Vosotros no podéis entenderlo. ¿Cómo podríais? Con el sólido pavimento bajo vuestros pies, rodeados por buenos vecinos dispuestos a animaros o a abrazaros, vosotros que pasáis educadamente entre el carnicero y el policía, en el sagrado terror del escándalo, el patíbulo y el manicomio.
¿Cómo podéis imaginar en qué particular región de la primera edad los pies destrabados de un hombre pueden llevarlo por el camino de la soledad, la soledad absoluta sin un policía, por el camino del silencio, el silencio más absoluto, donde no se puede oír la voz de ningún buen vecino que advierta de las murmuraciones de la opinión pública?
Estos pequeños detalles marcan la gran diferencia. Cuando desaparecen hay que recurrir a la propia fuerza innata, a la propia capacidad para la lealtad.
Por supuesto se puede ser tan necio como para equivocarse, incluso tan obtuso como para entender que se está siendo asaltado por las fuerzas de la oscuridad. A mi entender, ningún necio ha vendido jamás su alma al diablo: el necio es demasiado necio o el diablo demasiado diablo; no sé cuál de las dos cosas.
O bien se puede ser una criatura tan tremendamente exaltada como para estar definitivamente sordo y ciego a nada que no sean las visiones y sonidos celestiales. Entonces para uno la tierra es solamente un lugar de paso, y yo no pretenderé decir si ser así representa una ventaja o un inconveniente.
Pero la gran mayoría no es lo uno ni lo otro. La tierra constituye un lugar en el que vivir, donde se deben soportar visiones, y sonidos, ¡y olores también, pardiez! Respirar hipopótamo muerto, por así decirlo, y no contaminarse.
Y ahí, ¿os dais cuenta?, entra la fuerza, la fe en la propia habilidad para excavar discretamente hoyos en los que enterrar las cosas, el poder de dedicación, no a uno mismo, sino a una oscura y fatigosa empresa. Y eso es bastante difícil.
☛ Joseph Conrad. Heart of Darkness (rodriguezalvarez.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
25 de diciembre de 2013
Joseph Conrad
22 de diciembre de 2013
Álvaro Cunqueiro
Al Faris Ibn Iaquim al-Galizí (1611-1681)
—¡Las Molucas son famosas! Y hay mucho señorío chino en el comercio y las nativas siempre están saliendo del baño y pidiéndole a los árabes que las sequen.
Simbad saca mapa y Sari lo extiende en el suelo, y con la contera de su bastón le dice al piloto por donde caen las Molucas, y se inclina Arfe el Joven y justo donde está la Moluca Mayor encuentra un cabello largo y dorado y se lo enseña a Simbad.
—¿Acaso es rubita de pelo?
Simbad se pone colorado, cierra los ojos y asiente tres o cuatro veces con la cabeza. Deja el bastón, y con ambas manos coge el cabello que le ofrece Arfe el Joven, roza la mejilla con él, suspira, envuelve la hebra de oro en un dedo figurando un anillo, besa allí y cuenta:
—¡Ay, Venadita, Venadita! ¡Pues como nunca llegué en todo este tiempo repasando mares a donde cae la Moluca Mayor, no pude darme cuenta de que ella me había dejado este recuerdo de seda! Una sirena del mar llamada Venadita, amigo mío. Se sentaba a mi lado y quería que le enseñase por mapa por donde vendría a verme. ¡Mira que si llega a venir a darme serenata desde el Yadid! Pequeñita, ninguna como ella, y toda vestidita de su cabello dorado, y se sentaba en la arena de la playa —eso sí, manteniendo algo de cola en el mar; las sirenas pueden estar en tierra firme a condición de mantener una pizca de su parte de pez tocando agua…—, se sentaba, digo, y todo era probar mi ropa, mi pamela, mi capa de damasco, mi chilaba de lino albar, mi camisola de verano... Todo le iba sobrado, claro es, que fue el encuentro por cuando yo andaba en las doscientas libras nuestras, que me pesé para ver cuanto podría con sus patas el Ave Roc. Pero la niña disfrutaba con esto y no sabía ser engañadora, y cuando se ponía a cantar, con la cabecita apoyada en mis rodillas y acariciándome los pies y barriendo de ellos las arenas con su suave pelo, de repente se paraba y me decía:
—¡Ay, Simbad, no creas nada, hombre!
—Y la preciosa estaba hablándome de una isla que hay debajo de las aguas, donde el que llega, y mientras esté allí, tiene que escoger una figura de pájaro o de ave mayor, y yo podría andar de pavo real, y en todo es uno el pájaro o ave que escoge, y se le da compañera en la familia y la cocina según el pedido natural, y cuando te canses y vuelvas a la superficie del mar, puedes traer un saquito de piedras preciosas… Mi sirena Venadita a veces se echaba a llorar, que decía que no sabía inventar nada más que eso y que ya le habían dicho las otras que como no sacara otra gracia de países o de canto que no ganaría para un peine de oro. ¿Y qué es una sirena sin peine de oro? Y fue habiendo entre nosotros más intimidad, y mucho cariño, y entre las peñas de la Moluca Mayor estábamos escondidos al atardecer y nos pasamos a besos y otras gracias, y ella siempre probando la ropa mía y cada día tenía que llevar yo prendas nuevas de lo mejor, y hasta quiso probar mis calzones, que cabían tres como ella en cada pernera, y se los puso en la cabeza por la bragueta, que entonces se llevaban calzones de orina pronta, que no sé por qué pasó esa moda…
—¡Era una gran comodidad! —dice Mansur— Yo todavía uso alguno.
—Pues iba diciendo que probó los calzones, y como por el calor de las Molucas, yo andaba en camisa y la camiseta era un medio jubón con vainica, quedé con la barriga al aire, y fue cuando Venadita se percató de que yo tenía ombligo. ¡Mucho se rio! Todos los días tenía que dejarle mirarlo, y metía en él un dedito, e incluso una vez se propasó a darme un beso allí, y cuando nos despedimos, que vino delante de mi nao, silbando para enseñarme una corriente que va tres cuartas por debajo de la flor, y yo había metido en los camarotes a toda la tripulación por que no la viesen a la señora Venadita, me gritaba desde el mar que mucho iba a echar en falta los juegos con mi ombliguito…
—Le regalé un peine de oro, y ya sabes como son las mujeres: Para que vieran las otras que ya sabía ganarse la vida, quiso quedarse una temporada en aquellas playas. ¡Que no sé qué chiste le haría a doña Venadita ahogar molucos!
Desenrolló Simbad el cabello dorado y lo depositó donde había aparecido, en la Moluca Mayor.
—¡Aunque no hubiera clavo en las Molucas, Arfe amigo! ¡Todos los corazones tienen su gacela!
Álvaro Cunqueiro, Si o vello Sinbad volvese ás illas…, fragemto (Editorial Galaxia, 1961)
21 de diciembre de 2013
Walt Whitman
El moteado halcón se abalanza y me acusa,
denuncia mi pereza y mi palabrería.
También yo soy poco dócil, y también intraducible;
chillo mi bárbaro graznido sobre los tejados del mundo.
La última neblina del día se detiene por mí,
lanza mi imagen tras las otras,
tan real como las demás en los yermos sombríos,
me atrae al vaho y al crepúsculo.
Me marcho como el aire, agito mis blancos cabellos al sol fugitivo,
esparzo mi carne en remolinos y la arrastro en enzarzados jirones.
Me lego a mí mismo al fango para crecer de la hierba que amo;
si me necesitas de nuevo, búscame bajo las suelas de tus botas.
Difícilmente sabrás quién soy o qué me propongo,
pero seré bueno para tu salud sin embargo,
y purificaré y fortaleceré tu sangre.
Si al principio fracasas al buscarme no te desanimes,
si no estoy en un sitio, mira en otro;
en algún lugar me detendré a esperarte.
☛ Walt Whitman. Song of Myself (52) (whitmanarchive.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
The spotted hawk swoops…
The spotted hawk swoops by and accuses me, he complains of my
gab and my loitering.
I too am not a bit tamed, I too am untranslatable,
I sound my barbaric yawp over the roofs of the world.
The last scud of day holds back for me,
It flings my likeness after the rest and true as any on the shadow'd wilds,
It coaxes me to the vapor and the dusk.
I depart as air, I shake my white locks at the runaway sun,
I effuse my flesh in eddies, and drift it in lacy jags.
I bequeath myself to the dirt to grow from the grass I love,
If you want me again look for me under your boot-soles.
You will hardly know who I am or what I mean,
But I shall be good health to you nevertheless,
And filter and fibre your blood.
Failing to fetch me at first keep encouraged,
Missing me one place search another,
I stop somewhere waiting for you.
12 de diciembre de 2013
Philippe Soupault
Tal vez y siempre tal vez,
adverbios que me molestáis
con vuestros casi y casi no
cuando los apóstrofos florecen.
A vosotros puntos y comas
que bullís en los estanques
donde nadan los subjuntivos
os empaqueto y os ato.
Sed malignos párrafos
para que se cumplan las profecías,
bastardos vergonzosos de los gramáticos
y los que tienen mala sintaxis.
Chupaos vuestros imperativos
y dejadnos dormir
de una vez,
es de noche
y hace calor.
☛ Philippe Soupault. Grammaire (lieucommun.canalblog.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Grammaire
Peut-être et toujours peut-être
adverbes que vous m'ennuyez
avec vos presque et presque pas
quand fleurissent les apostrophes
Et vous points et virgules
qui grouillez dans les viviers
où nagent les subjonctifs
je vous empaquette vous ficelle
Soyez maudits paragraphes
pour que les prophéties s'accomplissent
bâtards honteux des grammairiens
et mauvais joueurs de syntaxe
Sucez vos impératifs
et laissez-nous dormir
une bonne fois
c'est la nuit
et la canicule
4 de diciembre de 2013
Fernando Pessoa
Soy un evadido.
En cuanto nací
en mí me encerraron;
ay, pero yo hui.
Si todos se cansan
de un mismo lugar,
¿de su mismo ser
no se han de cansar?
Mi alma me busca,
mas yo ando en el monte;
ojalá que ella
jamás sepa dónde.
Ser uno es la cárcel;
ser yo es no ser.
Huyendo yo vivo,
mas vivo a placer.
☛ Fernando Pessoa. Sou um evadido (arquivopessoa.net)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Sou um evadido
Sou um evadido.
Logo que nasci
Fecharam-me em mim,
Ah, mas eu fugi.
Se a gente se cansa
Do mesmo lugar,
Do mesmo ser
Por que não se cansar?
Minha alma procura-me
Mas eu ando a monte,
Oxalá que ela
Nunca me encontre.
Ser um é cadeia,
Ser eu não é ser.
Viverei fugindo
Mas vivo a valer.
25 de noviembre de 2013
El trozo de gris
Lobo en el antro, araña en la grieta,
y yo piso con pies de fuego,
la zorra blanca embobada perdió
su nueva tarjeta de memoria,
crece, lunita, medra,
cuando los ordenadores
ya cabían encima de las mesas,
de aquellos puntos vienen estos píxeles,
¿quién tú eres?
ah, este es el revirihondo enigma,
los cormoranes en el muelle
corroboran la fluidez del océano,
vuelve a posarse el sol en la otra orilla,
el tiempo va sumergiéndose
en el vórtice de cada galaxia,
dicen gutti, tutti frutti,
desciende el río hacia la ría,
y caminábamos los dos y el perro
por el camino viejo de la sierra,
un lóbrego resplandor
contra las evanescentes estrellas,
acechan fresnos y abedules
de silenciosas ramas deshojadas,
tutti frutti, a-wop-bom-a-loo-mop,
el tiempo se extasía
en la inexactitud de las olas,
brota, entre un recuerdo nunca olvidado
y el deseo jamás concluido,
la baba de la zorra albar,
no todo bosque es frondoso
ni estéril todo desierto,
hay vientos sin nombre
y búhos, cuervos cautelosos,
la sonrisa, tímidamente obscena,
de una foto desencuadrada
y el dedo corazón alzado,
entonces un teléfono
ya no era un chisme en la punta de un cable,
olía a aliento de dragón,
ebrios tramperos en el bosque
resbalando sobre la nieve
rastrean bajo la puesta de sol
un gris preciso en el crepúsculo
que no late en ningún otro lugar,
a-wop-bom-a-loo-mop-a-lomp-bom-bom,
se abre la flor del baobab,
oh, en mis habitaciones polares,
el tiempo flota, el tiempo
vaga en la inexactitud de las olas,
la bestia aterradora en la cellisca,
aún en el son bailando voy
del agua fría
pensando en que si gustaría
no ser quien soy,
té y coñac en el albergue
donde los urogallos disecados
atestiguan que entonces la crueldad
era tan primitiva como siempre,
el alto sendero del puerto
y la profunda umbría misteriosa,
lobo rojo en la marisma,
bestia descorazonada,
arrepiéntete de ser como eres,
araña en la argaña, lobo en el pobo,
el señor de Gingiz huyó a Harar,
la brisa del verano
lleva hasta el otoño sobre las olas
inexactas del océano
fotones del final del universo,
pertenezco a la oscuridad y solo
la oscuridad me pertenece:
v = Hₒ D,
todo universo mengua
antes de llegar a medrar,
y no me reconozco en los cristales
ni en la birrefringencia de estos plásticos,
hoy es solo otro día extraño
en otro invierno sin tiempo,
quizá algún esquivo ruido en la niebla
y en las dudas de la luz,
gira el teleidoscopio del astrónomo,
pero en la jungla aún juega el jaguar
que no podrá nunca cambiar sus manchas
ni arrepentirse de tenerlas,
a-lomp-bom-bom, hey ho, hey ho,
el chamán monta a la serpiente cuántica,
entonces los caleidoscopios
tenían tanta magia como ahora,
milanos, huidizas cornejas,
se posa el sol,
rebrillan en la otra orilla
el fracaso y la viscosa derrota,
aquel viento sin brújula ni nombre,
con el agrio graznido
en el claro surgió el gris,
era enfermizo y pernicioso el juego,
circundando una montaña azulada,
el gris crepuscular buscado,
cazado en la trampa de la retina,
incierto futuro en tiempos cambiantes,
el cormorán no recuerda el verano,
al repuntar la marea
te contaré mi historia en la otra orilla,
alguna de esas cuestionables
experiencias que solo sabe el río,
de la saliva de la zorra
y la garganta del dragón,
arrepiéntete de ser lo que eres,
hijo de un viento desnortado,
hey ho, lets go, blitzkrieg bop,
el cormorán ignora
quién se bañaba desnuda en las rocas,
quedan las conchas
junto a las algas fluctuando en la orilla,
en la autodestrucción del superhéroe
resulta el mundo destruido también,
el faro extraviado
cuenta romances nuevos a la espuma,
blancos, lilas, añiles, y ese gris,
el gris fundente,
bajo la arena de la playa
se escurre el semen rechazado,
el gris licuante,
único del crepúsculo de invierno,
fijado finalmente en la memoria
sin píxeles ni negativo,
bébeme, trágame entero,
nebulosa luz de otro universo,
la brisa de otoño,
nacida en los vapores del verano,
ora a la diosa prostituta,
tutti frutti, oh Guti, tú
¿quién eres, cabeza de can?
yo no te reconozco en las baldosas
de los pasillos del tiempo,
la brisa de otoño anticipa
que el invierno no se olvida
de ejecutar su rito en el tablero,
¡oh, hey!, alfil de dama a rey,
Gorlois derrotó al señor de Gingiz,
roqueo al este y al oeste,
aquel trozo de océano será
todo mi legado a la humanidad,
noche cegada,
indeleble como un beso
bajo los pinares nevados,
y también entonces,
zorra blanca en tanga azul,
entonces las cámaras fotográficas
eran tan prescindibles como ahora
…
15 de noviembre de 2013
Fernando Esquío
Vayamos, hermana, vamos a dormir
a orillas del lago donde yo cazar vi
las aves a mi amigo.
Vayamos, hermana, vamos a jugar
a orillas del lago donde vi cazar
las aves a mi amigo.
A orillas del lago donde yo cazar vi,
su arco en la mano, a las aves herir,
las aves a mi amigo.
A orillas del lago donde vi cazar,
su arco en la mano, a las aves tirar,
las aves a mi amigo.
Su arco en la mano las aves herir
y a las que cantaban dejarlas huir,
las aves a mi amigo.
Su arco en la mano, a las aves tirar
y a las que cantaban no quiere matar,
las aves a mi amigo.
Nota de Projeto Littera
Una de las más justamente célebres cantigas de amigo de los Cancioneros, esta composición de Fernando Esquío es también un ejemplo logrado del modo en que el arte gallego-portugués es capaz, a veces, de crear un cuadro de gran complejidad poética, recurriendo a formas y elementos aparentemente muy sencillos.
Una joven desafía a su hermana para que ambas vayan a dormir y holgar (y la secuencia de estos verbos no es fortuita) a las orillas del lago, donde sabe que su amigo va, con su arco, a la caza de aves. En las dos estrofas finales, ella añade que él no pretende matar a las que cantan.
Pero si lo que esta voz femenina dice es relativamente simple y casi elemental, es en lo que ella sugiere (pero no dice) donde tendremos que buscar las pistas que conducen a este universo de sutil sensualidad, armónico con el cuadro natural en que la escena se desarrolla. El lector puede así intentar percibir, por ejemplo, el valor simbólico de las aves en el poema, el contraste entre lo femenino y lo masculino (en particular, el papel de la caza y del arco), o aun la mezcla de osadía y recelo con que el trovador dibuja, de forma notable, la figura intemporal de una joven enamorada.
En catalán
Anem hi, germana, anem hi dormir
a vores del llac on caçar he vist
les aus a mon amic.
Anem hi, germana, anem hi jugar
a vores del llac on he vist caçar
les aus a mon amic.
A vores del llac on caçar he vist,
son arc a la mà a les aus ferir,
les aus a mon amic.
A vores del llac on he vist caçar,
son arc a la mà a les aus tirar,
les aus a mon amic.
Son arc a la mà a les aus ferir,
i les que cantaven deixar-les fugir,
les aus a mon amic.
Son arc a la mà, a les aus tirar,
i les que cantaven no les vol matar,
les aus a mon amic.
En francés
Allons là, ma soeur, allons nous dormir
au bord là du lac, où chasser je ai vu
aux oiseaux mon ami.
Allons là, ma soeur, allons nous jouer
au bord là du lac, où je ai vu chasser
aux oiseaux mon ami.
Au bord là du lac, où chasser je ai vu,
son arc à la main, les oiseaux blesser,
aux oiseaux mon ami.
Au bord là du lac, où je ai vu chasser,
son arc à la main, les oiseaux tirer,
aux oiseaux mon ami.
Son arc à la main, les oiseaux blesser,
et celles qui chantaient il les laisse fuir,
aux oiseaux mon ami.
Son arc à la main, les oiseaux tirer,
et celles qui chantaient il ne les veut pas tuer,
aux oiseaux mon ami.
En italiano
Andiamo, sorella, andiamo dormire
sulle rive del lago dove io cacciare vidi
agli uccelli il mio amico.
Andiamo, sorella, andiamo giocare
sulle rive del lago dove vidi cacciare
agli uccelli il mio amico.
Sulle rive del lago dove io cacciare vidi,
il suo arco nella mano, agli uccelli ferire,
agli uccelli il mio amico.
Sulle rive del lago dove vidi cacciare,
il suo arco nella mano, agli uccelli tirare,
agli uccelli il mio amico.
Il suo arco nella mano, gli uccelli ferire,
e quelle che cantavano lasciarloro fuggire,
agli uccelli il mio amico.
Il suo arco nella mano, agli uccelli tirare,
e quelle che cantavano non vuole ammazzare,
agli uccelli, il mio amico.
En gallego
Vamos, miña irmá, vamos durmir
na beira do lago onde eu andar vin
ás aves o meu amigo.
Vamos, miña irmá, vamos folgar
na beira do lago onde eu vin andar
ás aves o meu amigo.
Na beira do lago onde eu andar vin,
o seu arco na man, ás aves ferir,
ás aves o meu amigo.
Na beira do lago onde eu vin andar,
o seu arco na man, ás aves tirar,
ás aves o meu amigo.
O seu arco na man as aves ferir
e as que cantaban deixalas gorir,
ás aves o meu amigo.
O seu arco na man, ás aves tirar
e as que cantaban non quere matar,
ás aves o meu amigo.
En inglés
Let's go, my sister , let's go to sleep
on the banks of the lake where I saw to chase
my friend at the birds.
Let's go, my sister, let's go to play
on the banks of the lake where I saw to chase
my friend at the birds.
On the banks of the lake where I saw to chase,
his arch in the hand, at the birds he was wounding,
my friend at the birds.
On the banks of the lake where I saw to chase,
his arch in the hand, at the birds he was shooting,
my friend at the birds.
His arch in the hand, at the birds he was wounding,
and those who were singing he was leaving them to flee,
my friend at the birds.
His arch in the hand, at the birds he was shooting,
and those who were singing he does not want to kill,
my friend at the birds.
☛ Fernando Esquío. Vaiamos, irmana, vaiamos dormir (cantigas.fcsh.unl.pt)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Vaiamos, irmana, vaiamos dormir
Vaiamos, irmana, vaiamos dormir
nas ribas do lago u eu andar vi
a las aves meu amigo.
Vaiamos, irmana, vaiamos folgar
nas ribas do lago u eu vi andar
a las aves meu amigo.
Nas ribas do lago u eu andar vi,
seu arco na mãao as aves ferir,
a las aves meu amigo.
Nas ribas do lago u eu vi andar,
seu arco na mãao a las aves tirar,
a las aves meu amigo.
Seu arco na mano as aves ferir
e las que cantavam leixa-las guarir,
a las aves meu amigo.
Seu arco na mano a las aves tirar
e las que cantavam non'as quer matar
a las aves meu amigo.
7 de noviembre de 2013
Safo
[…]
Aunque vive Arígnota en la lejana Sardes,
muchas veces vuelve aquí en su pensamiento.
Cuando vivimos juntas siempre te consideró
cual una diosa,
y en tu canto se gozaba entre todos.
Ahora destaca entre las mujeres lidias
como en ocasiones, tras ponerse el sol,
la luna de sonrosados dedos supera a todas las estrellas,
cubre con su luz las saladas aguas del mar
y también los campos florecidos
por donde el bello rocío se derrama,
donde brotan las rosas y el tierno hinojo
y los tréboles se abren.
Pero a menudo, errabunda por la añoranza
de la dulce Atis, el anhelo en su alma delicada
y la ansiedad en el corazón la devoran.
Y con fuerza nos grita que vayamos con ella,
y su grito, no inadvertido a nosotras,
la populosa noche hace resonar
a través de los mares.
[…]
Y su grito, no inadvertido a nosotras,
en el inmenso espacio hace resonar Himeneo
a través de los mares.
Versión de E. Gutiérrez Miranda, basada en las traducciones de C. García Gual (Antología de la poesía lírica griega, ed. Alianza, 1980), C. Montemayor (Safo. Poemas, ed. Trillas, 1988), J.M. Rodríguez Tobal (Safo. Poemas y fragmentos, ed. Hiperión, 1990) y J. Ferraté (Líricos griegos arcaicos, ed. Sirmio, 1991)
6 de noviembre de 2013
Ezra Pound
Tu alma
delicada y cultivada en hastíos,
Atis.
Oh Atis,
anhelo tus labios.
Anhelo tus breves pechos,
tú inquieta, inalcanzable.
☛ Ezra Pound. O Atthis (bartleby.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
O Atthis
Thy soul
Grown delicate with satieties,
Atthis.
O Atthis,
I long for thy lips.
I long for thy narrow breasts,
Thou restless, ungathered.
1 de noviembre de 2013
Gensho / Kaiga
Gensho
Un cementerio:
luciérnagas de otoño,
dos o tres.
Kaiga
Extrañas, como mensajeras
vuelan, a un lado y otro,
las luciérnagas.
De Poemas japoneses a la muerte, antología de Yoel Hoffmann (DVD Ediciones, 2000)
25 de octubre de 2013
T. S. Eliot
«Sale de la mano de Dios, el alma sencilla»
a un llano mundo de cambiantes luces y ruido,
a la luz, lo oscuro, seco, húmedo, helado o cálido;
moviéndose entre las patas de mesas y sillas,
subiendo o cayendo,
agarrándose a besos y juguetes,
avanzando audazmente, súbitamente alarmándose,
retirándose al rincón de brazo y rodilla,
ansiosa de ser calmada, complaciéndose
en el fragante brillo del árbol de Navidad,
complacida en el viento, la luz del sol y el mar,
estudia el soleado dibujo del suelo
y corriendo permanece en torno a una borla plateada:
confunde lo real y lo imaginario,
satisfecha con los naipes y los reyes y reinas,
con lo que hacen las hadas y lo que dicen los criados.
La pesada carga del alma floreciente
desconcierta y molesta más, día a día,
semana a semana, molesta y desconcierta más.
Con los imperativos del “así parece”
y del se puede y no se puede, deseo y control.
El dolor de vivir y la droga de los sueños
acurrucan a la pequeña alma en el asiento de la ventana
detrás de la Enciclopedia Británica.
Sale de la mano del tiempo, el alma sencilla,
irresoluta y egoísta, deforme, lisiada,
incapaz de ir hacia adelante o retroceder,
temerosa de la cálida realidad, del bien ofrecido,
negando la inoportunidad de la mancha,
sombra de su propia sombra, espectro de su propia penumbra,
dejando papeles desordenados en una polvorienta habitación;
viviendo primero en silencio después del viático.
Ruega por Gutiérrez, ávido de velocidad y fuerza,
por Boudin, reventado en pedazos,
por este, que hizo una gran fortuna
y por aquel que siguió su propio camino.
Ruega por Floret, al que el perro de un patán mató entre los tejos,
ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestro nacimiento.
Nota
El primer verso, entrecomillado, procede de Dante, Purgatorio, XVI 85-91: De la mano de aquel que la acaricia / aún antes de existir, cual la muchacha / que llorando y riendo juguetea, / sale sencilla el alma y nada sabe / salvo que, obra de un gozoso artista, / gustosa vuelve a aquello que la alegra. Y donde aquí Gutiérrez, el original dice Guiterriez.
☛ T. S. Eliot. Animula (blueridgejournal.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Animula
'Issues from the hand of God, the simple soul'
To a flat world of changing lights and noise,
To light, dark, dry or damp, chilly or warm;
Moving between the legs of tables and of chairs,
Rising or falling, grasping at kisses and toys,
Advancing boldly, sudden to take alarm,
Retreating to the corner of arm and knee,
Eager to be reassured, taking pleasure
In the fragrant brilliance of the Christmas tree,
Pleasure in the wind, the sunlight and the sea;
Studies the sunlit pattern on the floor
And running stags around a silver tray;
Confounds the actual and the fanciful,
Content with playing-cards and kings and queens,
What the fairies do and what the servants say.
The heavy burden of the growing soul
Perplexes and offends more, day by day;
Week by week, offends and perplexes more
With the imperatives of 'is and seems'
And may and may not, desire and control.
The pain of living and the drug of dreams
Curl up the small soul in the window seat
Behind the Encyclopædia Britannica.
Issues from the hand of time the simple soul
Irresolute and selfish, misshapen, lame,
Unable to fare forward or retreat,
Fearing the warm reality, the offered good,
Denying the importunity of the blood,
Shadow of its own shadows, spectre in its own gloom,
Leaving disordered papers in a dusty room;
Living first in the silence after the viaticum.
Pray for Guiterriez, avid of speed and power,
For Boudin, blown to pieces,
For this one who made a great fortune,
And that one who went his own way.
Pray for Floret, by the boarhound slain between the yew trees,
Pray for us now and at the hour of our birth.
24 de octubre de 2013
e. e. cummings
Mujer, he de tocarte con mi mente.
Tocarte y tocarte y tocarte
hasta que tú me des
de repente una sonrisa, tímidamente obscena
(mujer, he de
tocarte con mi mente). Tocarte
a ti, eso es todo,
suavemente y toda tú has de convertirte
con infinito cuidado
en el poema que yo no he escrito.
☛ e.e. cummings. Lady, i will touch you with my mind (books.google.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013 (For The Returning Brunette)
∼
Lady, i will touch you with my mind
Lady, i will touch you with my mind.
Touch you and touch and touch
until you give
me suddenly a smile,shyly obscene
(lady i will
touch you with my mind.)Touch
you,that is all,
lightly and you utterly will become
with infinite care
the poem which i do not write.
17 de octubre de 2013
Hank Wothreed
«En el subconsciente no hay absolutamente nada y todo arte supuestamente surgido de él es una absoluta superchería».
Roy Oilonkanvas
8 de octubre de 2013
Lord Dunsany
Hay una sutil frescura en la noche de Londres, como si un viento juerguista después de haber perdido a sus camaradas en las tierras altas de Kent hubiera entrado sigilosamente en la ciudad. El pavimento está un poco húmedo y brillante. En los oídos de alguien que a esta última hora se han agudizado mucho resuena el eco de pasos lejanos. Los pasos se van acercando paulatinamente hasta llenar la noche entera. Y una figura vestida de negro pasa y se pierde en la oscuridad: uno que viene de bailar regresa a casa. En algún lugar un baile ha terminado y cerrado sus puertas. Sus luces amarillas se han apagado, los músicos callan, todos los que bailaban han entrado en el aire de la noche, y el Tiempo ha dicho sobre ello: «Dejad que esto sea pasado y concluido y quede entre las cosas que he apartado a un lado».
Las sombras comienzan a destacarse de sus amplios refugios. No menos silencioso que las alargadas y muertas sombras es el movimiento de los cautelosos gatos hacia sus casas. Así tenemos, aun en Londres, nuestro débil presagio de la proximidad del alba, que los pájaros, las bestias y las estrellas gritan en voz alta a los inmensos campos.
No sé en qué momento percibo que la noche misma ha sido irrevocablemente destronada. De súbito la fatigada palidez de las farolas me revela que las calles permanecen silenciosas y nocturnas todavía, no porque haya fuerza alguna en la noche, sino porque los hombres no han salido aún de su sueño para desafiarla. Entonces veo a guardias abatidos y descuidados llevando mosquetes antiguos en las puertas de los palacios, aunque los reinos del monarca que ellos guardan se hayan reducido a una única provincia que ningún enemigo se preocupa de invadir.
Y se manifiesta en el aspecto de las farolas, esas avergonzadas servidoras de la noche, que ya las cimas de las montañas inglesas han divisado el alba, que los acantilados de Dover se alzan blancos ante la mañana, que la niebla del mar se ha levantado y se extiende tierra adentro.
Y ahora llegan hombres con mangueras y van regando las calles.
He aquí que la noche ha muerto.
¡Qué recuerdos, qué multitud de fantasías en la mente! Sin embargo en este momento una noche le ha sido arrebatada a Londres por la terrible mano del Tiempo. Un millón de cosas artificiales cubiertas momentáneamente por el misterio, como mendigos vestidos de púrpura y sentados sobre temibles tronos. Cuatro millones de personas duermen, soñando quizá. ¿A qué mundos habrán entrado? ¿A quién se habrán encontrado en ellos?
Pero mis pensamientos están muy lejos; con Betmoria en su soledad, cuyas puertas se balancean de un lado a otro. De un lado a otro se balancean, y chirrían y chirrían en el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy bellas, pero nadie las ve ahora. El viento del desierto vierte arena en sus goznes, pero ningún centinela acude para limpiarlos. Ningún centinela ronda las almenas de Betmoria; ningún enemigo las asalta. No hay luces en sus casas, ni pisadas sobre sus calles. Permanece allí en pie, muerta y sola, más allá de los Montes de Hap. Y yo quisiera ver Betmoria otra vez, pero no me atrevo.
Hace muchos años, según me han contado, que Betmoria fue abandonada.
Su abandono se comenta en las tabernas de marineros y algunos viajeros me han hablado de ello.
Yo tenía la esperanza de ver Betmoria otra vez. Hace muchos años, dicen, de la última vendimia en los viñedos que yo conocí, donde todo es desierto ahora. Era un día radiante y las gentes de la ciudad bailaban entre las viñas, mientras aquí y allá alguien tocaba el kalipac. Los frondosos arbustos púrpuras estaban en flor y la nieve brillaba sobre los Montes de Hap.
En el exterior de las puertas de cobre las uvas eran aplastadas en tinajas para hacer el sirabub. Había sido una buena vendimia.
En los pequeños jardines al borde del desierto los hombres golpeaban el tambang y el titibuk y tañían melodiosamente el zotibar.
Todo era alegría y canciones y bailes, porque las viñas habían sido vendimiadas y habría abundante sirabub para los meses de invierno, y aún más para canjear por turquesas y esmeraldas a los comerciantes que descendían de Oxuhan. Así se regocijaron todo el día con su vendimia en la estrecha franja de tierra cultivada que se extiende entre Betmoria y el desierto, el cual va a encontrarse con el cielo hacia el Sur.
Y cuando el calor del día comenzó a menguar y se aproximó el sol a las nieves de los Montes de Hap, las notas del zotibar todavía se elevaban claras de los jardines y los brillantes ropajes de los danzarines revoloteaban aún entre las flores.
A lo largo de aquel día tres hombres habían sido vistos a lomos de mulas atravesando las laderas de los Montes de Hap. Tres pequeñas motas negras contra la nieve se movían atrás y adelante siguiendo las revueltas del camino y descendiendo cada vez más. Se les divisó por primera vez al amanecer sobre las crestas de Peol Jaganoth y parecían provenir de Utnar Vehi. Avanzaron durante todo el día y, al atardecer, justo antes de que la luz se fuera y cambiaran los colores, se presentaron ante las puertas de cobre de Betmoria.
Portaban báculos, como suelen portar los mensajeros en aquellas tierras, y parecían sombríamente vestidos cuando todos los danzarines los rodearon con sus atuendos verdes y lilas. Los europeos presentes que oyeron el mensaje no conocían aquella lengua y solo entendieron el nombre de Utnar Vehi. Pero era breve y corrió velozmente de boca en boca y, casi a continuación, las gentes incendiaron los viñedos y comenzaron a huir lejos de Betmoria, marchando la mayoría hacia el Norte aunque algunos se dirigieron al Este.
Se precipitaron de sus hermosas casas blancas y salieron en tropel por las puertas de cobre. Cesaron repentinamente los latidos del tambang y el titibuk y las notas del zotibar, y el tañido del kalipac se detuvo un instante después.
Tras dar su mensaje, inmediatamente los tres extraños viajeros se volvieron tal como habían llegado. Era la hora en que alguna luz habría aparecido sobre las altas torres y de ventana en ventana habrían fluido en el crepúsculo las luces que espantan al león y se les habría echado el cerrojo a las puertas de cobre. Pero ninguna luz salió de las ventanas aquella noche, ni volvió a hacerlo desde entonces, y las puertas de cobre se quedaron abiertas para no volver a ser cerradas nunca más. Y se alzó el rumor del rojo fuego que crujía en los viñedos y el repiqueteo de pies que escapaban con presteza.
No hubo ningún grito ni ningún otro sonido en absoluto; solo una huida resuelta y apresurada. Todos huyeron tan rápida y silenciosamente como una manada de animales salvajes huye cuando de pronto ve a un hombre. Tal como si hubiera acontecido algo a lo que habían temido durante generaciones, algo que únicamente podría ser evitado con la huida inmediata, sin que pudiera haber tiempo para la indecisión.
Entonces el miedo hizo presa de igual modo en los europeos y ellos también huyeron. Mas nunca he llegado a saber qué decía aquel mensaje.
Muchos creen que era un mensaje de Thuba Mleen, el misterioso emperador de aquellas tierras, nunca visto por hombre alguno, ordenando que Betmoria fuera abandonada en soledad. Otros dicen que era una advertencia de los dioses, pero no saben si de dioses contrarios o amistosos.
Y afirman otros que una plaga devastaba una hilera de ciudades en Utnar Vehi, siguiendo el viento sudoeste que durante muchas semanas había estado soplando a través de ellas hacia Betmoria.
Hay quien dice que los tres viajeros sufrían la terrible enfermedad del gnousar y que las mismas mulas estaban infectadas de ella, y suponen que el hambre los condujo a la ciudad, aunque no sugieren ninguna razón para tan horrible crimen.
Pero creen los más que era un mensaje del mismo desierto, que posee toda la Tierra del Sur, hablando con su peculiar grito a aquellos tres que entendían su voz, hombres que habían permanecido sobre la inhóspita arena, sin tiendas durante la noche, que habían pasado el día sin agua, hombres que habían estado allí donde murmura el desierto y habían llegado a conocer sus necesidades y su malevolencia.
Dicen que el desierto tenía necesidad de Betmoria, que deseó entrar en sus encantadoras calles y enviar sobre sus templos y sus casas su tempestuoso viento cubierto de arena. Ya que él odia el ruido y la vista del hombre en su viejo y perverso corazón, y deseaba tener a Betmoria silenciosa y tranquila, a salvo para él y el amor fatal que le susurra a sus puertas.
Si yo supiera qué decía aquel mensaje que los tres hombres trajeron con sus mulas y comunicaron en las puertas de cobre, creo que hubiera vuelto para ver Betmoria otra vez. Pues me invade aquí en Londres una gran ansia de ver de nuevo la blanca y hermosa ciudad. Y sin embargo no me atrevo, ya que no conozco el peligro al que debería enfrentarme, o si tendría que arriesgarme a la furia de terribles dioses desconocidos, o a alguna enfermedad indecible y lenta, o a la maldición del desierto o la tortura en alguna pequeña cámara secreta del emperador Thuba Mleen, o a algo que los viajeros no han contado… algo quizá más espantoso aún.
☛ Lord Dunsany. Bethmoora (sacred-texts.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
24 de septiembre de 2013
Lenguagonía
La noche que la mataron
Rosita estaba de suerte:
de tres tiros que le dieron
nomás uno era de muerte.
Corrido de Rosita Alvírez
El poder centralizalista
con su muy antiguo vasallaje,
los politiquetes aborígenes
con su sempiterna languidez,
la iglesia anticristiana
con su plurisecular cobardía,
los lusofonistas ombligados
con su patética desintegración,
la irreal inacademia
con su enfermiza pusilanimidad,
la burguesía populista
con su tradicional automenosprecio,
el pueblo aburguesado
con su inmemorial estupefacción...
y así, a la lengua gallega,
que tantos siglos yació,
entre todos la mataron
y ella sola se murió.
egm.2013
20 de septiembre de 2013
Carlos Casares
Amemos
el tiempo que nos arrastra y se nos lleva.
Aunque el cielo esté azul y no haya nubes y no llueva,
siempre es pronto
para el fruto que esperamos y no llega.
Amemos a la rosa porque es breve
y al tiempo porque huye y no se detiene,
aunque al borde de las horas, en las esquinas,
mueran las verdades contra el viento
y la noche sea el aroma putrefacto
de las flores que plantamos para salvarnos.
Amemos
las bocas que hieren al besarlas,
a los pianos que crecen y no suenan
y las tardes hermosas que se acaban.
Amemos
aunque la esperanza tire hacia abajo
para enlazarnos siempre contra nuncas
de campos sin aire y corazones parados.
☛ Carlos Casares. Amemos (xoglares.blogspot.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Amemos
Amemos
o tempo que turra de nós e que nos leva.
Inda que o ceo está azul e non hai nubes e non chove,
sempre é cedo
pra o froito que agardamos e non chega.
Amemos á rosa porque é breve
e ao tempo porque fuxe e non se para,
inda que á veira das horas, nas esquiñas,
morran as verdades contra o vento
i a noite seña un recendo podrecido
das frores que chantamos pra salvarnos.
Amemos
as bocas que mancan ao bicalas,
aos pianos que medran e non tocan
e ás tardes fermosas que se acaban.
Amemos
inda que a espranza turre cara abaixo
a vencellarnos sempre contra nuncas
de campos sen aire e corazóns parados.
9 de septiembre de 2013
Manuel Antonio
Oh captain! My captain!
Walt Witman
[1]
Te reservaba un secreto,
aún,
el mar de nieve.
El descubrimiento de su reverso,
y tú, arropado en esa mortaja blanca,
—¡oh silencio helado!—
repitiendo a los oídos del mundo
la victoriosa voz:
¡Tierra!
[2]
Nadie pudo encontrar entre la nieve
esos labios helados
que se le perdieron al silencio.
Y las lejanías,
libres,
desciñeron la soledad.
En el remolino
de la última ráfaga de viento
se fue toda esperanza
y el Sol, apagado.
Ninguna voz podrá atreverse
sin caer muerta a los pies de la nieve
como un pájaro joven.
¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!
☛ Manuel Antonio. Elexía ao capitán Roald Amundsen que se perdeu no Polo Norte (decatroacatro.pressbooks.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda. (Fusión de dos poemas aparentemente inconclusos, e inconexos, de la obra de Manuel Antonio; el segundo es el titulado Elexía ao capitán Roald Amundsen).
∼
Gardábate un segredo aínda
Gardábate un segredo
aínda
o mar de neve
A descuberta do seu reverso
e ti arroupado nesa mortalla branca
―Oh silencio xeado!―
repetindo aos ouvidos do mundo
a vitoriosa voz
Terra!
Elexía ao capitán Roald Amundsen que se perdeu no Polo Norte
Oh Captain! My Captain!
Walt Whitman
Ninguén puido atopar entre a neve
eses beizos xeados
que se lle perderon ao silencio
E as lonxedades
ceibes
descinguiron a soedade
No remuíño
da derradeira rafega de vento
foise toda esperanza
e o Sol apagado
Ningunha voz poderá destemerse
sen caer morta aos pes da neve
coma un paxaro novo
Oh Capitán! Meu Capitán!
3 de septiembre de 2013
Fermín Bouza Brey
El cestillo de densos luminares
que en la tarde callada se derrama,
todo luz, todo oro, todo llama,
envidia de crepúsculos y mares,
es preludio de los brillos lunares
con que la playa oscura se recama,
mientras la ola en pasión ama y desama,
envuelta en las neblinas tutelares…
Ría de Arosa, grávida en colores,
la sirena de atlánticos amores,
que acariciaste mi infancia sencilla,
¡hazme un rincón en tu algoso regazo,
un sepulcro donde duerma a tu abrazo
en la más hosca peña de tu orilla!
☛ Fermín Bouza Brey. Diante do mar de Cambados (bvg.udc.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Diante do mar de Cambados
O canistrel de méstos lumiares
que na serã calada se derrama,
todo luz, todo ouro, todo flama,
enveja de sol-pores e de mares,
prelúdio é dos pálidos luares
com que na noite a praia se recama,
em tanto a onda em paxião ama e desama,
envolveita nas névoas tutelares...
Ria de Arousa, grávida de côres,
serêa dos atlânticos amores
que acarinhache a minha infância ingela,
fai-me un recanto no argacento colo,
um sártego onde durma ao teu arrolo
no mais esquivo côm da tua orela!
30 de agosto de 2013
Fermín Bouza Brey
¡Quién fuera nao señera
de aquel mar no presentido
en las sumergidas tierras!
Sin cielo ni astros, sin viento,
siempre al azar de las olas
tendido al arrobamiento;
sin andar ni desandar,
sin otro cuidado amargo
que dejarse ir por el mar…
¡Quién fuera nao señera!
Sin hito —estrella ni puerto—
¡ser yo la propia ribera!
¡Quién fuera…!
☛ Fermín Bouza Brey. Nao senlleira (blogoteca.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Nao senlleira
¡Quen dera ser nao senlleira
n-aquel mar non presentido
das ja mergulladas terras!
Sen ceo, sen astros, sen vento,
sempre á toa pol-as ondas
deitado no esquecimento,
nin andar nin desandar,
nin ter outro coido acedo
que leijarse ir pol-o mar...
¡Quen dera ser nao senlleira!
Sen fito —estrela nin porto—
ser eu a propia ribeira!!
¡Quen dera...!
26 de agosto de 2013
Algún alguien
Nadie intentará salvarte,
todas las cosas que debo saber,
alguien que se parece a mí,
todas las noches voy,
todos los casos que hay que entender,
alguien como una imagen
en un espejo empañado,
un extraño en un asteroide expatrio,
tan aturdido en la orilla del río,
no tautees mi nombre,
no recéis en la oscuridad,
o una caricatura, o un dibujo
de una artista callejera,
pagazas, fumareles y charranes
van chillando hacia el final del mar,
bastante parecido
aunque ligeramente deformado,
todas las noches vengo,
vuelvo a mentirme un poco más,
una gota de semen sobre
el brazo izquierdo de esta otra galaxia,
algún alguien con mis gestos
o un remedo de ellos,
todo lo dijo la bruja en la cueva
y escuchó la zorra en su madriguera,
alguien que imita mi acento
como un humorista televisivo,
no demasiado bien pero con éxito,
risas, ¡ja, ja, ja!
carcajadas del público
que asiste en directo al show,
¿qué hora es
en el brazo izquierdo de mi galaxia?
son días estos muy extraños
en la fría cosmología,
y en los evos, raras horas,
alguien que usa ropa como la mía,
vaqueros y cazadoras,
pero no de las mismas marcas,
cuando era crío ya solías
jugar con hielo turbio en la mirada
y cambiar de amigos como de novias
después, puertecillas, puertas,
continentes en colisión,
al fúlgido crepúsculo del río
puertas que nunca nadie cruzará,
alguien que pretende saber
lo mismo que yo supiere
pero que no sabe ni apenas briznas,
e non si, Perceval?
mal le pesara saber,
vago río que no navegarás,
todas las noches creen
que ya jamás volverá a amanecer,
¿quién tú eres?
valor para enfrentarse en las tinieblas
a la fatal fascinación
de la más abyecta abominación,
mecago en la sombra de mis cojones,
alguien que dice lo contrario
de lo que él cree que está diciendo
pero que piensa aquello
que se supone que debe pensar,
atordado durante tanto tiempo
que no puede ser cierto, chica,
¿qué hora es?
eso depende de donde tú estés
y de lo que tengas entre los pies,
más risas en directo, ja, ja, ja,
todas las cosas que deba olvidar
perdido en la cerrazón del eclipse
de mis cojones, chica,
y nadie me salvará,
Enrique, te has pasado una vez más,
un alguien que sí que parece
que quizá se parezca a mí
sin ser en realidad
más que una caricatura en la acera
cuando está empezando a llover,
un trozo de cartón mojado
donde el desierto se convierte en mar,
sobre la cúspide de la marea
con que sueñan las hadas afeitadas,
y aun parece que recrece
la masa del universo irreal,
alguien que ya ha tomado mi lugar,
no con mi consentimiento
pero sí con mi distante aquiescencia,
solo por la pura pereza
de no decirle: oiga, ya le vale,
mas nadie te salvará,
thou, Perceval,
y Úther sobre el aliento del dragón
―¡corre, jinete, cabalga!―
busca la gruta del cañaveral,
tanto tiempo confuso y aturdido,
chica, en esas noches vemos
diez fusiles apuntando al vacío,
alguien que con su mala imitación,
¿crees que aún puedo amenizar?
risotadas, ja, ja, ja,
ha convencido a unos cuantos
torpes y desorientados
de que él es lo que no es él,
cómeme, bébete, escúpeme,
algo que empieza con una erección,
en el bosque del crepúsculo gris
solo mi subrazón subsiste,
y está ya convenciéndose a sí mismo,
igualmente torpe y desorientado,
más risas en el plató, ja, ja, ja,
Enrique, eres genial,
de que es quien realmente no es,
todos los casos que yo sé ignorar,
el tiempo y su gravedad,
lo que cantaba la bruja en la cueva
y habló el reptil en su cubil,
mengua la luna antes de medrar,
muévelo para mí, cielo,
muérdeme, cómeteme, trágame,
nada es tan violento como el amor,
camelia obriza, ñipe opalescente,
nadie ha visto, nadie oirá
al viejo perro traidor,
mueve ficha, miente y monta a la bicha,
azul la vela en los ojos del hada
aliabierta y trasquilada,
jugando al más perverso juego
que hemos podido llegar a jugar,
fatal fascinación en la abyección,
mais oui, Perceval,
la seirena del arrecife
susurra su suave canto a la sal
mientras la bruja en la espelunca
enuncia el conjuro abisal,
alguien que camina absorto
y abyecto por los resquicios del tiempo,
llaves equivocadas,
puertas que en ningún cosmos se abrirán,
río de oscuridad, quién eres,
ente exiliado de otro universo
cautivo en la densidad mineral,
por el sur la luz ya vuelve a virar
y con lúgubre resplandor
sella un misterio sin revelación,
―¡corre, jinete, sin descabalgar!―
conque nadie podrá salvarte
cuando el mundo comience a arder
y tus huesos a crepitar,
mon Perceval
…
23 de agosto de 2013
Tomas Tranströmer
Hubo una vez un choque
que dejó tras de sí una larga cola de cometa, pálida y brillante.
En ella vivimos. Vuelve borrosas las imágenes de televisión.
Se acumula en heladas gotas sobre los cables aéreos.
Todavía se puede esquiar despacio bajo el sol de invierno
por entre las arboledas a las que aún se aferran las hojas del pasado año.
Son como páginas arrancadas de una vieja guía telefónica,
los nombres de los abonados engullidos por el frío.
Es agradable aún sentir el propio corazón latiendo.
Pero a menudo la sombra parece más real que el cuerpo.
Un insignificante samurái
junto a su armadura de negras escamas de dragón.
☛ Tomas Tranströmer. Efter någons död (blogs.elespectador.com)
Versión de E. Gutiérrez Miranda a partir de la traducción de Ricardo Bada
∼
Efter någons död
Es war einmal ein Schock
der einen langen, bleichschimmernden Kometenschweif hinterließ.
Wir wohnen in ihm. Die Fernsehbilder verschwimmen in ihm, und
er setzt sich als Eistropfen an der Überlandleitung ab.
In der Wintersonne kann man unaufhörlich auf Skiern gleiten,
zwischen Sträuchern, an denen das Laub von Vorjahr hängt.
Blättern ähnlich aus alten Telefonbüchern –
die Namen der Teilnehmer von der Kälte verschluckt.
Es ist noch immer schön, mein klopfendes Herz zu hören.
Aber manchmal ist der Schatten wirklicher als der Körper.
Der Samurai sieht unbedeutend aus
Neben seiner Rüstung aus schwarzen Drachenschuppen.
22 de agosto de 2013
Álvaro Cunqueiro
En la más ardua cumbre, donde hadas y destinos
liberan sus anhelos en la noche al holgar,
tengo un hato de brezos que guardan veinte pinos,
vigías solitarios hacia la luz lunar.
Y allí, al lado, ceñida de aurifloridos tojos,
muy cerca de una fuente, besada de espadaña,
—¡Santa consagración de mis vagos antojos!—
tengo una ermita blanca tendida en la montaña.
Y ya son mis amigas las aves de rapiña
y tengo por amada un águila muy niña
que en un vuelo los rayos del sol sabe cortar.
Se me unen las urracas, comadres de la cumbre,
y cuando cae la nieve yo enciendo una gran lumbre
y estamos de tertulia en torno de mi lar…
☛ Álvaro Cunqueiro. No máis esvío cume (books.google.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
No máis esvío cume
No máis esvío cume, onde as fadas dos sinos
ceiban os seus anceios nas tebras a vagar,
teño un rabaño de urces, que gardan vinte pinos,
vixías isolados cara á luz do luar.
E alí, ao carón, cinguida de aurifloridos toxos,
pretiño dunha fonte, bicada da espadaña,
—Santa consagración dos meus vagos antoxos!—
teño unha ermida branca no colo da montaña.
Xa fixen amizade coas aves de rapiña,
e teño, por amada, unha aguia pequeniña
que nun voo a raiola do sol sabe cortar.
Véñenme as pegas, as comadres do cume;
e cando cae a neve eu acendo un gran lume,
e facemos fiada ao redor do meu lar…
16 de agosto de 2013
Ezra Pound
Mientras el ruiseñor a su pareja
trinando día y noche la corteja,
mi amada y yo, sin queja,
aquí nos ocultamos
entre flores y ramos,
cuando al guardián de la torre escuchamos
que grita:
«¡Arriba, bribón! ¡Rebulle!
¡Pues veo en verdad
que la claridad
llega y la oscuridad
se escabulle!»
☛ Ezra Pound. Alba (poemhunter.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Alba
When the nightingale to his mate
Sings day-long and night late
My love and I keep state
In bower,
In flower,
''Till the watchman on the tower
Cry:
'Up! Thou rascal, Rise,
I see the white
Light
And the night
Flies:
14 de agosto de 2013
Calímaco
Marchad en mala hora
funestos hijos de la envidia
y juzgad mi destreza
por mi arte y no por rancias medidas;
no esperéis de mí que produzca
el gran poema retumbante
pues no es mío el trueno, sino de Zeus.
Ya cuando por vez primera
apoyé sobre mis rodillas
la cérea tablilla de escribir
dijo Apolo, mi Apolo Licio:
«Es preciso, oh poeta, que me traigas
el incienso bien compacto
pero la musa, amigo, muy ligera;
te ordeno asimismo que evites
los senderos trillados por los carros
y no conduzcas nunca el tuyo
tras las vulgares huellas de los otros
ni por caminos prolijos
sino busca con vigoroso empeño
siempre tu propio sendero,
aunque sea el más áspero y difícil».
Le obedecí, pues yo canto
para aquellos que disfrutan del son
melodioso de las aves
y nunca del roznido de los asnos.
Que otros rebuznen cual las bestias
de alargadas orejas,
mas sea yo el etéreo, el ser alado.
Calímaco. A los lenguaraces
Versión de E. Gutiérrez Miranda basada en la traducción de M. E. Del Río y M. T. Forero, con el título de «Respuesta a los Telquinos», en Calímaco, Himnos, Ed. Aguilar, Madrid 1972.
4 de agosto de 2013
Sujata Bhatt
De esta forma aprendí
a comer la caña de azúcar en Sanosra:
Utilizo los dientes
para desgarrar el duro chaal exterior,
luego muerdo en tiras
el fibroso corazón blanco y
chupo fuerte con los dientes, apretando hacia abajo
y el jugo se derrama.
En las mañanas de enero
el granjero corta la verde y tierna caña de azúcar
y la trae a nuestra puerta.
Por la tarde, mientras los mayores duermen,
nos escabullimos con los suaves y largos tallos.
El sol nos calienta, los perros bostezan,
nuestros dientes crecen fuertes,
nuestras mandíbulas se adormecen
de horas chupando el russ, el jugo
pegajoso por toda la mano.
Así que esta noche
cuando me dices que utilice los dientes
para chupar más fuerte, más fuerte,
entonces, huelo la hierba de caña de azúcar
en tu pelo
e imagino que te gustaría ser
sherdi sherdi afuera en los campos
los tallos se balancean
abriendo un camino ante nosotros.
☛ Sujata Bhatt. Shérdi (Sugar cane) (books.google.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Shérdi (Sugar cane)
The way I learned Sujata Bhatt
to eat sugar cane in Sanosra:
I use my teeth
to tear the outer hard chaal
then, bite off strips
of the white fibrous heart ―
suck hard with my teeth, press down
and the juice spills out.
January mornings
the farmer cuts tender green sugar-cane
and brings it to our door.
Afternoons, when the elders are asleep
we sneak outside carrying the long smooth stalks.
The sun warms us, the dogs yawn,
our teeth grow strong
our jaws are numb ;
for hours we suck out the russ, the juice
sticky all over our hand.
So tonight
when you tell me to use my teeth
to suck harder, harder,
then, i smell sugar cane grass
in your hair
and imagine you'd like to be
sherdi sherdi out in the fields
the stalks sway
opening a path before us.
26 de julio de 2013
Álvaro Cunqueiro
¿Me escuchas así, mi señora amada,
cuando del pecho mío el trovo arde,
o detrás de ti la sombra de mi sueño
locamente a la tuya abraza y besa?
¡Oh, dulce el peso de tu cuerpo en mi imaginación echado!
En este río de mi vagar sin fin
¿qué incendiado navío no navega en la noche?
—¿Por qué este corazón tanta flor mustia,
por qué no es mortal de tanto fuego la ceniza,
por qué aún soy yo de tanta palabra boca?
Mi blanca señora, cuerpo delgado:
este bosque es del tiempo de la más reciente luna,
y ese malvís que tanto aire enflauta
cada día que amanece renace y silba.
Amante, en mi vaso aún canta la sed.
¡Esa luna nevada, amor, que de tu cuerpo
crece con la noche sobre las cumbres de mis ojos!
Deja que rosee, al arrimo de los cerezos,
en las islas de tus ojos el alba rumorosa.
Adormécete a mi lado, en tanto quiebra el día
bajo un techo de alondras, tímidas cantoras.
—¡Ese sueño que por dentro se escurre
y poco a poco asoma a mi rostro!
¿Hace falta, quizá, un caballo rojo
o un ala mortal y fría para saltar fuera de esta lengua de fuego?
☛ Álvaro Cunqueiro. Soedades da miña branca señor (books.google.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Soedades da miña branca señor
Escóitasme así, miña señor amada, cando do peito o meu trobo arde,
ou atrás de ti a sombra do meu soño
loucamente á túa abreixa e bica?
Ouh doce o peso do teu corpo no meu maxín deitado!
Neste río do meu vagar sin fin,
qué incendiado navío non navegas na noite?
―Por que este corazón tanta frol murcha,
por que non é mortal de tanto lume a cinza,
por que inda son eu de tanta verba a boca?
Miña branca señor, corpo delgado:
este bosque é do tempo da máis recente lúa,
i ese malvís que tanto áer enfrauta
cada día que amence renasce e asubía.
Amante, no meu vaso aínda canta a sede.
Esa lúa nevada, amor, que do teu corpo
medra coa noite sober dos cumes dos meus ollos!
Deixa que rose, ao arrimo das cerdeiras,
nas illas dos teus ollos a i-alba rumorosa
Adormece ao meu carón, namentras quebra o día
baixo un teito de alaudas, tímidas cantadoras.
―Ese sono que por dedentro escorre
e pouco a pouco amósase ao meu rostro!
Fai falla, quezais, un cabalo roxo
ou unha aza mortal e fría pra brincar fora desta lingua de lume?
18 de julio de 2013
Álvaro Cunqueiro
1. Cuando fallece un hombre
Cuando fallece un hombre, muere una ciudad.
Se va él, pero no solo.
Se lleva sueños, palabras, deseos que fueron, besos,
tristezas, amistades, grandes carcajadas. Todo esto
en el hatillo que le fue entregado.
Pero también se lleva de los otros:
el aroma de aquel rincón, aquella hora
de sol de invierno en la plaza, la fuente
bajo los plátanos, el olor a miel de la confitería, unos
¡buenos días, señora Pepa!, y ella sonriendo, gorda;
la discusión en el Comité: ¡yo estoy por la
mejora del ganado negro! No sabía por qué.
Él amaba un cierto paisaje, una cierta
forma de las estrellas, y la hierba, y el canto del gallo,
una cierta voz en los hombres, y un color en las vacas.
Y la ciudad —el mundo— decía: Mijail me está viendo también.
Y seguía, seguían las horas, las estaciones, los siglos.
El mundo, porque alguien lo miraba, seguía yendo.
Pero un día cualquiera cien Mijail mueren
y el mundo se acaba, perdido, solo, sin que nadie lo mire
amorosamente, como es debido.
Firmado como de Decio Arveanu, rumano. Publicado el 9 de agosto de 1964.
2. Erikson se vuelve para escuchar a su juventud
Y cuando se dio cuenta, se quitó la gorra
para llenarla con las flores del prado.
—Pero las flores están solamente
en un sueño, mecidas por una brisa tibia,
que también era sueño, sueño, sueño—.
Había tenido los años como trigo dorado
en las manos, en el corazón, en las palabras.
—En los ojos también, sí, con los que medía
el talle de la muchacha y la carrera de las estrellas—.
Pero no lo supo entonces.
Ahora que por vez postrera sueña
que escucha al cuco en el ciprés,
con la gorra parda en la mano y los huesos
solamente calentados por los recuerdos
—¡oh hondo pozo negro, vida agotada,
perros sueltos del corazón, violín sin cuerdas!—,
se vuelve: la perdida juventud debe estar cantando
más allá de las colinas, del mar, de las colinas,
del mar. Aún cantando.
Firmado como de Sigurd Hallkness con el añadido «Da Paixón de Erikson» ('De la Pasión de Erikson'). Publicado en 1966.
3. Yo quisiera tener las voces
Yo quisiera tener todas las voces,
las que sirven para decir amor.
La voz de la madre que desde la ventana
¡adiós! dice al hijo que se va al mar.
—Y la voz de la madre, que desde la puerta,
¡bienvenido seas! dice al hijo que viene del mar—.
Y también al hombre, o al amante.
Para decir amor tiene que haber voces como de bosque
o de río en cascada, y aun otras
suaves como una piel suave.
La voz de Francisco para decir amor a toda cosa
y voces de amor carnal, casi suspiros.
Y al final, cuando tuviera todas las voces
—¡adiós, enamorada mía, que vas a mondar
arroz a las lagunas; adiós, dama de Duino
que lloras lágrimas de oro y encaje de Venecia!—,
al final, digo, ser dueño de esa voz secreta
que solamente un oído escuche,
que viene como viene la noche,
sin saber de dónde,
poniéndose su blusa de estrellas.
Firmado como de Enzo Carletti da Murona, italiano. Publicado el 10 de julio de 1966.
4. El vagabundo
Metí todos mis días en un hatillo remendado
y me eché a andar.
Yo mismo hacía los caminos que me llevaban
lejos, mas allá de los bosques,
por la orilla del mar, por el mar mismo.
Y en el hatillo, al lado de los días míos
—infancia, juventud, madurez, vejez—,
iba metiendo el pan de las limosnas.
Alguna vez el pan estaba aún caliente y al tocarlo
resucitaba un día mío en el que, muy joven,
vi a una mujer hermosa que cogía flores en el jardín.
En el sur me agasajaban con vasos de vino.
Pero ya es tiempo de volver. Me canso, y ya no sé soñar.
Como una colmena hendida por un rayo
ya no enjambran las abejas en verano
dentro de mí. Sueños no hay, ni inquietudes.
En la vieja casa haré lumbre y le contaré a las llamas
de qué modo muere un vagabundo.
Firmado como de Eliano Ardeanu, rumano. Publicado el 23 de noviembre de 1969.
5. Ya fue la tierra
Ya fue la tierra, ya no es.
O mejor dicho, se fue la tierra,
quizá por el aire, quizá por el mar.
—Nube e isla deberían tener
la misma definición en las geografías—.
Ya fue la tierra. Desde donde vivo prisionero
no puedo dar testimonio de que haya
árboles, pastizales, ríos, montes,
el desierto de Arabia, y aquella planicie
cenagosa, donde en una colina estaba el pueblo en que nací,
y desde donde veía como el Adigio iba hacia el mar.
Cemento y cemento, hierro y hierro. Solo.
Pero, cuando vuela una golondrina y yo sé que es abril,
o cuando llueve, o cuando nieva,
¿podría yo decir que no hay tierra, que ya fue,
que es cosa de historia, desde el tragaluz
de la celda de cemento en la que vivo?
Firmado como de Carlo da Marjolana, italiano, con el añadido «De De cando vivía soio, 1958, na cadea de Rusia», ('De De cuando vivía solo, 1958, en la prisión de Rusia'). Publicado el 15 febrero de 1970.
6. Aún no sé para qué…
Debe haber por ahí gente
a la que le sobre un poco de tiempo de su vida,
y podría dármelo a mí, que agoto el mío
echado en mi asiento, al lado de la arena caliente
y del esqueleto del ciervo que creía
que al norte había fuentes de agua fresca.
Mis ojos ya no saben distinguir un árbol en otoño
de una mujer que se yergue del suelo
después de haber parido un niño rubio
y lo levanta sobre su cabeza.
No diferencio las lenguas ni los vientos
y he olvidado ya el regazo de mi madre
y a Katty, a la que besé en una oreja y lloró.
Muriendo, pido una limosna de tiempo
aunque no sé para qué…
Firmado como de Erik Triggvason, sueco, con el añadido «De Vidas e mais vidas», ('De Vidas y más vidas'). Publicado el 21 de junio de 1970.
7. El tiempo de los pobres
Los pobres tienen mucho más tiempo que los ricos
—y también más frío, más hambre, más soledad,
más lluvia, más sol, más luna, más viento—.
Se conocen entre ellos, y tienen una lengua propia
hecha de miedo y de rabia, humildosa en la corteza
y por dentro llena de dientes afilados.
Entre los pobres de mi isla aprendí
que cuando muere un niño la gente olvida el habla,
y solo al día siguiente vuelve aprender a hablar,
primero los otros niños, después la madre, después los perros.
Firmado como de Argret Svaden, danés, con el añadido «De As outras vidas», ('De Las otras vidas'). Publicado el 12 de julio 1970.
8. La nao de Sigvar Sigvarson
¡Vamos, halcón de la ribera, del mar mayor!
Pinté una serpiente de oro en mi vela
y en mi pecho me tatuaron el nombre de mi perro,
Sok, mi perro pastor, el que guarda mi rebaño.
Quiero, cuando yo vaya por el gran mar
y no vea tierra al este,
que mis guerreros lean en mi pecho
el nombre de mi perro; yo tumbado en un lecho de cueros,
echando una siesta, pero oyendo decir ¡Sok!
y soñando con los pastizales de Bjora, donde mi perro
reúne el rebaño al anochecer y ladra contando
las pardas ovejas al entrar en el redil
mientras mansamente cae la nieve.
Y mi nave navegando por riberas
de sol, limoneros, viñas y olivares.
Firmado como de Argret Svaden, igual que el anterior y publicado en la misma fecha.
9. Tantos caminos busqué
No para volver a mi casa
sino a aquella ciudad mencionada en el viejo libro,
acostada en la llanura polvorienta, entorno a una torre,
muchos caminos busqué, entré y salí por laberintos
y en la boca de la cueva saludé a la Polar.
En ligeros veleros pasé el mar con ella.
Y siempre yo, libre y virgen, entre las muchachas desnudas
bajo los puentes de ríos sin nombre,
o a las puertas de un burdel, con mi gorro rojo,
por curiosidad de ver mujeres tan usadas.
Yo soñaba aquella ciudad del viejo libro
en días de vendimia, cuando entran en ella
los burros negros con canastos llenos de racimos.
Ya solo con pasar dos hojas más del libro
yo me encontraba en la bodega catando vino tinto.
Un solemne calor me henchía y yo llegaba
a ser un rey allá abajo,
galopando a la sombra de los abedules.
Pero, verdaderamente, soñaba con aquella ciudad
porque no existía,
y yo vivía en una isla llamada Tulé,
de oficio remendador de redes, veinte años, cojo y soltero.
El libro había llegado a Tulé por el mar, en una botella.
Cosas que les suceden a los soñadores.
Firmado como de Frank Sigmundson, sueco, con el añadido «Do libro O soñador en Tulé», ('Del libro El soñador en Tulé'). Publicado el 18 de julio 1970.
10. Aquellos otros ríos
Nacido en una isla pequeña, peñascosa;
yo nunca había visto un río, pero soñé un centenar.
En el mapa de la escuela eran venas azules.
Y cuando por primera vez un río,
corriendo el agua oscura por entre sauces, vi,
y pasar bajo un puente de ocho arcos, lloré,
mientras lo llamaba por su nombre,
dulce como un nombre de mujer.
Y del río surgió aquella del rubio cabello,
y poniendo un dedo sobre sus labios
me dijo: «Calla, y no lo despiertes.
Vete enseguida, no te bañes en sus aguas,
que se tragará tu mirada.
¡Que nada hay que le guste tanto a un río
como un joven extranjero con los ojos vírgenes
de mirar ríos!»
Y la hermosa acariciaba el lomo del río
como si se tratara de un buey bien cebado,
como mi madre el lomo de un buey en la era de la casa
antes de que los criados salieran con él para la feria de las Quendas de mayo.
Aquellos otros ríos azules de los sueños y del mapa,
¿dónde estaban, dónde están, hermosa del rubio cabello,
Lorelei, Lorelei, que me salvaste la vida?
Firmado como de Knut Tellanken, supuestamente traducido por M. Mª Seoane a partir de una traducción del islandés al inglés de W. S. Potter. Publicado el 27 septiembre 1970.
11. Los tres reyes
Melchor estaba esperando
a Gaspar y Baltasar.
Hicieron fuego en un alto
y le añadieron piedras preciosas.
Siete palabras de oro dijo uno,
siete de incienso dijo otro,
siete de mirra dijo el negro,
y los tres a coro otra secreta;
que así se hace, con un fuego encendido,
una estrella.
—¿Por qué parte queda el mundo?
Se preguntaban los tres.
La estrella alumbraba en el cielo.
—¡Ay!, ¿por qué parte quedará Belén?
Y un zagal que recogía broza
los oyó y se rio y les gritó:
—Mira qué tres sabios de Oriente,
mira qué tres Magos de pimpirimpel:
Déjense guiar por la estrella,
y ya llegarán a Belén.
Y el zagal dejó la broza
y saltando se echó a andar,
y llegó a Belén antes
que Melchor, Gaspar y Baltasar.
Firmado como de Enzio Buoncompagni, italiano, con el añadido «Do Libro das cousas sinxelas», ('Del Libro de las cosas sencillas'). Publicado el 27 de diciembre 1970.
12. Desde aquellas ventanas
¡Si aquella mujer, en aquella ventana,
fuera una mujer joven y hermosa
y tuviera una vista tal que pudiera
contemplar mi rostro, y percatarse
de cuánta hambre de amor tengo!
¡Os juro que no puedo vivir sin mujer!
El mismo perro mío, que me lame los pies, lo sabe.
Pero, ¿por qué iba a tener ella esa divina mirada
que deja ver de ventana a ventana
a través de la ancha plaza, y ella no tiene amor,
y yo, en cambio, que tengo todo el amor del mundo,
no puedo ver siquiera, sobre los castaños de Indias,
si ella es joven, si es hermosa?
Y si llora cuando yo lloro, corazón, corazón vacío.
¿Por qué no habrá, ¡oh Dios!, esas miradas?
Firmado como de Giorgio Cantalupo, italiano, con el añadido «De Ninguén ensina a soñar, o seu derradeiro libro, 1970», ('De Nadie enseña a soñar, su último libro, 1970'). Publicado el 17 de enero de 1971.
NotaEntre 1964 y 1980 Álvaro Cunqueiro publicó en las páginas del diario Faro de Vigo varios centenares de traducciones al gallego de poetas de múltiples orígenes, desde Shakespeare y Dante a Jack Kerouac, Leonard Cohen o incluso Li Po. Pero entre ellas Cunqueiro deslizó una docena de poemas de autoría propia que disfrazó como traducciones de distintos idiomas y firmó con nombres falsos. Todos habrían sido traducidos al gallego por un supuesto Manuel María Seoane, excepto el primero de los publicados, firmado como traducción de Álvaro Labrada.No son raras estas imposturas entre poetas, traductores y mistificadores de toda capa. Así en algunas antologías de poesía griega y romana publicadas en España figura algún que otro poema de la mano exclusiva del propio traductor.Del olvido en el que yacían en la profundidad de las hemerotecas fueron rescatados estos poemas de Álvaro Cunqueiro por Iago Castro Buerger en su trabajo de 2004 Os alófonos fantásticos. Poemas descoñecidos de Álvaro Cunqueiro. Si bien se incluye allí un poema, «Os rizos da señora MacKenzie», de autor real, el periodista y poeta italiano Antonio Barolini, que por un doble error tipográfico aparece como Bariolim, pero que efectivamente es autor de las Elegie di Croton, 1959, que Cunqueiro cita en su versión.Los poemas fueron publicados por primera vez en libro en Álvaro Cunqueiro, Poesía 1933-1981, editorial Galaxia 2011, editados por Xosé-Henrique Costas y Iago Castro Buerger, con el epígrafe Poemas apócrifos, donde se incluye de nuevo a Antonio Barolini y aparece un poema antes ignorado, Erikson vólvese pra escoitar a súa mocidade.☛ Os alófonos fantásticos. Poemas descoñecidos de Álvaro Cunmqueiro (poesiagalega.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
Doce poemas apócrifos
Cando se fina un home
Cando se fina un home, morre unha cidade.
Vaise íl, pro non soio.
Leva soños, verbas, desexos que foron, bicos,
tristuras, amistades, grandes risadas. Todo isto
no fardelo que lle foi dado.
Pro tamén leva dos outros:
o aroma de aquel recuncho, aquela hora
de sol de inverno na praza, a fonte
sob os plátanos, o cheiro de mel da confiteiría, uns
¡bos días, señora Pepa!, i-ela sorrindo, gorda;
a discusión no Comité: ¡eu estou póla
mellora do gado mouro! Non sabía por qué.
Il amaba unha certa paisaxe, unha certa
forma das estrelas, i-as herbas, i-o canto do galo,
unha certa voz nos homes, i-unha color nas vacas.
I-a cidade —o mundo— decía: Mijail estame vendo tamén.
E seguía, seguían as horas, as estaciós, os séculos.
O mundo, porque alguén o miraba, seguía indo.
Pro un día calisquer cen Mijail morren
i-o mundo acaba, perdido, soio, sin que ninguén o olle
amorosamente, como é debido.
Erikson vólvese pra escoitar a súa mocidade
E cando se decatou, quitou a pucha
pra enchela coas froles do prado.
—Pro as froles están somentes
nun soño, abaneadas por un ventiño morno,
que tamén era soño, soño, soño.
Tivera os anos coma trigo dourado
nas mans, no corazón, nas verbas.
—Nos ollos tamén si, cos que medía
o van da moza e a carreira das estrelas.
Pro non o soupo daquela.
Agora que por vez derradeira soña
que escoita o cuco no alcipreste,
coa pucha parda na man, e os ósos
somentes quentados polos recordos,
—ouh fondo pozo mouro, vida esgotada,
cas ceibados do corazón, violín sen cordas!—
vólvese: a perdida mocidade debe de estar cantando
máis aló dos outeiros, do mare, dos outeiros,
do mare. Aínda cantando.
Eu quixera ter as voces
Eu quixera ter tódalas voces,
as que sirven pra decir amor.
A voz da nai que dende a fiestra
adeus di ó fillo que vai pró mar.
—I-a voz da nai, que dende a porta,
¡benvido sexas! di ó fillo que ven do mar.
E tamén ó home, ou ó amante.
Pra decir amor ten que haber voces como de bosque
ou de río en fervenza, e deloutras
soaves coma unha pel soave.
A voz de Francisco pra decir amor a toda cousa
e voces de amor carnal, cáseque salaios.
I-a final, cando tivera tódalas voces,
—adeus, namorada miña, que vas a mondar
arroz nas lagoas, adeus, dama de Duino
que choras bágoas de ouro i-encaixe de Venecia!
á final, digo, ser dono disa voz segreda
que somentes un ouvido escoite,
que ven coma ven a noite,
sin saber de onde,
vestíndose a sua chambra de estrelas.
O vagabundo
Metín tódolos meus días nun fardelo mendado
e boteime a andar.
Eu mesmo faguía os camiños que me levaban
lonxe, mais aló dos bosques,
pola beira do mar, polo mar mesmo.
E no fardelo, a carón dos días meus,
—infancia, mocidade, madureza, vellice—
iba metendo o pan das esmolas.
Algunha vez o pan aínda estaba quente i ó tocalo
resucitaba un día de meu no que, mociño,
ollei unha dona fermosa que collía frores no xardín.
No sur, agasallábanme con vasos de viño.
Pro, xa é tempo de volver. Canso, e xa non sei soñar.
Coma un trobo rachado por un raio,
ya non enxamian as abellas no verán
drento de min. Soños non hai nin inquedanzas.
Na vella casa farei lume, e contareille ás chamas
como é que morre un vagabundo.
Xa foi a terra
Xa foi a terra, xa non é.
Ou mellor dito, foise a terra,
quizaves polo áer, quizaves pola mar.
—Nuben e illa deberían ter
a mesma definición nas xeografías.
Xa foi a terra. Dende onde vivo prisoeiro
non podo dar testimoño de que haxa
arbres, pasteiros, ríos, montes,
o deserto de Arabia, i aquela chaira
lamagosa, onde nun outeiro estaba o pobo en que nascín,
e de onde ollaba coma o Adigio iba pro mar.
Cemento e cemento, ferro e ferro. Soio.
Pro, e cando voa unha anduriña i eu sei que é abril,
ou cando chove, ou cando neva,
podería eu decir que non hai terra, que xa foi,
que é cousa de historia, dende a fiteira
da celda de cemento na que vivo?
Aínda non sei para que…
Ten de haber por ahí xente
á que lle sobre un pouco de tempo da súa vida,
e podería darmo a min, que esgoto o meu
deitado na miña sede, a carón da area quente
e do esquelete do cervo que coidaba
que ao norde había fontes de auga fresca.
Os meus ollos xa non saben distinguir un arbre no outono
dunha muller que se ergue do chan
despoixas de ter parido un neno louro
e o levanta sober da súa cabeza.
Non diferencio as falas nin os ventos
e teño xa esquencido o colo da miña nai
e a Katty, á que biquei nunha orella e chorou.
Morrendo, pido unha esmola de tempo
aínda que non sei para que…
O tempo dos probes
Os probes teñen muito máis tempo que os ricos
—e tamén máis frío, máis fame, máis soedade,
máis choiva, máis sol, máis lúa, máis vento.
Coñécense entre eles, e teñen unha fala propia
feita de medo e de raiba, humildosa na coda
e por dedentro chea de dentes afiados.
Entre os probes da miña illa adeprendín
que cando morre un neno, a xente esquece a fala,
e soio ao día seguinte volven adeprender a falar,
pirmeiro os outros nenos, logo a nai, logo os cas.
A nao de Sigvar Sigvarson
Imos, falcón da ribeira, do mar maior!
Pintei unha serpe de ouro na miña vela
e no meu peito tatuáronme o nome do meu can,
Sok, o meu can de pastor, o que garda o meu rebaño.
Quero, cando eu vaia polo gran mar
e non vexa terra ao leste,
que os meus guerreiros lean no meu peito
o nome do meu can, eu tumbado nun leito de coiros,
botando unha soneta, pro ouvindo decir ¡Sok!
e soñando cos pasteiros de Bjora, onde o meu can
axunta o rebaño á noitiña, e ladra contando
as pardas ovellas entrando no cortello,
namentras manseliño folerpa.
E a miña nave navegando por ribeiras
de sol, limoeiros, viñas e oliveiras.
Tantos camiños busquei
Non pra volver á miña casa
senón a aquela vila refranada no vello libro,
deitada na chaira poeirenta, arredor dunha torre,
muitos camiños busquei, entrei e saín por laberintos
e na boca da cova saudei á Polar.
En lixeiros veleiros pasei o mar con ela.
E sempre eu, libre e virxe, entre as rapazas núas
sob as pontes de ríos sin nome,
ou ás portas dun burdel, co meu gorro roxo,
por curiosidade de ver mulleres tan usadas.
Eu soñaba aquela vila do vello libro
en días de vendima, cando entran nela
os burros negros con canastros cheos de asios.
Xa somentes con pasare dúas follas máis no libro,
eu atopábame na adega catando viño roxo.
Un solene calor enchíame i eu chegaba
a sere un rei acolá embaixo,
agallopando á sombra das abidueiras.
Pro, verdadeiramente, soñaba con aquela vila
porque nóna había,
i eu vivía nunha illa chamada Tulé,
de oficio remendador de redes, vinte anos, coxo e solteiro.
O libro chegara a Tulé polo mar, nunha botella.
Cousas que lle acontecen aos soñadores.
Aqueles outros ríos
Nado nunha illa pequena, peñascosa;
eu nunca ollado tiña un río, pro soñei un centenar.
No mapa da escola eran veas azúes.
E cando por primeira vez un río,
correr a iauga escura por entre salgueiros, vin,
e pasar sob unha ponte de oito arcos, chorei,
namentras o chamaba polo seu nome,
doce coma un nome de muller.
E do río xurdíu aquela do loiro cabelo,
e pondo un dedo sober dos seus beizos
díxome: Cala, e nóno despertes,
vaite axiña, non te bañes nas súas augas,
que che xantará o mirar.
Que nada hai que lle goste tanto a un río
coma un mozo estranxeiro cos ollos virxes
de ollar ríos!
E a fermosa aloumiñaba o lombo do río
coma si se tratase dun boi ben cebado.
Coma miña nai o lombo dun boi na eira da casa
denantes de que os criados saísen con íl pra feira das quendas de maio.
Aqueles outros ríos azúes dos soños e do mapa
ónde estaban, ónde están, fermosa do loiro cabelo,
Lorelei, Lorelei, que me salvache a vida?
Os tres reises
Melchor estaba agardando
a Gaspar e Baltasar.
Fixeron lume nun alto
y amecéronlle pedras preciosas.
—Sete verbas de ouro dixo un,
sete de incenso dixo outro,
sete de mirra dixo o mouro,
i os tres a un tempo outra segreda,
que así se fai, cun lume aceso,
unha estrela.
—De que parte cae o mundo?
Preguntábanse os tres.
A estrela alumeaba no ceo.
—Ai!, de que parte caerá Belem?
E un rapaz que collía molime
escoitounos e riuse e berroulles:
—Mira que tres sabios de Oriente,
mira que tres Magos de pimpirimpel:
déixense guiar pola estrela,
e xa chegarán a Belem.
E o rapaz deixou o molime
e brincando botouse a andar,
e chegou a Belem denantes
que Melchor, Gaspar e Baltasar.
Dende aquelas fiestras
Si aquela muller, naquela fiestra,
fose unha muller nova e fermosa,
e tivese unha vista tal que poidese
contemplar o meu rostro, e decatarse
de canta fame de amor teño!
Xúrovos que non poido vivir sin muller!
O mesmo can meu, que me lambe os pés, o sabe.
Pro, por que iba a ter ela esa diviña ollada,
que deixa ver de fiestra a fiestra,
a traveso da ancha praza, i ela non ten amor,
i eu, en troques, que teño todo o amor do mundo,
non poido ver xiquer, sober dos castiñeiros de Indias,
si ela é nova, si é fermosa?
E si chora cando eu choro, corazón, corazón valeiro.
Por qué non haberá, ouh Deus!, isas miradas?