12 de marzo de 2024

Historia secreta de los mongoles

Los dichos de madre Hö’elün

En la primavera de ese año, Örbei y Soqatai, las dos viudas del emperador Ambaqai, fueron a ofrecer sacrificios a los antepasados; pero como dejaran atrás a Hö’elün y no le guardaran ofrendas, Hö’elün dijo: «Yesügei ha muerto, y sabéis que mis hijos son aún pequeños. ¿Por qué me habéis dejado sin mi parte de la ofrenda de carne de nuestros mayores? A fe que, así como me habéis dejado sin ofrendas, habréis de levantar el campamento sin avisarme».

Örbei y Soqatai respondieron: «Tú eres de las que van a las ceremonias sin ser invitada y comes cuanto encuentras a tu paso». Y Hö’elün dijo: «¿Pues no ha muerto el emperador Ambaqai?».

Y las viudas se dijeron: «Ya que tanto porfía, bien haríamos en dejarlos a todos, madre e hijos, en el mismo lugar de acampada y no llevarlos con nosotros». Y así fue, pues al otro día, Tarqutai Kiriltuq, Tödö’en Girte y los demás levantaron el campamento, abandonando a su suerte a la madre y a los hijos. Cuando se iban, el venerable Charaqa intentó persuadirlos, pero Tödö’en Girte le dijo: «Las aguas profundas ya se han secado, las piedras brillantes ya se han quebrado». Y partieron sin atender a razones, clavándole al venerable Charaqa una lanza en la espalda.

Yaciente en casa herido el venerable Charaqa, Temüjin fue a verlo, y el anciano le dijo: «Se llevan a todo nuestro pueblo, que tu padre unió; intenté persuadirlos, pero me han malherido». Temüjin lloró al oír sus palabras, y al cabo partió. Hö’elün, en tanto, montó en su caballo y, mandando enarbolar el estandarte, salió al frente de unos cuantos y consiguió alcanzara a la mitad de los que se habían ido; pero esa mitad no consintió en quedarse con ella y siguió camino en pos de los tayichi’ut.

Quedaron a su suerte la madre y los hijos, abandonados de los hermanos tayichi’ut; pero Hö’elün no desfalleció, pues, con frutos, hierbas y raíces sacó adelante a los hijos; y estos, criados en tiempo de tantos trabajos, crecieron y cobraron la apostura de los emperadores.

Criados con las hierbas que Hö’elün recogía, los hijos crecieron y medraron, y hasta osaban medirse con los hombres. Para alimentar a la madre, de agujas hicieron anzuelos, con los que pescaban en el Onon, y también trenzaron redes para atrapar peces. Así mantenían a la madre.

Pescando un día con Qasar, Bekter y Belgütei, Temüjin atrapó un pez dorado; pero como sus hermanos de distinta madre Bekter y Belgütei se lo quitaran, Temüjin y Qasar volvieron a casa y dijeron a la madre: «Hemos pescado un pez dorado, pero Bekter y Belgütei nos lo han quitado». La madre les dijo: «Cómo podéis trataros así los hermanos, cuando no tenemos otra compañía que no sea nuestra propia sombra, ni otro látigo que no sea la cola del caballo? ¿Cómo podéis vivir en desacuerdo, como los cinco hijos de madre Alan, cuando ni siquiera podemos vengar la afrenta de los tayichi’ut? Dejad de portaros así».

No gustaron a Temüjin ni a Qasar las palabras de la madre, y respondieron: «Nos han quitado la alondra que el otro día cazamos y también el pez dorado que acabamos de pescar. ¿Podemos vivir todos así, en el mismo lugar?». Dicho esto, salieron, apartando con brusquedad la antepuerta. En ese instante Bekter apacentaba los caballos sentado en una loma. Temüjin se escondió detrás y Qasar delante, y sacaron sus flechas para disparar; pero Bekter los vio y dijo: «Aún hemos de vengar la indigna afrenta de los hermanos tayichi’ut, y vosotros, como pelo en el ojo, como espina en la boca, ¿sois incapaces de perdonarme? Matadme, pues, si he de morir, pero no repudiéis a mi hermano Belgütei». Sentado sobre los pies cruzados aguardó sus flechas, y los dos hermanos lo asaetearon a muerte desde delante y desde detrás.

Al volver a casa Temüjin y Qasar, madre Hö’elün, viendo el semblante que sus dos hijos traían, comprendió lo que había ocurrido y dijo: «Tú, Temüjin, naciste aferrando un coágulo de sangre negra en la mano. Vosotros sois como perra que se come su propia placenta, como pantera que ataca en el desfiladero, como león que no puede refrenar su furia, boa que engulle vivos a los animales, águila que ataca a su propia sombra, lucio que traga quedo su presa, camello que muerde los talones de su propia cría, lobo que se ampara en la tempestad para atacar, ganso que devora los polluelos que no pueden seguirlo, chacal que protege su guarida, tigre que atrapa sin vacilación a la presa, fiera que se lanza a ciegas sobre la víctima; vosotros, que no tenéis otra compañía que no sea la de vuestra propia sombra, ni otro látigo que no sea la cola del caballo. Aún no hemos vengado la indigna afrenta de los hermanos tayichi’ut, y vosotros, ¿cómo podéis vivir así y hacer lo que habéis hecho?». Y de tal manera, recitando dichos de los ancianos, los denostó la madre.



Historia secreta de los mongoles. Edición, traducción y notas de Laureano Ramírez Bellerín (altaica.ru, pdf pp. 102-109)



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