28 de diciembre de 2012

Ergáster



En la sabana vasta y extraña
camino torpe, oliendo el aire.
Erguido el cuerpo, tenso las piernas;
ahogo el ansia en mi interior.

Miro a lo lejos: la hierba alta;
allí algún árbol, pálidas hojas,
reseco tronco; allí algún ave
atenta al paso del cazador.

En la sabana vigilo insomne;
inmóvil sombra, escucho al grillo
y a la cigarra que cuando callan
revelan donde muerde el temor.

Me tiendo un poco entre los tallos,
mascando un fruto verde y amargo
que no me sacia; mirando al cielo,
soñando lluvias en el calor.

En la sabana yo soy la bestia
que vuelca el miedo al corazón.
Yo soy la fiera y soy la presa;
soy asustado depredador.

egm. 2012

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15 de diciembre de 2012

Sumeria

La leyenda de Gilgamesh
Canto primero. 1

Aquel, el que vio lo profundo,
los fundamentos del País,
que las costumbres conocía
y era sabio en todas las cosas:
Gilgamesh que vio lo profundo,
los fundamentos del País,
y las costumbres conocía,
era sabio en todas las cosas.

El que visitó los santuarios
y contemplando los misterios
adquirió gran sabiduría
y comprendió todas las cosas.
Vio aquello que era secreto,
descubrió lo que estaba oculto;
regresó trayendo noticias
de antes aun del Diluvio.

Al cabo de un largo viaje,
tras la fatiga halló el descanso
y sobre una estela de piedra
escribió sus grandes esfuerzos.
Mandó edificar los baluartes
de Úruk, bien amurallada,
y también el santo tesoro,
el sagrado templo Eanna.

Admirad su muro exterior,
de bronce parece construido;
sus columnas, inimitables.
Subid la antigua escalinata
y aproximaos al Eanna,
morada de Íshtar la diosa,
tal que hombre alguno ni rey
logrará igualarlo jamás.

Ascended luego a las murallas
de Úruk y allí recorredlas.
Examinad bien sus ladrillos
y fijaos en los cimientos.
¿No fueron acaso cocidos
en horno aquellos ladrillos?
¿Y no fueron los Siete Sabios
los que sus cimientos pusieron?

Mirad desde estas murallas
a Úruk la bien cercada:
trescientas hectáreas de casas,
trescientas hectáreas los huertos,
trescientas hectáreas el templo
de Íshtar la diosa, sagrado;
casi mil hectáreas abarca,
con casas y huertos y el templo.

El cofre ahora buscad
de cobre con cierre de bronce.
Soltad el cerrojo que abre
la puerta de tantos secretos.
La tablilla de lapislázuli
leed, y que todos escuchen
de cómo fue el rey Gilgamesh,
de las pruebas que superó.

Supremo entre todos los reyes,
el héroe de magna estatura.
El ínclito hijo de Úruk,
como un toro bravo acornea.
Avanza en vanguardia en la lucha,
cual deben ir siempre los jefes,
y cuando va a retaguardia
es para auxiliar a los suyos.

Tupida, la red de combate
que escuda y defiende a sus huestes,
torrente impetuoso y violento
que el muro de piedra destruye.
Toro, hijo de Lugalbanda,
Gilgamesh perfecto en su fuerza;
amamantado por la excelsa,
por Ninsun la Vaca Salvaje.

Tal es Gilgamesh el altivo,
el magnífico, el deslumbrante.
El que por los desfiladeros
abrió pasos en las montañas,
aquel que excavó hondos pozos
en las faldas de las colinas
y cruzó el mar, el vasto océano,
hasta donde Shamash se alza.

Exploró el confín de la tierra
buscando incansable la Vida
y llegó por sus propias fuerzas
hasta Utnapíshtim el Lejano,
quien restauró los santuarios
destruidos por el Diluvio
y reestableció los ritos
para toda la humanidad.

¡Quién podrá, entre todos los pueblos,
comparársele en realeza!
¿Quién, como Gilgamesh, decir
y proclamar: «¡Yo soy el Rey!»?
Fue con el nombre de Gilgamesh
llamado desde que nació,
el que es en dos tercios dios
y tan solo en uno es humano.

La Gran Diosa Madre, ella misma,
fue quien le otorgó la belleza;
Nudímmud, el que hizo a los hombres,
le dio su apariencia y su forma.
Ádad, dios de la Tempestad,
le concedió el heroísmo;
Énlil, la estatura perfecta;
Shamash le dio virilidad.

Fue así que al divino Gilgamesh
después de haber sido creado
lo formaron los Grandes Dioses
a su imagen y semejanza.
Ádad, dios de la Tempestad,
le concedió el heroísmo;
Énlil, la estatura perfecta;
Shamash le dio virilidad.

Fue así que al divino Gilgamesh
después de haber sido creado
lo formaron los Grandes Dioses
a su imagen y semejanza.
Portentoso era en altura,
enorme el vigor de su pecho;
sus miembros tan desmesurados
cual pleno de fuerza y soberbia.



Nota
Diluvio: El mito del diluvio es común a muchas culturas primitivas, consecuencia de grandes inundaciones o maremotos que cubrieron países enteros.
Eanna: Gran templo en Úruk, sede de los dioses Anu e Inanna (Íshtar).
Énlil: Dios de la tierra y del viento.
Gilgamesh: El personaje histórico de este nombre reinó en Úruk, Súmer (Mesopotamia), hacia 2650 a. C. Después de muerto fue divinizado y su vida y figura mitificadas hasta llegar a convertirse, a lo largo de dos milenios, en la Epopeya, la Leyenda de Gilgamesh.
Hectáreas: La medida que aparece en el texto acadio es el sar, equivalente a unas 350 hectáreas.
Íshtar: Diosa acadia del amor y de la guerra, hija de Anu; la diosa más importante de la mitología asirio-babilónica.
Ladrillos cocidos en horno: Eran más valiosos que los simplemente secados al sol.
Lapislázuli: Piedra semipreciosa muy apreciada en la antigua Mesopotamia; se colocaban tablillas de lapislázuli con textos grabados dentro de cofres, a modo de "primera piedra”, en los cimientos de los templos.
Lugalbanda: Padre de Gilgamesh, segundo rey mítico de Úruk despues del Diluvio.
Ninsum: Madre de Gilgamesh, diosa de los bóbidos salvajes.
Nudímmud: "Hacedor de hombres", nombre del dios Ea.
Shamash: El dios sol; dios también de la justicia y los oráculos.
Siete Sabios: Antiquísimos sabios que se suponía que habían enseñado a los hombres sus conocimientos técnicos y de civilización.
Úruk: Una de las principales ciudades de Súmer, en la orilla derecha del Éufrates; actualmente Warka.

Bibliografía
Gilgamesh. Traducción del acadio por J. Silva Castillo. Kairós, Barcelona 2006.**
Poema de Gilgamesh. Traducción del acadio por F. Lara Peinado. Tecnos, Madrid 2007.***
El poema de Gilgamesh. Traducción del acadio al catalán por L. Feliu Mateu y A. Millet Albà. Universitat Autònoma de Barcelona, 2007.***
La epopeya de Gilgamesh. Traducción del acadio al francés por J. Bottéro, traducción del francés por P. López. Akal, Madrid 2007.*
Gilgameš o La conquista de la inmortalidad. Comentario y traducción incompleta del acadio al itaiano por F. D'Agostino, traducción del italiano, quizá a través del inglés, de F. del Río. Madrid, Trotta 2007.*
La epopeya de Gilgamesh. Traducción del acadio al inglés por A. George, traducción del inglés por F. Chueca. Mondadori, Barcelona 2008.*
*** Buena. ** Aceptable. * Triste que aún se hagan estas cosas.



Copiado por el escriba En-Gumi sobre pantalla de ordenador, brillante y luminosa como tablilla de lapislázuli. Santa Rosa, Barcelona, septiembre de 2009.


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8 de diciembre de 2012

Hank Wothreed

Algo se me olvida


Hank Wothreed. Don't Look the Hat, 2012

Modern Art Is Obsolet
Álbum de Manolih Pinkerton-Peres (Folk-Hop New Age)
Neversaid Records


«La cantante Manolih Pinkerton-Peres, ex-miembro de The New Folk Fuckers, vuelve a sorprendernos con este reciente larga duración formado por ocho composiciones originales y una versión folk-hop del 'Himno a la memez conspìcua' de John-Paul Starr. Entre los temas propios de Manolih destaca el 'Modern Art is Obsolet' que da título al disco, basado en un texto de la poetisa neozelanovesa Donna Firstimesbetter. La portada, como viene siendo habitual, ha corrido a cargo del ex-esposo de la artista y conocido pintor postpop Hanky Woth, que ha creado una obra de gran calado retropsicológico».
Donald Shortsighted, The Monday Londowm Times, 31/11/12


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5 de diciembre de 2012

Romance de Eteocles y Polinices



Luego contra sus hijos, por el parco sustento resentido, lanzó una maldición de lengua amarga: que por su mano, armada con el hierro, ambos la herencia un día partirían.
Esquilo, Los siete contra Tebas

Siete capitanes, al pie de las siete puertas apostados frente a otros tantos iguales, dejaron ante Zeus, el que aleja la derrota, todo su broncíneo armamento; pero no así aquellos dos miserables, nacidos de un mismo padre y una misma madre, que, alzando el uno contra el otro las poderosas lanzas, obtuvieron ambos su parte de una muerte en común.
Sófocles, Antígona

Los dos hijos de Edipo, rey de Tebas infausto,
por él ambos malditos y los dos malhadados:

Polinices guerrero y el glorioso Eteocles,
a la muerte del padre repartirse acordaron
el gobierno de Tebas la de Siete las Puertas,
cada uno en el mando alternándose un año.

El primero Eteocles se elevó sobre el trono
y el primero incumplía el ecuánime pacto:
al hermano negaba su derecho y el cetro
que por sangre debía sobre el trono tebano.

Polinices en Argos se exiliaba en su huida
desposando a la hija del magnánimo Adrasto,
y hacia Tebas, su patria, en campaña marchaba
con las huestes argivas, con hoplitas y carros.

Eran siete caudillos, siete puertas en Tebas,
contra siete los jefes desde Argos llegados.
Se embistieron los héroes, las mujeres gemían,
rehilaban las lanzas y los carros chillaron.

La contienda se extiende bajo el muro y las torres:
Se defienden los fieros descendientes de Cadmo;
los argivos se empeñan con gran brío y bravura.
La batalla no vence, incapaz, ningún bando.

Cada príncipe aprecia el valor de sus tropas,
pero el Sino funesto a los dos ha alcanzado:
ya vehementes deciden echar mano a las armas
y en combate de iguales encontrarse en el campo.

Singular la pelea, ejemplar la matanza:
frente a frente acometen el hermano al hermano.
Los cadmeos se callan, los argivos miraban;
las murallas de Tebas en silencio esperaron.

Los dos hijos de Edipo: extranjero en su tierra,
parricida incestuoso, rey de Tebas infausto,
triunfador de la Esfinge por su propia desgracia,
los dos hijos se enfrentan entre ellos y al Hado.

En el aire las lanzas revolaron silbantes
y dos filos gemelos entre sí rechocaron:
dos espadas forjadas en las fraguas escitas
codiciosas el cuerpo del hermano buscando.

Los dos yelmos se topan, los escudos resuenan;
los argivos miraban, los tebanos callaron.
Con el hierro dos reyes su disputa redimen.
Una nube de polvo la atroz lid ha ocultado...

Cuando el manto piadoso de la tierra de Tebas
a la luz la resulta de la lucha ha mostrado
brota un grito del pecho de las cautas mujeres
y las filas de hombres expectantes y exhaustos:

Dos hermanos, dos reyes, dos cadáveres yacen
abrazado uno a otro, uno al otro inmolando.
Las querellas y el odio, la disputa, culminan:
sin rey dejan a Tebas los dos reyes tebanos.

Así el Hado acataba la sentencia implacable,
pues Edipo a sus hijos, en su madre engendrados:
Polinices guerrero y el glorioso Eteocles:
a los dos los maldijo, su destino sellando.

De la Erinia y los Dioses él, Edipo, execrado
y entre todos maldito, rey de Tebas infausto.

egm. 2012

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19 de noviembre de 2012

Hank Wothreed

Shaved Type


Hank Wothreed. ABZero Type and Blue Shaved Girl, 2008

Basándose en su propia tipografía artística de 1973 'ABZero', Wothreed compone en el año 2008 este ABZero Type and Blue Shaved Girl, obra de su periodo fotohesitante que sería adquirida por el Kondom Pop and Fine Arts Museum de Kondomville, en South Kondomia, a cuyos fondos pertenece en la actualidad.


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15 de noviembre de 2012

Jorge Guillén

Los aires

¡Damas altas, calandrias!

Junten su elevación
algazara y montaña,
todavía crecientes
gracias a la mañana
trémula del rocío,
tan cándida y sin tasa,
bajo el cielo inventor
de distancias, de fábulas.

¡Libertad de la luz,
damas altas, calandrias,
lo rubio, lo ascendente!

Sean así la traza,
tan simple aún, clarísima,
de las profundas Nadas
gozosas de los aires,
con un alma inmediata,
sí, visible, total,
¡ah!, para la mirada
de los siempre amadores.

¡Damas altas, calandrias!



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10 de noviembre de 2012

Hora de nadie



Nadie viene, nadie da,
como
nadie sabe, nadie allá,
donde
nadie quiere, nadie irá,
cuando
nadie vuelve, nadie ya,
porque
nadie tiene, nadie va.



Pero del día y la hora, nadie sabe.
Mateo 24:36


egm. 2012

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8 de noviembre de 2012

James Newell Osterberg

Esta noche (Tonight)

Vi que mi chica
estaba poniéndose azul
y supe que, pronto, su
joven vida terminaría.

Entonces me arrodillé
junto a su cama
y estas son las palabras
que le dije:

«Todo irá bien esta noche.
Todo irá bien esta noche.
Nadie viene,
nadie habla,
nadie piensa,
nadie sale esta noche.

Todos estarán bien esta noche.
Todos estarán bien esta noche.
Nadie viene,
nadie habla,
nadie piensa,
nadie sale esta noche.
Esta noche».

Voy a amarla hasta el final.
Voy a amarla hasta el final;
la amaré hasta que me muera.
La veré en el cielo… esta noche.

Esta noche… esta noche… esta noche…
Esta noche.



Iggy Pop. Tonight (youtube)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012



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31 de octubre de 2012

17 de octubre de 2012

Jin Ping Mei

Encuentro de enamorados

Quietud en la estancia de las orquídeas
donde están frescos el lecho y la almohada;
el joven listo y la hermosa doncella
sucumben al impulso.

Él cubre el rojo farol encendido
con tenue gasa
y de repente la barca nocturna
emprende el viaje.

La mariposa que roba perfume
liba en el cáliz
y, subiendo y bajando, la libélula
juega en el agua.

Sentimientos profundos,
extremo placer y gozo sin límites;
de su boca la divina tortuga
expulsa su prístino manantial.



Poema perteneciente al Jin Ping Mei traducido por Alicia Riquelme, publicado por Editorial Atalanta


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7 de octubre de 2012

Meditaciones de las aves



Nadie viene, nadie da,
cuando las niñas sabían jugar,
cuando los chicos bebían de pie,
por los aromas del aire subían
rudos besitos de aguanís,

cruzamos errabundos la sabana
hasta el gran río de sal,
no creemos ser humanos
mientras roemos huesos descarnados
de cadáveres de espejismos,

ante el tiempo, ¿tú qué eres?
longincua isla asolada
por imprecisos huracanes,
difusos terremotos y tsunamis,
despierta, viajero sin norte,

regresa el astro al horizonte,
quizá florezca de nuevo,
salobral isla remota
sin grados ni coordenadas,
peñasco, ¿quién tú eres?

juega duro a tu rudo juego,
¿qué entiendes de los vuelos y las suaves
levitaciones de las aves?
condúcete como un recio robot
en la ciclópea luz del ciclón,

y comprendimos el mar sobre balsas,
la consecuencia es la causa olvidada,
ocultos en las sombras del maizal
los mirlos reparten las cartas,
pon a enfriar tu frialdad,

asciende olor de berberechos
desde los bajíos de tu arenal,
mientras juzgas a los demás
no te acuerdas de juzgarte a ti mismo,
¿ves a los nómadas en el desierto?

tosco truco para sobrevivir,
¿ves los icebergs en el golfo,
ves a los uros bajo la nevada?
amén, calla, amor, amén, como
nadie sabe, nadie ya,

¿has visto las torres de Ur?
¿y las largas autopistas de Marte?
el macho es azul y la hembra
verde, de la libélula,
aún llueve sobre el asfalto mojado,

reza a la diosa afeitada
de las tres grutas, ¿quién,
calle encallada, qué tú eres?
el dios serpiente se esconde en la hiedra
de las ruinas de la familia,

pensar no sabes ni explorar,
pero juegas a jugar con tesoros,
un error sumado a otro error
es lo que suele acabar en catástrofe,
no sabes pensar ni escarbar,

millones de millares de millones
de docenas de universos,
y yo, otro traguito aún,
mintiendo un mito de la creación,
en inflación infinita,

transversos y perversos,
hacia tu perla bonita,
¿querrás seguir chupando un poco más?
el anacoreta en la ría gris,
relegaba el sexo y la dispersión,

calla, amor, amén, amor,
olvidada, la causa es consecuencia,
ay, yo, otro vasito aún,
¿qué sabes de los sueños y las graves
meditaciones de las aves?

creo que no debiera emborracharme
mientras te consagro otra copa,
fingimos no ser humanos
brincando entre las cúspides de Júpiter
y los menhires de Saturno,

¿o era, señor Arquero, al revés?
bailando en corro en la disco de moda,
tú ignorabas que yo puedo llegar
a lo que tengo de neandertal
bajo las uñas recortadas,

chanclas y pantalón azules, donde
nadie quiere, nadie irá,
y yo, camisa azul y blanca, cuando
nadie vuelve, nadie allá,
sigo sin poder soportar el jazz,

tan solo media hora más contigo,
ni su falsa afectación,
y un vuelco en el saltamontes salvaje,
no recuerdo el nombre, ni la cara,
apenas besos de agua y anís

en la bajamar de tu playa,
¿qué intuyes de las rutas y las graves
hesitaciones de las aves?
velado olor a berberechos,
amor, calla, amén, amén,

navegábamos costeando
y en algún lugar aguardaba el cono,
la urraca grazna en la antena,
los cuervos van repartiendo los naipes
y tú solo puedes mirarlos,

cuando las niñas podían saltar,
tras el susurro de una oración,
entonces el volcán nos sorprendió
con su cono incontinente
en piroplástica eyaculación,

apenas media noche más contigo
y esa forma de absorber,
rompe como un mecanismo automático
si se eleva la tensión,
libélulas irisando el estanque,

violencia de incendio y riada
y furia en autocombustión,
haz aflorar tu frialdad,
libélulas incendiando el jardín,
a mis reflejos de neandertal,

jamás toleres la traición
en nombre de la corrección,
sorbe aún un poquito más,
olvida, por tu bien,
pero nunca perdones, por su mal,

las verdades absolutas
suelen ser completas mentiras,
te mueves como una avispa, mi ardor,
en una cajita de cartón, porque
nadie tiene, nadie va,

vagamos los barrancos y las dunas
con amuletos de cuerno
atados a nuestras muñecas
y bien aguzados bifaces
de sílex en el fondo del zurrón,

vencimos las llanuras sin comida
y derrotamos al mar y a las olas
tragándonos toda la sed,
conquistamos continentes y océanos
tras los versos de una canción,

debajo de las uñas bien limadas,
helada de lava celeste
inflamando mi autodeflagración
contra el volcán, dejadlo florecer,
aislado islote mareal,

entre recuerdos acuosos
y planetas ultracivilizados,
rudos duritos besos de aguanís,
amor de almeja y berberecho
con un zumito de limón,

enfría tu frialdad, y yo,
rolábamos por mapas deslineados
meditando con los mirlos,
mientras las chicas sabían danzar,
cuando los hombres cantaban sin voz.

egm. 2012

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13 de septiembre de 2012

Bob Dylan

Una fuerte lluvia va a caer (A Hard Rain’s A-Gonna Fall)

—Oh, ¿dónde has estado, hijo mío de ojos azules?
Oh, ¿dónde has estado, mi querido muchacho?

—He tropezado en la ladera de doce montañas nubladas,
he caminado y me he arrastrado por seis tortuosas autopistas,
me he apresurado por en medio de siete bosques tristes,
he estado ante una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil kilómetros en la boca de un cementerio,
y es muy fuerte, es muy fuerte, muy fuerte,
y es muy fuerte la lluvia que va a caer.

—¿Y qué has visto, hijo mío de ojos azules?
¿qué has visto, mi querido muchacho?

—Vi un recién nacido rodeado de lobos salvajes,
vi una autopista de diamantes sin circulación,
vi una rama negra goteando sangre,
vi una habitación llena de hombres con martillos ensangrentados,
vi una escalera blanca totalmente cubierta de agua,
vi a diez mil charlatanes con lenguas de trapo,
vi pistolas y agudas espadas en las manos de niños pequeños,
y es muy fuerte, es muy fuerte, muy fuerte,
y es muy fuerte la lluvia que va a caer.

—¿Y qué has oído, hijo mío de ojos azules?
¿Y qué has oído, mi querido muchacho?

—Oí el sonido de un trueno que rugió sin avisar,
oí el bramido de una ola que podría inundar el mundo entero,
oí a cien tamborileros cuyas manos ardían,
oí diez mil susurros y nadie que escuchara,
oí a una persona pasando hambre, oí a mucha gente que reía,
oí el canto de un poeta que agonizaba en el arcén,
oí el ruido de un payaso que lloraba en un callejón,
y es muy fuerte, es muy fuerte, muy fuerte,
y es muy fuerte la lluvia que va a caer.

—Oh, ¿a quién encontraste, hijo mío de ojos azules?
¿Y a quién encontraste, mi querido muchacho?

—Encontré a un niño pequeño junto a un poni muerto,
encontré a un hombre blanco paseando un perro negro,
encontré una mujer joven cuyo cuerpo se abrasaba,
encontré a una chica que me entregó un arco iris,
encontré a un hombre que estaba herido de amor,
encontré a otro que había sido herido por el odio;
y es muy fuerte, es muy fuerte, muy fuerte,
y es muy fuerte la lluvia que va a caer.

—¿Y qué harás ahora, hijo mío de ojos azules?
¿Y ahora qué vas a hacer, mi querido muchacho?

—Voy a regresar afuera antes que la lluvia comience a caer,
caminaré hacia las profundidades del más profundo bosque negro,
donde hay mucha gente con las manos vacías,
donde las píldoras de veneno desbordan las aguas,
donde el hogar en el valle se reúne con la húmeda y sucia prisión,
donde la cara del verdugo está siempre bien oculta,
donde el hambre es inquietante, donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color, y ninguno es el número,
y lo diré y lo pensaré y lo contaré y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción antes de empezar a cantarla,
y es muy fuerte, es muy fuerte, muy fuerte,
y es muy fuerte la lluvia que va a caer.



Bob Dylan. A Hard Rain’s A-Gonna Fall (bobdylan.com)
Bob Dylan. A Hard Rain's A-Gonna Fall (youtube)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012



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9 de septiembre de 2012

Constance Berjaut

La perversidad
(Efluvios y puntillas de tela)

Yo la había sorprendido por el resquicio de la puerta. Ella acababa de salir de su ducha helada matinal. Se frotaba vigorosamente las carnes flácidas y disonantes sin posar nunca los ojos sobre el espejo estañado. Sus gestos eran mecánicos, sin extravagancia femenina o delicada lascivia. Era tosca incluso en las proporciones de su cuerpo. Iba a escapar de aquella visión arisca cuando vi que ella detenía sus movimientos y se admiraba con placer. Algo había cambiado sobre su rostro y en su aspecto. Una forma de dulzura lujuriosa animaba ahora su mirada mientras que su masa epidérmica emanaba un resplandor teñido de sensualidad y erotismo. Durante los segundos en que decidí abandonar mi tibio voyeurismo, ella se había puesto unas bragas de una finura turbadora para una mujer cuya fantasía tan solo se limitaba a una sonrisa parsimoniosa. Aquella ropa interior de finos encajes blancos e inmaculados borraba las estrías, la celulitis, los pelos que pululaban arriba y abajo de su piel basta y gruesa. La transformaba en un objeto de deseo. La hacía pasar de una mujer grosera cuya ternura respecto a mí no se medía más que con el sonido de la palma de su mano contra mi mejilla, con el ritmo del palo contra mis costillas, con el sobrecogimiento más o menos vigoroso de mi epidermis, a una mujer que irradiaba, que le implicaba a uno en la necesidad de recogerse en sus brazos carnosos, que envolvía en su feminidad calurosa. Era diferente. Era seductora. Era triunfante. Pero cuando se puso la blusa mugrienta de trabajadora recluida en el desencanto cotidiano, todo desapareció; de la mirada inflamada frente a su propio reflejo a las curvas voluptuosas de sus caderas, pechos y cintura. Era de nuevo pesada, gruesa, cruel y huraña. Era de nuevo mi madre en todo su esplendor tiránico y desastrado.

Yo tenía siete años y era la primera vez que mi madre me parecía hermosa, que quería acurrucarme contra su cálida carne, que yo la amaba. Y porque quería amarla más y más, comencé a buscar diariamente aquella visión fugaz y fulgurante. Cada mañana, pasaba indolentemente ante el cuarto de baño esperando percibir la metamorfosis. Desafortunadamente, la puerta no se abrió nunca. ¿Había notado mis ojos infantiles saboreando su puntual transformación? ¿Quería ser el único testigo de su belleza erótica? No lo sé. Pero su nueva imagen me perseguía tanto de día como de noche. El tejido calado de sus bragas aparecía tan pronto como mis ojos se cerraban. Extendía los brazos queriendo quitarle aquella tela a unos poderes tan extraños, pero no pasaba nada. Comprendí poco a poco que más allá de la vista, ahora cegada, necesitaba tocar, rozar, apoderarme.

Yo sabía donde mi madre guardaba la ropa interior. Me introduje en su cuarto con la agilidad de un felino. La gran cómoda hacía frente a la cama paterna, fría y marchita. Encima se esparcían sobre el polvo algunas baratijas descoloridas y la fotografía de mis progenitores como insulsos novios. Los cajones de lo que me pareció entonces una caja fuerte eran pesados y macizos. Los abrí uno a uno con toda la precaución de un ladrón sin experiencia. Chirriaban. Tenía miedo de ser sorprendido. Pero en el tercer compartimento encontré por fin mi tesoro de puntillas de tela. Sumergí allí la mano con deleite mientras una sacudida eléctrica recorría mi espina dorsal. Había de todos los colores, de todas los tejidos. Decidí estudiar cada una de estas piezas de lencería. Cada día cogía una al azar. La acariciaba, la deslizaba contra mi piel, la analizaba. A veces ponía unas bragas sobre la cama y solamente las miraba. En otras ocasiones tomaba varias para hacer una especie de ramillete arrugado. Jamás me vino a la cabeza llevarme unas.

A las pocas semanas aquel ritual se había convertido en el único placer de mi vida. Tenía la impresión de conocer mejor a mi madre al tocar una parte de su intimidad. Me había convertido en experto en la manipulación silenciosa del cajón, lo que me dejaba más tiempo para deleitarme en estos reencuentros y amar cada vez más a su propietaria. Un día, absorto en mi tarea, no oí los recios pasos de mi madre llegando por detrás de mí. Me vio con unas bragas en la mano y montó en una cólera histérica. Los golpes comenzaron a llover con una brutalidad rítmica mientras aullaba con su voz aguda y ensordecedora que yo no era más que un vicioso, un desviado, un instrumento de Satanás. A partir de aquel instante el cuarto de mis padres estuvo cerrado con llave. A partir de aquel instante el naciente amor por mi madre se extinguió. A partir de aquel instante me apodaron “el pervertido”.

Pasaron los años y los recuerdos de aquellos momentos deliciosos se hicieron cada vez más borrosos. No había vuelto a ver ni a tocar unas bragas desde aquel episodio desastroso. Sin embargo mis padres me llamaban siempre “el pervertido”. Yo no entendía en qué me caracterizaba esto, mas no quería rebelarme. El silencio me protegía de los musculosos ataques. Una mañana mi madre tuvo que salir repentinamente. Solo, me puse a vagar por las habitaciones de la casa que me eran accesibles esperando encontrar un asidero, una meta, un consuelo. En el cuarto de baño hice una lamentable tentativa de peinado y ensayé una pose ante el espejo. Mientras jugaba a ser otro, mis ojos cayeron por reflexión sobre una pequeña masa oscura y abandonada. Unas bragas. Las de mi madre que, en su precipitación, había olvidado recoger. Las atrapé instintivamente y hui a mi habitación.

Igual que antes, comencé a analizarlas por todas sus costuras. Eran azul petróleo, en una tela ligeramente brillante. Tenían un pequeño lazo en su centro; una fantasía casi invisible. Las pasé sobre mi piel. Eran dulces. Las olí. Estaban sucias. Aquel olor que no conocía me transportó. Era el olor del corazón carnal de mi madre, de donde yo venía, de allí donde aspiraba a estar. Un bulto inesperado nació entre mis piernas. Sin esperar, tuve que evacuar aquella necesidad gozosa, la nariz enganchada a aquel efluvio almibarado. El olor me había revelado el acceso al placer. De niño, pasaba a ser hombre. Varias veces aquel día volví a sumirme en la esencia de mi madre. Y disfruté de nuevo.

Treinta años después de aquella experiencia, el olor de la intimidad femenina sigue siendo mi única forma de acceder al placer. Por esto es por lo que paro mujeres en la calle. Para comprarles sus bragas. Algunas me tratan de pervertido. No entiendo por qué; soy educado y no soy insistente. Otras aceptan. En realidad tengo una colección impresionante. Todas únicas en su confección y su emanación. Hay las ácidas, las dulzonas, las azucaradas, las punzantes, las insípidas, las picantes y muchas otras más. Hay las que se desvanecen en cuanto ya no son llevadas, las que huelen fuertemente a perfume, las que paralizan el espíritu. Son mis bienes, mis joyas, mis diamantes. Y me he convertido en un experto en encontrarlas. La mejor estación: la primavera, porque los cuerpos no están preparados aún para el renacer caluroso. La franja horaria: el final de la tarde, mucho después de la ducha matutina. El atuendo: pantalones ajustados o un par de medias. La mujer: todas sin excepción.

Y esta noche de nuevo estoy buscando. La humedad de la atmósfera ha descendido sobre la ciudad. El calor del día se diluye en las corrientes de aire tibio. Me excito al pensar en las transpiraciones secretas. Devoro a las transeúntes con la mirada, buscando la perfección. Por fin veo a la mujer ideal. Pantalón ceñido y paso rápido. La detengo. Me sonríe. Le hago mi proposición. Sigue sonriéndome. Le explico las modalidades. Ella me responde:

«No llevo bragas. Nunca».

Se va, los labios aún levantados. Yo me quedo sin palabras, atónito, paralizado. Comprendo al fin qué es la perversidad.



Constance Berjaut. Effluves et bouts de tissus (constanceberjaut.com)


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17 de agosto de 2012

John Keats

¡Cuántos bardos adornan el transcurso del tiempo!

¡Cuántos bardos adornan el transcurso del tiempo!
Algunos de ellos siempre fueron el alimento
de mi ensueño fantástico —podría cavilar
sobre sus cualidades, terrenas o elevadas—

y con frecuencia, cuando me dedico a los versos,
en tropel intervienen ante mi inspiración,
pero sin desconcierto ni grosero trastorno,
haciendo su función con un timbre agradable,

como tantos sonidos que prodiga la tarde:
el canto de los pájaros, el rumor de las hojas,
la voz de los arroyos, la campana que se alza

con solemne tañido, —y miles de otros más
que la distancia impide que los reconozcamos—
producen grata música y no salvaje estruendo.



John Keats. How Many Bards Gild the Lapses of Time! (bartleby.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012


                    ∼

How Many Bards Gild the Lapses of Time!

How many bards gild the lapses of time!
A few of them have ever been the food
Of my delighted fancy,—I could brood
Over their beauties, earthly, or sublime:

And often, when I sit me down to rhyme
These will in throngs before my mind intrude:
But no confusion, no disturbance rude
Do they occasion; ’tis a pleasing chime.

So the unnumber’d sounds that evening store;
The songs of birds—the whisp’ring of the leaves—
The voice of waters—the great bell that heaves

With solemn sound,—and thousand others more,
That distance of recognizance bereaves,
Make pleasing music, and not wild uproar.


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14 de agosto de 2012

Federico García Lorca

Pequeño poema infinito

Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.

Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.

Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.

Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino.

Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.

Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.


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8 de agosto de 2012

Cambios en el faro



Quizá podrías hacer algo más,
el neón azul, la luna,
la niebla junto al puente, un perro
en la oscuridad, el mar gris,
hay cambios a tu alrededor,

sobre el horizonte y la roca
en erección, el faro, da la vuelta,
la larga recta hasta el final,
cuando crees que has vencido
resulta no ser tan dulce el sabor,

las niñas no saben jugar,
todo está interconectado
en la substancia de los sueños,
el faro completa la peña
en los hombros del mar mayor,

da la vuelta, el jardín de esculturas
cambia con cada temporal,
fascinante extraña fascinación,
ellas escogen un juguete
por su apariencia exterior,

ya no vas a hacer nada más,
cambia en las olas la luz de la playa,
vuelve la lluvia al asfalto mojado,
o simplemente lo eligen
por el diseño o el color,

las montañas se elevan y se hunden,
quieren jugar a juegos,
los glaciares muelen el tiempo,
para los que el juguetito no sirve,
cambios, cambios en derredor,

los pájaros chillan hacia las brumas
del océano adimensional,
donde se diluyen los sueños
y transfiguran la realidad
pervirtiendo su esplendor,

las nenas no pueden jugar,
arrojan al suelo el cacharro
porque no actúa como ellas quisieran,
lo patalean y lo rompen
con indolencia e impudor,

ruido, voces, da la vuelta,
alguien lee las Elegías
en la terraza del único bar
de la carretera del faro,
ignorando el estupor

del mar que avanza y cae, cambios,
remodelando la línea costera,
silva, tojo y bidaqueiras
inextricablemente entrelazados,
cambios dispersos a tu alrededor,

nubes, mariposa, la higuera
a la que el viento no deja crecer
y se inclina retorciéndose
ante el azote del sol y la sal,
cambios al ritmo del dolor,

el rótulo en neón, la luna oscura,
frío en el puente, el perro,
y los pinos recortan el alba
sobre un dibujo aerografiado
del malva a un cárdeno rubor,

nunca ojean las instrucciones,
no entienden cómo funciona,
sal en la arena volátil,
no comprenden los sistemas mecánicos,
sientes bramar el motor

más fuerte que el mar allá abajo,
ni los mecanismos eléctricos,
agua en el viento salado,
amanecer de irreales neblinas,
tu pie tiembla en el acelerador,

no interpretan los astros
y no llegan a aprender a jugar,
da la vuelta y enfrenta la presión,
las mareas verticales se alzan
solo en invierno y su fragor

retumba en los granitos de la sierra,
lobos cruzados aúllan
su desdeñada soledad,
pero encuentran otro juguete
que despedazar con su amor,

aceleras un poco aún, cambias,
recta, larga, hasta el final,
algo más, inteligencia, tal vez,
dale a la moira su oportunidad,
cambios en tu interior,

cambias, las estrellas se alejan
redibujando las constelaciones,
zarza, aulaga y madreselvas
entrelazadamente inextricables
crean el límite ulterior,

creíste que el tiempo iba a cambiarlo
pero no hay rastro del tiempo,
y no harás nada más, la impermanencia
tampoco lo cambiará,
solo cambia el espectador,

hacia el faro van los suicidas
a recibir el adiós de las olas
en las manos del mar mayor,
un grito breve en la rampa de piedra,
ahora llueve más y peor.

egm. 2012

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28 de julio de 2012

Ibn Zamrak

Poema de la Fuente de los Leones

Bendito sea Aquel que otorgó al imán Mohamed
bellas ideas para engalanar sus mansiones.
Pues, ¿acaso no hay en este jardín maravillas
que Dios ha hecho incomparables en su hermosura,
y una escultura de perlas de transparente claridad
cuyos bordes se decoran con orla de aljófar?

Plata fundida corre entre las perlas
a las que semeja belleza alba y pura.
En apariencia, agua y mármol parecen confundirse
sin que sepamos cuál de ambos se desliza.
¿No ves como el agua se derrama en la fuente,
pero sus caños la esconden enseguida?

Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
¿No es, en realidad, cual blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa, que, de mañana,
prodiga a los leones de la guerra sus favores?

Quien contempla los leones en actitud amenazante
sabe que solo el respeto al Emir contiene su enojo.
¡Oh descendiente de los Ansares, y no por línea indirecta,
herencia de nobleza que a los fatuos desestima:
Que la paz de Dios sea contigo y pervivas incólume
renovando tus festines y afligiendo a tus enemigos!



Poema de Ibn Zamrak (1333-1393) escrito en los muros de la Alhambra
alhambra.org


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25 de julio de 2012

Leandro Carré Alvarellos

La leyenda de los Mariños

En aquellos lejanos tiempos del feudalismo, allá por el siglo XIII o el XIV, vivía un conde llamado don Froyaz o Froilán, que habitaba un imponente castillo. Relativamente joven, se mantenía soltero. Era muy aficionado a la caza y solía recorrer a caballo sus extensas posesiones, dedicado a su distracción favorita, acompañado a veces por sus amigos vecinos, o bien por algunos de sus escuderos.

Una mañana que caminaba por el declive de un monte cercano al mar, atisbó junto a unas peñas de la playa el cuerpo de una mujer que parecía dormida; estaba desnuda pero no se veían bien sus piernas a causa de unas piedras que las ocultaban.

Lleno de curiosidad, fue acercándose silenciosamente; pero, al pisar las arenas, su caballo piafó y al ruido que produjo se despertó la dama, que, al parecer, era una hermosa sirena, y se dispuso a zambullirse en el agua. Pero fue tarde: tres escuderos que acompañaban a don Froilán rápidamente la habían rodeado, impidiéndole la huida.

Uno de los escuderos se despojó de su tabardo, con el cual cubrió a la sirena; esta fue colocada sobre un caballo y conducida al castillo de don Froilán, que, prendado por la hermosura de aquella mujer, sintió estremecerse su carne varonil con una emoción y una inquietud que jamás había experimentado ante mujer alguna. Y quiso casarse con ella.

Una vez instalada en su castillo, vestida como cumplía y atendida por varias doncellas, don Froilán la hizo bautizar; y como había surgido del mar y en el mar la había hallado, consideró que ningún nombre le convenía mejor que el de “Mariña”; y Mariña fue su patronímico.

Pero doña Mariña era muda. No sabía hablar y, a pesar de los intentos de don Froilán para enseñarle a pronunciar algunas palabras, ella, por mucho que se esforzaba en decir las frases más simples, no lo conseguía, lo cual tenía entristecido al conde. Y más cuando al cabo de algún tiempo nació su hijo primogénito y vio como la madre le acariciaba con amor y le besaba con ternura, pero no le dirigía ninguna de las palabras cariñosas con que las madres suelen hablar a sus hijos; sus expresiones consistían solamente en gestos, que algunas veces terminaban en lágrimas al no poder decir con la voz toda la ternura que sentía por él.

Llegó la víspera de San Juan y, como siempre en tal día, al llegar la noche se celebró en el patio del castillo la fiesta y se encendió la hoguera tradicional. Don Froilán gustaba de ver holgarse a sus servidores y, para solazarse con las gentes de su casa, se presentó allí. Doña Mariña, que nunca había presenciado tal espectáculo, acudió también, llevando en sus brazos al hijo de sus entrañas.

Entonces, con rápido movimiento, don Froilán arrebató al niño de los brazos de su madre y, aproximándose a la hoguera, hizo ademán de arrojarlo a las llamas. Despavorida, doña Mariña se puso en pie y profirió un grito, un grito de espanto y clamó: «¡Fillo!…» Y con el terror que la sobrecogió hizo tal esfuerzo, que arrojó de la boca un pedazo de carne; pero habló, Y desde entonces habló normalmente.

Y todos lloraban en aquel momento, de emoción y de alegría, y la fiesta prosiguió con mayor alborozo aún.

Y en recuerdo del hecho y por haber acontecido en aquella fecha, al niño le nombraron Juan.



Leandro Carré Alvarellos. Las leyendas tradicionales gallegas, editorial Espasa Calpe, Madrid 1977


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20 de julio de 2012

Carlos García Gual

De don Artús de Bretaña

Cuenta Caxton en su prólogo a Le Morte D'Arthur que hay nueve grandes héroes, los mejores de todos los tiempos, que merecen ser por siempre recordados. Tres son paganos: Héctor de Troya, Alejandro el Grande, y Julio César. Tres son judíos: Josué, David, y Judas Macabeo. Tres son cristianos: Arturo, Carlomagno, y Godofredo de Bouillon. En ese excelente prefacio a la vasta compilación de las novelas de Sir Thomas Malory —que desde su editio princeps antecede a la larga versión en prosa inglesa de las aventuras y maravillas artúricas— afirma que es el rey Arturo el primero y más valioso e importante de los tres mejores reyes de la Cristiandad, así como el más renombrado y digno de recordación, especialmente entre los ingleses, sus compatriotas.

Ese tema de los nueve paladines heroicos era, como Caxton mismo dice, un tópico bien divulgado desde mucho tiempo antes entre los doctos. La mejor ilustración plástica del mismo la constituye su representación en el grupo de esculturas de la Fuente Hermosa de Nuremberg. Construida entre 1385 y 1392, es decir, un siglo antes de la edición de Malory por Caxton (1485), este espléndido monumento del gótico tardío nos ofrece unas imágenes de los nueve héroes universales, alternando con las figuras de los siete príncipes alemanes, y los profetas y los evangelistas, como un testimonio brillante de su gloria y ejemplaridad. En la amplia plaza del mercado de esta antigua e imperial ciudad alemana puede verse aún la estatua del buen rey Arturo, espejo de príncipes cristianos. Con su barba recortada y bífida, con su noble y ensimismada expresión, esta imagen de Arturo es una de las más atractivas del fabuloso y trágico monarca de Bretaña, estilizada a la moda del otoño medieval.

La más antigua representación de Arturo se encuentra en una famosa arquivolta de la “Porta della Pescheria” en la Catedral de Módena, en el norte de Italia. En el espacio semicircular de la arquivolta se halla representada una escena que podría estar sacada de cualquier relato artúrico, porque evoca un episodio épico: seis caballeros —tres a cada lado— asedian un castillo defendido por tres guerreros que tienen prisionera a una dama. Los personajes tienen grabados sus nombres al lado y así se les identifica bien. La dama es Winlogee (una forma del nombre bretón de Ginebra); los defensores del castillo, Burmaltus, Carrado y Marrok (Durmart, Caradoc, y Mardoc); los atacantes, Artus de Bretania, Isdernus, Galvaginus, Galvariun, Che, y otro más sin nombre. Junto a Arturo están ya algunos de sus más famosos camaradas de aventuras: Ider, Galván, Ganelón y Cay. La escena grabada alude a un episodio que podemos interpretar fácilmente: los caballeros acaudillados por Artur acuden a rescatar a la reina, raptada por el felón señor del castillo. Pero esta escena esculpida, con los nombres latinos de sus figurantes, tiene un especial interés por su fecha temprana: entre 1100 y 1120, unos cincuenta años antes que la primera novela artúrica que hayamos conservado. Seguramente fue un conteor bretón que viajaba con la tropa del Duque de Normandía en la Primera Cruzada el que aportó su relato para que un cantero italiano lo recordara en la piedra de la Catedral, donde quedó como muestra perenne de la temprana difusión de la “materia de Bretaña”.

Contrastemos por un momento las dos imágenes: la del Arturo de este relieve románico y la de Arturo como el mejor rey de la Cristiandad —codeándose con Carlomagno y con el conquistador de Jerusalén—, imágenes que distan largo trecho en el tiempo y su recepción histórica. Entre la una y la otra discurre el caudaloso río de las leyendas artúricas, una fabulosa literatura de ficción que ha convertido su figura en el centro de un universo mítico de universal resonancia, de extraña y perdurable fascinación.

Por obra y gracia de esa literatura Arturo de Bretaña se aparece como el más prestigioso monarca medieval, rodeado de una fastuosa corte de caballeros, los paladines de la Tabla Redonda, los defensores del orden y la cortesía en un mundo enigmático, en los limites de la realidad y la magia. (…) El espejismo del mundo artúrico encandiló a una gran parte de la Europa medieval, porque el mítico Arturo es mucho más que un héroe nacional británico. Muchos contribuyeron a la difusión de las leyendas de Arturo y con muchas hebras se tejió la trama de su historia novelesca. Los conteors bretones difundieron y tradujeron los episodios fantásticos, los “cuentos de aventuras” en los que se expresaba la fantasía y la degradada mitología céltica, una literatura épica oral de extrañas y antiguas raíces. Los novelistas franceses recogieron esas narraciones y las pusieron en verso y las escribieron en la pauta cortés y romántica de la época. La propaganda con la que los reyes normandos de Inglaterra, los Plantagenet establecidos tras la conquista a mediados del siglo XI, quisieron glorificar su pasado para competir en prestigio con otros soberanos europeos, apoyó decididamente la entronización de Arturo como el magnífico rey de un tiempo pasado de perdurable esplendor. Algunos grandes poetas alemanes tradujeron y reinterpretaron, ahondando en sus simbolismos, los relatos de los novelistas franceses. También se tradujeron pronto al galés esos textos novelescos, cruzándose con ecos de otros relatos perdidos, con remotos cuentos familiares de Irlanda y Gales. De los juglares las historias pasaron a los novelistas cortesanos, y luego algunos sagaces clérigos retocaron las novelas para infundirles un sentido más espiritual y trascendente.

Como vehículo de la ideología de los caballeros —una clase social amenazada por el decurso histórico— la literatura artúrica estilizó su moral e idealizó una visión romántica de la sociedad caballeresca y cortés. Construyó un brillante mundo de ficción, que fue acogido con un sorprendente éxito en toda la Europa medieval y perduró como un mágico y misterioso ámbito romántico durante siglos.



Carlos García Gual. Historia del Rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda, capítulo primero, 'La invención de Arturo, fabuloso monarca’, fragmento (Alianza Editorial 1983)


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15 de julio de 2012

4 de julio de 2012

La pulpa no es la hembra del pavo

(Panorama indeciso del otro lado del río Pedras)

No queda más silencio
que el que manan las estrellas,
predicen las mareas
plenilunios de tormento,
por mi pulpa, por mi pulpa.

Alejan los idiomas
poco más que las palabras
flotando con las algas
y las letras de la sopa,
por mi pulpa, mi gran pulpa.

Lagartos, lagartijas
enzarzados en la acequia,
los humos de la guerra
se ensortijan en la brisa,
por tu pulpa, por tu pulpa.

Fermentan infectados
organismos en la masa,
hormigas en la playa,
cementerios del verano,
por tu pulpa, tu gran pulpa.

De hielo precipicios
asomados a las sombras,
los mohos de la mofa
desafilan los cuchillos,
por mi pulpa, por tu pulpa.

Aíslame con besos
de tu rabia y de mi saña,
lacérame en tu jaula
a la luna del silencio,
mi gran pulpa, tu gran pulpa.

egm. 2012

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27 de junio de 2012

Mentiras del capitán Titanio



Solo mi subrazón subsiste,
entre la genialidad y la triste
mediocridad yace un espacio
en el que es más incómodo vivir,
élitros licúo, me sacio

de verdades que no dejan mentir,
habló el profeta a los tordos,
y el insomnio nunca ayuda a dormir,
id a escuchar a los sordos,
todos tan testarudos,

enviad a observar a los ciegos
y dad la palabra a los mudos,
y que entre ellos se laman los egos,
meted a cada muerto en su ataúd,
así dijo el chamán,

y que la moira les toque el laúd,
oteando el yermo bajo el volcán,
y cuando seas más urbano
manda la puta poesía al guano,
mientras en el balcón verde, el gandul

pero prodigioso hombre azul
de los azules nervios de titanio,
con muy deliberada dejadez
riega las hojas del geranio,
líquidos élitros fricciono,

recordando que aquella vez,
cuando contemplaba el ozono,
halló que cantaba un grillo su espera
sobre la iluminada lobreguez
añil de la carretera,

el capitán Titanio considera
mucho a las niñas feas
que saben cómo hacer cosas bonitas,
alga cimbreante de mis mareas,
no le digas nada a mamá

de cuánto y cuándo gritas,
hay no pocas, por cierto, por acá,
personas para las que la mentira
es solo sarmiento en la pira
de la verdad, ¿no es verdad?

venid, cotovías, lembrad,
o panoco avogado silveirento
abriu bufete
no vedramio e puxo un barrete
de toxo e fento,

y exprimiendo la forma extensa
de la licuefactible realidad
convirtió la mentira en blanda y densa
difracción de la verdad,
alga que a la rompiente hiere,

pero el capitán Titanio prefiere
a las niñas bonitas
que saben hacer las cosas más feas,
no le digas a papi que te quitas
hasta sus mohosas ideas,

aguardando a que el vuelo salga
no puedo aquí jamás ser cosmonauta,
rompiente que ahoga al alga,
aquí, ni deducir la pauta
de la apelmazadora gravedad,

aquí, entre el protozoo y la estrella,
si no me deja dormir la verdad,
entre la sal, aquí, y su huella,
aunque lo miro
y en dos miradas lo veo,

no creo
en tal creencia y me piro,
si los sueños no me dejan soñar,
porque, aún, aquí, o luego,
entre el bentos y la grava lunar,

sé cómo se juega a este antiguo juego,
cocodrilo en el río
turbio, empantanado y sombrío,
oso acechando la banquisa
helada, vasta y lisa,

y que la única regla no es más
que ser más tramposo que los demás,
después pagarán los justos con creces
por los santos desajustados
y cobrarán aun los peces

de los pescadores ahogados,
colgando el laúd, con gran lasitud,
la calva clava el ataúd,
y sé que pronto se apagará el mar,
solo, mi sola subrazón subsiste,

sé lo que debiera ignorar,
sé que miento por vivir, ay, si existe,
la realidad te hará libre,
y si la llegas a desentrañar
con tu cerebro de alto calibre,

allí habló la sibila
refractando el volcán en su pupila,
como la nova fulgura ante ti
chisporroteando aún ahí,
y, ¿descifrarás al grillo que frota

sus élitros en una sola nota
tras la confusión de la red? acaso
líquidamente respiro,
y paso
de tu inverdad y me piro.


egm. 2012

* 'el necio abogado picapleitos / abrió bufete / en el matorral y se puso un birrete / de tojo y helecho'.


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9 de junio de 2012

John Donne

Canción

Ve y atrapa una estrella fugaz, coge
con un niño una raíz de mandrágora,
dime dónde están los años pasados
o quién hendió el pie del Diablo; enséñame
a escuchar el canto de las sirenas
o a alejar la punzada de la envidia
y encuentra
cuál es el viento
que hace avanzar a una mente honesta.

Si has nacido para extrañas visiones,
cosas invisibles al ojo,
cabalga por diez mil días y noches
hasta que la edad nieve sobre ti
blancas canas; y al volver contarás
las raras maravillas que encontraste,
jurando
que en parte alguna
vive mujer sincera y también bella.

Si encontraste una, házmelo saber:
dulce fuera tal peregrinación;
aun así, yo nunca la haría,
aunque en la puerta de al lado estuviera:
aunque sincera fuese, si la hallaras,
al fin, cuando tú le escribas tu carta
ya ella
te habrá engañado,
antes de que yo llegue, con dos o tres.



John Donne. Song (poetryfoundation.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012


                    ∼

Song

Go and catch a falling star,
Get with child a mandrake root,
Tell me where all past years are,
Or who cleft the devil's foot,
Teach me to hear mermaids singing,
Or to keep off envy's stinging,
And find
What wind
Serves to advance an honest mind.

If thou be'st born to strange sights,
Things invisible to see,
Ride ten thousand days and nights,
Till age snow white hairs on thee,
Thou, when thou return'st, wilt tell me,
All strange wonders that befell thee,
And swear,
No where
Lives a woman true, and fair.

If thou find'st one, let me know,
Such a pilgrimage were sweet;
Yet do not, I would not go,
Though at next door we might meet;
Though she were true, when you met her,
And last, till you write your letter,
Yet she
Will be
False, ere I come, to two, or three.


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6 de junio de 2012

Luis Cernuda

Diré como nacisteis

Diré como nacisteis, placeres prohibidos,
como nace un deseo sobre torres de espanto,
amenazadores barrotes, hiel descolorida,
noche petrificada a fuerza de puños,
ante todos, incluso el más rebelde,
apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
todo es bueno si deforma un cuerpo;
tu deseo es beber esas hojas lascivas
o dormir en esa agua acariciadora.
No importa;
ya declaran tu espíritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino
levantó hacia las aves con manos imperecederas;
no importa la juventud, sueño más que hombre,
la sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
de un régimen caído.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,
miembros de mármol con sabor de estío,
jugo de esponjas abandonadas por el mar,
flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,
libertades memorables, mantos de juventudes;
quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
es vil como un rey, como sombra de rey
arrastrándose a los pies de la tierra
para conseguir un trozo de vida.

No sabía los límites impuestos,
límites de metal o papel,
ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
adonde no llegan realidades vacías,
leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.

Entonces extender la mano
es hallar una montaña que prohíbe,
un bosque impenetrable que niega,
un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
ávidos dientes sin carne todavía,
amenazan abriendo sus torrentes,
de otro lado vosotros, placeres prohibidos,
bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
tendéis en una mano el misterio,
sabor que ninguna amargura corrompe,
cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.

Abajo, estatuas anónimas,
sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
una chispa de aquellos placeres
brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo


☛ PyoZ ☚

3 de junio de 2012

Enri by the city blues



Oh, mamá,
debo ir a la ciudad.

Cuando llegué a Madrid
era joven y llegué a creer
que esa era mi puta ciudad,
oh, mamá,
debo ir a la ciudad
a jugar
a lo que no debo jugar,
y lo creí durante un tiempo,
hasta que el viento me arrastró
a las orillas del miedo ancestral.

Oh, mamá.
Cuando llegué a Barcelona
sabía muchas más cosas,
oh, mamá,
yo sé que tú sabrás,
trucos y mentiras,
que jamás
entenderé la realidad,
no me engañan los farsantes,
oh, mamá,
y supe desde el principio
que esa jamás sería mi ciudad.

Oh, mamá,
debo dejar la ciudad.

Y en la hora de irme sé
que ninguna ciudad es tu ciudad.
Créeme,
oh, mamá.
Todas las ciudades del mundo
cuando las conoces parecen
la mejor amante del mundo, pero
oh, mamá,
créeme,
en la hora de irte aprendes
que ninguna ciudad es tu ciudad.

Oh, mamá,
debo ir a la ciudad
a buscar
a quien no debo encontrar
y a jugar
a ese juego al que jamás
acabarás de aprender a jugar.

Oh, mamá,
debo dejar la ciudad.

Oh, mamá,
tú sabías en realidad
que ninguna ciudad es tu ciudad.
Oh, mamá,
he visto los ojos del tiempo
y el juego de la falsa realidad.
Ay mamá,
lo que sufrí nadie sabrá,
yo me vi rodeando el mundo,
oh mamá.

Oh, mamá,
tuve que ir a la ciudad
y aprender
a jugar
al juego al que jamás
nadie acaba de aprender a ganar.

Oh, mamá,
ya no me sirve de nada rezar;
oh, mamá,
cuando llegué a Madrid
nadie me enseñó a bailar,
oh, mamá,
en Barcelona quizá
le enseñé a más de dos a bailar.
Oh, mamá.
Y no me sirve de nada rezar.

Oh, mamá,
era joven y llegué a creer
que un hombre puede vivir la ciudad,
oh, mamá.
Oh, mamá,
era joven y llegué a pensar
que navegaba los mares del mundo
en mi paleta ciudad;
oh, mamá,
solo un hombre de pueblo sabe
qué paleta es la gente de ciudad.

Ay, mamá,
debo dejar la ciudad.

Sabes, mamá,
puedo ver la realidad;
oh mamá,
no es mi culpa
si soy capaz de ver la realidad.
Oh, mamá,
he hallado los ojos del miedo
y el fuego de la falsa realidad.

Oh, mamá,
debo dejar la ciudad.

Oh, oh mamá,
tú no puedes ayudarme a cantar
the fucking Enri by the city blues,
nadie sabe ni sabrá
el puto blues de Enrique en la ciudad.

Oh, oh mamá,
debo dejar la ciudad.

egm. 2012

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18 de mayo de 2012

Si vis pacem



En el hemiciclo sus señorías
se comen las lenguas,
en los despachos los rateros limpian
sus guantes blancos
y en las calles policías de negro
juegan al tiro al rojo;
si quieres paz
haz el amor y prepara la guerra.

Las ondas repiten necias el mantra
de la deuda a cero,
los diarios ríen el advenimiento
del nuevo régimen
y en los programas los especialistas
se chupan las pollas:
si quieres paz
haz el amor y no olvides la guerra.

Las marionetas mostrencas se ahorcan
en sus propios hilos,
el loco hace limpios trucos de magia
con su gorra de béisbol,
y el payaso está enterrando a las víctimas
de la gran broma.
Si quieres paz
haz el amor y disponte a la guerra.

egm. 2012

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11 de mayo de 2012

Plegaria al dios de la nada



Me ignorarán los fatuos,
gota ten piedad de mí;
me censurarán los necios,
vaho ten piedad de mí;
me perseguirán los lerdos,
chispa ten piedad de mí;
me descubrirán los bobos,
mota ten piedad de mí;

me denunciarán los sandios,
lluvia ten piedad de mí;
me prenderán los torpes,
viento ten piedad de mí;
me encerrarán los memos,
rayo ten piedad de mí;
me acusarán los ñoños,
roca ten piedad de mí;

me culparán los simples,
charco ten piedad de mí;
me juzgarán los lelos,
soplo ten piedad de mí;
me condenarán los cortos,
pira ten piedad de mí;
me lincharán los listos,
mármol ten piedad de mí.

Me olvidarán los días;
tiempo, oh tiempo, ten piedad de mí.

egm. 2012

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1 de mayo de 2012

Cantigas de Henriq d’Arousa. 2



XIV

Quen de amores fala
moito cala,
      canta o merlo na malva,
      meu amigo.


Quen amores tivo
certo estivo,
      canta o merlo no acivro,
      meu amigo.


Quen xa amores minte
se arrepinte,
      canta o merlo nos vimes,
      meu amigo.


Quen a amores serve
arde e ferve,
      canta o merlo na sebe,
      meu amigo.


Quen amores conta
non remonta,
      canta o merlo na horta,
      meu amigo.


Quen de amores sabe
ben precave,
      canta o merlo na laxe,
      meu amigo.


Quen xa amores foxe
brúa e roxe
      canta o merlo na fonte,
      meu amigo.


Quen amores cala
pouco fala,
      canta o merlo nas canas,
      meu amigo.


Quen amores houbo
ben o soubo,
      canta o merlo entre os toxos,
      meu amigo
.


XV

Venta outro airiño no meu eirado
e nos plantíos da verde leira,
      eu amigo hei,
      non volo negarei.


Sopra outro vento na miña eira
e nas plantiñas do verde eixido,
      eu amigo hei,
      non volo negarei.


Venta no eido reverdecido,
sopran airiños no verde prado,
      eu amigo hei,
      non volo negarei
.


XVI

Eu vou buscala,
e vou collela,
      a fita dos cabelos
      levouma meu amigo.


Ai que é vermella,
ai que é encarnada,
      a fita dos cabelos
      meu amigo colleuma.


I era encarnada,
i era vermella,
      a fita dos cabelos
      levouma meu amigo.


E vou por ela,
eu vou quitarlla,
      a fita dos cabelos
      meu amigo colleuma.


E vou sacarlla,
eu vou por ela,
      a fita dos cabelos
      roubouma meu amigo.



XVII

Baixaran os cabalos beber á fonte,
vinde miñas amigas a xunta a ponte,
      pasa meu amigo
      i eu ca vista non o sigo.


Corrían os poldriños pola ribeira,
imos miñas meniñas onda a abeleira,
      pasa meu amigo
      i eu cos ollos non o sigo.


Vinde meniñas ghopas beira da fonte,
cómpre falar dos mozos de hoxe e onte,
      pasa meu amigo
      i eu ca vista non o sigo.


Imos nenas bonitas baixo a abeleira,
vinde dicir de amores na randeeira,
      pasa meu amigo
      i eu cos ollos non o sigo.


Cómpre dicir dos días de agora e onte,
foran os cabaliños choupar na fonte,
      pasa meu amigo
      i eu ca vista non o sigo.


Imos contar das noites na randeeira,
ían poldros salvaxes pola ribeira,
      pasa meu amigo
      mais eu co maxín o sigo
.


XVIII

As aves todas do aire
viñeran voar
onda a beiramar
      e meu amigo
      non quería acordar.


Os peixes todos do mar
viñeran nadar
á orela da ría
      e meu amigo
      espertar non quería.


As bestas todas da terra
viñeran andar
ribeira do mar
      e meu amigo
      non quería espertar.


Tódolos seres do mundo
viñeran estar
á beira da ría
      e meu amigo
      acordar non quería.


Tódolos bicos do mundo
viñéralle eu dar
beiriña do mar
      e meu amigo
      houbo alí espertar
.


XIX

Vou mira-lo alto mar
e mais na praia nadar
      con meu amigo.

Vou mira-las augas fondas
e mais nadar entre as ondas
      con meu amigo.

Cedo vou nadar á praia
con retranca e mais sen saia
      con meu amigo.

Entre as ondas vou nadar
amodiño e devagar
      con meu amigo.

E sen saia e con retranca
hei nadar na praia branca
      con meu amigo.

Amodiño polas ondas
vou nada-las augas fondas
      con meu amigo.

Na praia branca hei nadar
e mais mira-lo alto mar
      con meu amigo.


XX

Na mañanciña de calma morna
o mariñeiro vén na súa dorna,
      devala a maré
      i el meu amigo é.


Cando as gaivotas saen dos niños
trae bo peixe e á casa torna,
      devala a maré
      i el meu amigo é.


Pra os cons da ría corvos mariños
e mais gaivotas voan dos niños,
      devala a maré
      i el meu amigo é.


Ca mañanciña na calma morna
van pola ría corvos mariños,
      devala a maré
      i el meu amigo é.


Trae bo peixe e á casa torna
o meu mariñeiro na súa dorna
      e enche a maré
      i el meu amigo é
.


XXI

Chía o moucho no piñeiral
e a curuxa voa no val,
      leda axúntome eu
      con meu amigo.


Pasa a lúa sobre a montaña,
vai baixando no fío a araña,
      leda quedara eu
      con meu amigo.


Trila o merlo contra a silveira
e sube o sol pola ribeira,
      leda érgome eu
      con meu amigo
.


XXII

Díxenche que a ninguén lle importa
quen vén bater na miña porta,
      meu amigo
      inda cedo foi no caxigo.


Dígoche que ninguén debate
quen vén á miña porta e bate,
      meu amigo
      inda antes veu ó poxigo.


Díxenche que a ninguén lle ten
quen bate á miña porta e vén,
      meu amigo
      inda hoxe comeu pantrigo.


Dígoche que ninguén bufiña
quen vén bater na porta miña,
      meu amigo
      inda agora lambeu no figo
.


XXIII

O cervo na ría da auga escapaba
i eu, coitadiña, choraba a porfía,
      meu amigo vai no mar
      e non hai lume no lar.


O cervo na praia a auga fuxía
i eu, malpocada, doía e penaba,
      meu amigo vai no mar
      e non hai lume no lar.


Ai eu, coitadiña, que tanto choraba,
ó lonxe o arroaz brincaba na ría,
      meu amigo vai no mar
      e non hai lume no lar.


Ai eu, malpocada, penaba e doía
ó lonxe o arroaz na auga choutaba,
      meu amigo vai no mar
      e non hai lume no lar.


Ai eu, coitadiña, que tanto penaba,
ai eu, malpocada, choraba a porfía,
      meu amigo vai no mar
      e non hai fume no lar.


O cervo na praia a auga fuxía,
na ría o arroaz pra lonxe escapaba,
      meu amigo vai no mar
      e non hei lume no lar
.


XXIV

Levantouse a fermosa,
ergueuse ca alborada
e foi lava-las coitas,
      alá no río, ai meu amigo,
      fun ca alborada.


Erguérase a ben feita,
levantouse ca alba
e foi lava-las penas,
      alá no río, ai meu amigo,
      fun ca alborada.


Levantouse a ben dada,
erguérase co abrente
e foi lava-las mágoas,
      alá no río, ai meu amigo,
      fun ca alborada.


E foi lava-las coitas
e a auga llas levaba,
leváballe cas mágoas,
      alá no río, ai meu amigo,
      fun ca alborada.


E a auga llas levaba,
leváballe cas penas
e xa nunca tornaban,
      alá no río, ai meu amigo,
      fun ca alborada
.


XXV

A aguia sobre o cavanco
fixo un debuxo branco,
      e meu amigo, ulo?

O raposo no trebello
puxo un sinal vermello,
      e meu amigo, ulo?

O lobo, do meu tesouro
deixou un fío mouro,
      ai meu amigo, ulo?


XXVI

Ten a ribeira baixa un cheiro acerbo
onde antes augas claras bebía o cervo,
      o río vén doente,
      ai meu amigo.


Corren nas abas verdes de xesta e toxo
frascas e reboutallos que meten noxo,
      o monte está doente,
      ai meu amigo.


Lixos e porcalladas enchen a praia
e o arroaz polas ondas bagoa e laia,
      o mar está doente,
      ai meu amigo.


Ti e mais eu, meu amigo, nus sobre a area
somos outra merdiña que dá a marea,
      o mundo vai doente,
      ai meu amigo
.

egm. 2012

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27 de abril de 2012

Dewey Bunnell

Un caballo sin nombre (A Horse with No Name)

En la primera parte del camino
yo iba mirando toda aquella vida:
Había plantas y pájaros y rocas y más cosas,
había arena y colinas y hoyas.
Primero encontré una mosca y su zumbido
y el cielo sin nubes;
el calor era ardiente y la tierra estaba seca
pero el aire estaba lleno de sonidos.

Fui cruzando el desierto
en un caballo sin nombre
que se sentía bien lejos de la lluvia.
En el desierto puedes recordar tu nombre
porque no hay nadie que te cause dolor.

A los dos días bajo el sol del desierto
mi piel comenzó a enrojecer.
A los tres días en la diversión del desierto
yo iba mirando el lecho de un río
que contaba la historia de cuando el río fluía;
me entristecí al pensar que estaba muerto.

Ya ves que he cruzado el desierto
en un caballo sin nombre
que se sentía bien lejos de la lluvia.
En el desierto puedes recordar tu nombre
porque no hay nadie que te cause dolor.

A los nueve días dejé al caballo correr libremente
porque el desierto se había convertido en mar.
Había plantas y pájaros y rocas y más cosas,
había arena y colinas y hoyas.
El océano es un desierto con vida bajo la tierra
y un perfecto disfraz por encima;
bajo las ciudades yace un corazón de tierra
pero los humanos no le darán amor.

Ya ves que he cruzado el desierto
en un caballo sin nombre
que se sentía bien lejos de la lluvia.
En el desierto tú puedes recordar tu nombre
porque no hay nadie que te cause dolor.



America. A Horse with No Name (wikipedia)
America. A Horse with No Name (youtube)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012



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25 de abril de 2012

Cantigas de Henriq d’Arousa. 1



I

Co arco cazaba,
co arco fería,
      e ás aves, meu amigo.
Co arco fería,
co arco mataba,
      e ás aves, meu amigo.
A min disparaba,
a min me fería,
      e ás aves, meu amigo.


II

Van pace-las herbas
os cervos coas cervas,
      seica si,
      meu amigo.

Métense nos tobos
as lobas cos lobos,
      disque si,
      meu amigo.

Van beber á fonte
as pombas no monte,
      seica si,
      meu amigo.

E cando non beben
fan o que elas deben,
      velaí si,
      meu amigo.

Si vés á tardiña
imos xunta a viña,
      velaí vai,
      meu amigo.

Imos onda a leira
e maila figueira,
      velaí vén
      meu amigo.



III

Os lobos no monte
ouvéanlle á lúa,
      quen amigo ten
      sábeo ben.

Ouléanlle á lúa
onda a carricova,
      quen amigo ten
      sábeo ben.

Onda a carricova
e no piñeiral,
      quen amigo ten
      sábeo ben.

E no piñeiral
oulean os lobos,
      quen amigo ten
      sábeo ben.

Ouvean os lobos
no alto do monte,
      eu amigo hei:
      ben que o sei.



IV

As aves cazaba,
ás aves saía
      co seu arco na man,
      meu amigo.

As aves collía,
ás aves andaba
      co seu arco na man,
      meu amigo.

E á que cantaba
xa non a fería,
      co seu arco na man,
      meu amigo.

Á que rechouchía
el non a mataba,
      co seu arco na man,
      meu amigo.

A ave que pía
pra min a cazaba,
      co seu arco na man,
      meu amigo.

E a que trilaba
a min ma traía,
      co seu arco na man,
      meu amigo.



V

O cervo na fonte
a auga avolvía,
      eu amigo hei
      e con el bailarei.

No fondo da ría
o cervo choutaba,
      eu amigo hei
      e con el bailarei.

Na area brincaba
embaixo da ponte,
      eu amigo hei
      e con el bailarei.

O cervo do monte
na area corría,
      eu amigo hei
      e con el bailarei.

A area avolvía
o cervo inda onte,
      eu amigo hei
      e con el xa bailei.



VI

Na fonte do río
bañábame espida,
      e virá meu amigo?
Na fonte florida
bañábame eu núa,
      e xa vén meu amigo.
Co raio de lúa
na auga da fonte,
      e virá meu amigo?
No río do monte
lavaba o cabelo,
      e xa vén meu amigo.
Secaba o meu pelo
na fonte de pedra,
      e virá meu amigo?
Nas follas da hedra
da fonte florida,
      e chegou meu amigo.
Eu báñome espida,
e morro co frío
      si non vén meu amigo.


VII

A colle-los chuchameles
na bouza do río
      fun con meu amigo,
      el que mesto estaba o acivro.

A apaña-los amorodos
á beira do río
      fun con meu amigo,
      el que alto era o caxigo.

A comer amoras negras
das silvas do río
      fun con meu amigo,
      el ben verde era o carrizo.

A roubar pexegos doces
nas leiras do río
      fun con meu amigo,
      e ben grande era o caxigo.



VIII

Da boca da ría
marchou a luz do día
      e meu amigo amaba.
Nas cunchas da area
bateu a lúa chea
      e meu amigo amaba.
Nas ondas da ourela
esvarou unha estrela
      e meu amigo amaba.
O ritmo das ondas
movía as oucas fondas
      e meu amigo amaba.
Na area da ourela
rebuldou unha estrela
      e meu amigo amaba.
Co son da marea
marchou a lúa chea
      e meu amigo amaba.
Á beira da ría
chegou a alba do día
      e meu amigo amaba.


IX

A rula ruleira
vén se bañar á ourela,
      eu amigo teño
      e de andar con el veño.

A rula rulana
vén se bañar á praia,
      eu amigo teño
      e de estar con el veño.

A rula ruliña
vén se bañar á ría,
      eu amigo teño
      e de aviar con el veño.



X

O lobo do monte
ouveaba na ponte,
      miña nai,
      meu amigo onde vai?

O lobo bravío
ouveaba onda o río,
      miña nai,
      meu amigo onde vai?

O lobo salvaxe
ouveaba na laxe,
      miña nai,
      meu amigo onde vai?

O lobo sanguento
ouveáballe ao vento,
      miña nai,
      meu amigo, velaí vai.



XI

No abrente do día
foi pescar á ría
      meu amigo,
      que non está comigo.

Ás illas do mar
foi hoxe pescar
      meu amigo,
      que non está comigo.

E inda todo o día
eu esperaría
      meu amigo,
      que non está comigo.

Foi hoxe pescar
e heino agardar,
      meu amigo,
      que non está comigo.

Mais na súa dorna
xa da pesca torna
      meu amigo,
      que non está comigo.

Na súa dorniña
da pesca xa viña
      meu amigo,
      que non está comigo.

Estouno a esperar
que xa vén do mar,
      meu amigo,
      que non está comigo.

Máis agardaría
que xa vén da ría
      meu amigo,
      que non está comigo.



XII

Ondas do mar d’Arousa,
hai unha cousa
que levou meu amigo
e non a pousa,
      meu amigo, que vai no mar.
Praias do mar d’Arousa,
miña alma morna
levouna meu amigo
e non ma torna,
      meu amigo, que vai no mar.
Penas do mar d’Arousa,
ai, meu amigo
levoume a alma consigo
e non ma pousa,
      meu amigo, que vai no mar.
Illas do mar d’Arousa,
se non a pousa
a alma meu amigo
doulla ata a lousa,
      meu amigo, que vai no mar.
Ventos do mar d’Arousa,
si non ma torna
doulla de aquí ata a lousa,
miña alma morna,
      meu amigo, que vai no mar.


XIII

Ás ondas do mar enchido
lonxe vin i-lo navío
      i eu, fermosiña,
      meu amigo non tiña.

Ás ondas do mar alzado
longo vin marcha-lo barco
      i eu, tan ghopiña,
      meu amigo non viña.

Nas ondas do mar saído
veu queda-lo meu amigo
      i eu, bonitiña,
      meu amigo non tiña.

Nas ondas do mar irado
meu amigo foi finado
      i eu, fermosiña,
      meu amigo non viña.


egm. 2012

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