25 de octubre de 2013

T. S. Eliot

Animula

«Sale de la mano de Dios, el alma sencilla»
a un llano mundo de cambiantes luces y ruido,
a la luz, lo oscuro, seco, húmedo, helado o cálido;
moviéndose entre las patas de mesas y sillas,
subiendo o cayendo,
agarrándose a besos y juguetes,
avanzando audazmente, súbitamente alarmándose,
retirándose al rincón de brazo y rodilla,
ansiosa de ser calmada, complaciéndose
en el fragante brillo del árbol de Navidad,
complacida en el viento, la luz del sol y el mar,
estudia el soleado dibujo del suelo
y corriendo permanece en torno a una borla plateada:
confunde lo real y lo imaginario,
satisfecha con los naipes y los reyes y reinas,
con lo que hacen las hadas y lo que dicen los criados.
La pesada carga del alma floreciente
desconcierta y molesta más, día a día,
semana a semana, molesta y desconcierta más.
Con los imperativos del “así parece”
y del se puede y no se puede, deseo y control.
El dolor de vivir y la droga de los sueños
acurrucan a la pequeña alma en el asiento de la ventana
detrás de la Enciclopedia Británica.
Sale de la mano del tiempo, el alma sencilla,
irresoluta y egoísta, deforme, lisiada,
incapaz de ir hacia adelante o retroceder,
temerosa de la cálida realidad, del bien ofrecido,
negando la inoportunidad de la mancha,
sombra de su propia sombra, espectro de su propia penumbra,
dejando papeles desordenados en una polvorienta habitación;
viviendo primero en silencio después del viático.

Ruega por Gutiérrez, ávido de velocidad y fuerza,
por Boudin, reventado en pedazos,
por este, que hizo una gran fortuna
y por aquel que siguió su propio camino.
Ruega por Floret, al que el perro de un patán mató entre los tejos,
ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestro nacimiento.



Nota
El primer verso, entrecomillado, procede de Dante, Purgatorio, XVI 85-91: De la mano de aquel que la acaricia / aún antes de existir, cual la muchacha / que llorando y riendo juguetea, / sale sencilla el alma y nada sabe / salvo que, obra de un gozoso artista, / gustosa vuelve a aquello que la alegra. Y donde aquí Gutiérrez, el original dice Guiterriez.

T. S. Eliot. Animula (blueridgejournal.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013


                    ∼

Animula

'Issues from the hand of God, the simple soul'
To a flat world of changing lights and noise,
To light, dark, dry or damp, chilly or warm;
Moving between the legs of tables and of chairs,
Rising or falling, grasping at kisses and toys,
Advancing boldly, sudden to take alarm,
Retreating to the corner of arm and knee,
Eager to be reassured, taking pleasure
In the fragrant brilliance of the Christmas tree,
Pleasure in the wind, the sunlight and the sea;
Studies the sunlit pattern on the floor
And running stags around a silver tray;
Confounds the actual and the fanciful,
Content with playing-cards and kings and queens,
What the fairies do and what the servants say.
The heavy burden of the growing soul
Perplexes and offends more, day by day;
Week by week, offends and perplexes more
With the imperatives of 'is and seems'
And may and may not, desire and control.
The pain of living and the drug of dreams
Curl up the small soul in the window seat
Behind the Encyclopædia Britannica.
Issues from the hand of time the simple soul
Irresolute and selfish, misshapen, lame,
Unable to fare forward or retreat,
Fearing the warm reality, the offered good,
Denying the importunity of the blood,
Shadow of its own shadows, spectre in its own gloom,
Leaving disordered papers in a dusty room;
Living first in the silence after the viaticum.

Pray for Guiterriez, avid of speed and power,
For Boudin, blown to pieces,
For this one who made a great fortune,
And that one who went his own way.
Pray for Floret, by the boarhound slain between the yew trees,
Pray for us now and at the hour of our birth.



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