2 de enero de 2016

B. T. Joy

Orca

Una orca va rodeando el barco.
Su oscuro y lustroso cráneo sacude la madera.
Pero no quiere amar
nada más que lo que quiera no amar.

Es de noche. Las estrellas están firmes
y ese gran mamífero bate el negro remo
de su aleta contra la fosforescencia marina;
aunque no amigablemente.

Rilke dijo: Dafne dijo,
mientras se transformaba en laurel,
que deberíamos imitar al viento. Pero solo
ciertos animales han aprendido el truco.

Esta noche un viento de músculo y piel húmeda
choca y golpea contra el casco. Y de vez en cuando
la ballena vuelca su grácil masa y se desliza
por la superficie, con pectorales en forma de hojas de laurel.

Bajo la garganta de máscara su piel es tan blanca
como la Dafne de Bernini. Su cabeza, una espúmea
y angosta ensenada lavada en viento y su simplicidad
me recuerda el fetiche que hice con pensamientos.

He sido cegado, bajo altas murallas de coníferas rojas,
por cuerpos de agua que aun inmóviles alcanzaban el cielo.
He escuchado a una montaña que en silencio miraba
como un ciervo retrocedía hacia los pliegues de la niebla.
Pero aún no sé nada, excepto lo que sigue:

Cuando salgo a lo abierto, como ahora, mi cabeza y mi pecho
se convierten en partes de un barco; y la naturaleza,
en algo que ni me ama ni tampoco me odia.
Algo, que es solo curioso, golpeando su cuerpo
suavemente con mi cuerpo.



B. T. Joy. Orca
B. T. Joy
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2016




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