Y enviaron contra ellos, como una tempestad,
fiebres, enfermedades, pestes y epidemias.
Poema de Atrahasis
Oh dios de las tormentas, señor de la tempestad,
Oh dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad,
señor de los vientos, de las lluvias y del rayo destructor,
señor de la tempestad,
dueño del vendaval, del tornado y del vehemente ciclón,
señor de la tempestad,
dueño del aguacero, de la riada y la funesta inundación,
señor de la tempestad,
dueño del trueno, del relámpago y del rayo destructor,
señor de la tempestad,
de la tempestad;
[…]
oh tú, señor, dueño del vehemente ciclón,
dueño del vendaval, del tornado y del vehemente ciclón,
oh tú,
dueño del vendaval devastador,
del vendaval devastador
que levanta los tejados y a los árboles derriba
y hace retemblar las sólidas puertas de los palacios,
oh tú,
dueño del tornado vortiginoso,
del tornado vortiginoso
que alza las blancas casas hacia las nubes
y aplasta como mieses al orgulloso cedro y al ciprés,
oh tú,
dueño del vehemente ciclón,
del vehemente ciclón
que arrasa hermosas villas y grandes ciudades
dejando tras de sí la muerte y la desolación,
oh tú, señor,
dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad;
oh tú, señor, dueño de la funesta inundación,
dueño del aguacero, de la riada y la funesta inundación,
oh tú,
dueño del aguacero persistente,
del aguacero persistente
que confina a las fieras en sus ocultas guaridas
y a los hombres en la húmeda oscuridad de sus moradas,
oh tú,
dueño de la riada impetuosa,
la riada impetuosa
que anega las verdes riberas y las feraces vegas
arruinando las abundantes y nutricias cosechas,
oh tú,
dueño de la funesta inundación,
la funesta inundación
que revuelve las negras tierras con las tumultuosas aguas
y a los hombres con las bestias en mortífera confusión,
oh tú, señor,
dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad;
oh tú, señor, dueño del rayo destructor,
dueño del trueno, del relámpago y del rayo destructor,
oh tú,
dueño del trueno ensordecedor,
del trueno ensordecedor
que atemoriza al bravo guerrero sobre las almenas
y espanta a las feroces alimañas de la selva,
oh tú,
dueño del relámpago deslumbrante,
del relámpago deslumbrante
que ilumina la aguzada lluvia con azulada luz
y ciega a aquel que osa mirarlo de frente,
[…]
oh tú,
dueño del rayo destructor,
del rayo destructor
que hiende la altanera y enhiesta roca
e incendia los anchurosos campos y los tupidos bosques,
oh tú, señor,
dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad;
oh dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad,
[…]
deja que el viento corra y que galope el ciclón,
señor de la tempestad,
deja que la lluvia anegue el mundo durante meses,
señor de la tempestad,
deja que el rayo resquebraje los peñascos y las murallas,
señor de la tempestad,
mas líbranos de los necios, de los sandios y mentecatos,
líbranos de los engreídos, arrogantes y presuntuosos,
de los mezquinos, ególatras y desagradecidos,
y sálvanos,
señor de la tempestad,
de todos aquellos que hacen la vida del ser humano
más difícil aun de lo que ya es sobre la Tierra,
señor de la tempestad,
y arrástralos con tu vendaval desenfrenado,
y ahógalos en tus torrentes impetuosos,
y fulmínalos con tu rayo exterminador,
señor de la tempestad.
Oh tú, Adad, hijo de An,
toro radiante, hijo de An,
dios de las tormentas, señor de la tempestad,
de la tempestad,
entono este sacro himno en tu loor,
toro radiante,
en tu loor.
egm.2019
Revisión del poema publicado en Luz de invierno en octubre de 2010
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