado pronto
… para esperar.
egm.2019
Revisión del poema publicado en Luz de invierno en octubre de 2010
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