5 de diciembre de 2012

Romance de Eteocles y Polinices



Luego contra sus hijos, por el parco sustento resentido, lanzó una maldición de lengua amarga: que por su mano, armada con el hierro, ambos la herencia un día partirían.
Esquilo, Los siete contra Tebas

Siete capitanes, al pie de las siete puertas apostados frente a otros tantos iguales, dejaron ante Zeus, el que aleja la derrota, todo su broncíneo armamento; pero no así aquellos dos miserables, nacidos de un mismo padre y una misma madre, que, alzando el uno contra el otro las poderosas lanzas, obtuvieron ambos su parte de una muerte en común.
Sófocles, Antígona

Los dos hijos de Edipo, rey de Tebas infausto,
por él ambos malditos y los dos malhadados:

Polinices guerrero y el glorioso Eteocles,
a la muerte del padre repartirse acordaron
el gobierno de Tebas la de Siete las Puertas,
cada uno en el mando alternándose un año.

El primero Eteocles se elevó sobre el trono
y el primero incumplía el ecuánime pacto:
al hermano negaba su derecho y el cetro
que por sangre debía sobre el trono tebano.

Polinices en Argos se exiliaba en su huida
desposando a la hija del magnánimo Adrasto,
y hacia Tebas, su patria, en campaña marchaba
con las huestes argivas, con hoplitas y carros.

Eran siete caudillos, siete puertas en Tebas,
contra siete los jefes desde Argos llegados.
Se embistieron los héroes, las mujeres gemían,
rehilaban las lanzas y los carros chillaron.

La contienda se extiende bajo el muro y las torres:
Se defienden los fieros descendientes de Cadmo;
los argivos se empeñan con gran brío y bravura.
La batalla no vence, incapaz, ningún bando.

Cada príncipe aprecia el valor de sus tropas,
pero el Sino funesto a los dos ha alcanzado:
ya vehementes deciden echar mano a las armas
y en combate de iguales encontrarse en el campo.

Singular la pelea, ejemplar la matanza:
frente a frente acometen el hermano al hermano.
Los cadmeos se callan, los argivos miraban;
las murallas de Tebas en silencio esperaron.

Los dos hijos de Edipo: extranjero en su tierra,
parricida incestuoso, rey de Tebas infausto,
triunfador de la Esfinge por su propia desgracia,
los dos hijos se enfrentan entre ellos y al Hado.

En el aire las lanzas revolaron silbantes
y dos filos gemelos entre sí rechocaron:
dos espadas forjadas en las fraguas escitas
codiciosas el cuerpo del hermano buscando.

Los dos yelmos se topan, los escudos resuenan;
los argivos miraban, los tebanos callaron.
Con el hierro dos reyes su disputa redimen.
Una nube de polvo la atroz lid ha ocultado...

Cuando el manto piadoso de la tierra de Tebas
a la luz la resulta de la lucha ha mostrado
brota un grito del pecho de las cautas mujeres
y las filas de hombres expectantes y exhaustos:

Dos hermanos, dos reyes, dos cadáveres yacen
abrazado uno a otro, uno al otro inmolando.
Las querellas y el odio, la disputa, culminan:
sin rey dejan a Tebas los dos reyes tebanos.

Así el Hado acataba la sentencia implacable,
pues Edipo a sus hijos, en su madre engendrados:
Polinices guerrero y el glorioso Eteocles:
a los dos los maldijo, su destino sellando.

De la Erinia y los Dioses él, Edipo, execrado
y entre todos maldito, rey de Tebas infausto.

egm. 2012

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