¡Cuántos bardos adornan el transcurso del tiempo!
Algunos de ellos siempre fueron el alimento
de mi ensueño fantástico —podría cavilar
sobre sus cualidades, terrenas o elevadas—
y con frecuencia, cuando me dedico a los versos,
en tropel intervienen ante mi inspiración,
pero sin desconcierto ni grosero trastorno,
haciendo su función con un timbre agradable,
como tantos sonidos que prodiga la tarde:
el canto de los pájaros, el rumor de las hojas,
la voz de los arroyos, la campana que se alza
con solemne tañido, —y miles de otros más
que la distancia impide que los reconozcamos—
producen grata música y no salvaje estruendo.
☛ John Keats. How Many Bards Gild the Lapses of Time! (bartleby.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2012
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How Many Bards Gild the Lapses of Time!
How many bards gild the lapses of time!
A few of them have ever been the food
Of my delighted fancy,—I could brood
Over their beauties, earthly, or sublime:
And often, when I sit me down to rhyme
These will in throngs before my mind intrude:
But no confusion, no disturbance rude
Do they occasion; ’tis a pleasing chime.
So the unnumber’d sounds that evening store;
The songs of birds—the whisp’ring of the leaves—
The voice of waters—the great bell that heaves
With solemn sound,—and thousand others more,
That distance of recognizance bereaves,
Make pleasing music, and not wild uproar.
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