El viejo acechador del crepúsculo,
aquel que, ardiendo, busca túmulos,
el gozoso tesoro encontró abierto;
el maléfico dragón desnudo
que en la noche vuela envuelto en fuego.
Beowulf, 2270-74
Es un modo de entendimiento ambiguo,
en el que, en cuanto avanza la liturgia,
cada adepto responde
a cada tacto de forma variable;
la combinación de varios individuos
en un vórtex —hallar el flujo puede
ser esencial— exige
un complejo grado de compromiso.
El dragón de sangre, a veces apático,
guarda y suele defender sus valiosos
tesoros; nunca pierde,
aunque no siempre obtenga beneficio.
Cada fiel confía entender qué hace
y quién es, si bien para discernir
su propia identidad
no deja de atravesar los espejos
hasta que el flujo cesa;
el ritmo se diluye en la marea
y vuelve a sus quietas profundidades.
El dragón es paciente
pues sabe que mañana habrá otro eclipse.
egm.2019
Nuevo poema publicado en Luz de invierno escrito en 2016
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