Como convém a bêbados grito o inarticulado
A garganta candente, devassada.
(Como conviene a los borrachos, grito lo inarticulado,
la garganta candente, invadida.)
H. Hilst, Alcoólicas, VII
Toda esa gente que habla
y toda la gente que chilla:
da igual si mienten o gritan
o si, solos, solo susurran
rezos o blasfemias burdas
en lenguas de aquí o de otra parte;
no dicen nada apreciable
ni descifran poco de nada:
apenas sordas palabras
que ahoguen su horror al silencio.
—Más sabe el furtivo cuervo
de graznar en los descampados
y ruge recio y más alto
la ambulancia en la carretera—.
Palabras vagas y necias,
sandeces y gracias inútiles;
fulgores que se consumen
en ladridos a ras de asfalto.
Burla el bufón en palacio
y canta el juglar en la aldea;
en la tele una elementa
jura por su sagrado coño
y un memo publica un tomo
sobre lo excelso y lo sublime;
acertijos más difíciles
plantean las niñas sarcásticas.
Palabras, preces, plegarias
son contaminación acústica;
motos, obras, buses, grúas,
causan menos daño al oído
que helados endecasílabos
y notas rellenas de crema.
Sabe también la corneja
lo que la gaviota y el mirlo:
conocen los vientos cíclicos
que corren entre los pinares
y después de bramar salen
por las dunas hacia el océano;
vuelve el silencio tras ellos
a las barrancas y los prados.
—Ruge más recio y más alto
un motor que cualquier tarugo—.
Palabras, versos, discursos
que reiteran poco de nada.
egm. 2011
Revisión del poema publicado en Luz de invierno en octubre de 2010
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