23 de enero de 2020

Desplome térmico



De madrugada repintan las líneas
blancas y los pasos de peatones
de las calles sin tráfico y yo vuelvo

a la playa con mi fusil de asalto,
me siento en la arena, apoyo la espalda
en el muro del paseo y espero

a que mis fantasmas vayan brotando
de las profundidades del océano
—en el sueño de un diente de león—,

disparo cuando debo disparar,
y ha sido un buen minuto: por ahora
ni cedo ni me oriento en mi desnorte:

la filosofía del pescador
furtivo empapado antes del alba,
como la del mariscador noctívago

que va en busca de sus nasas perdidas
por los bares de la costa —reflejos
de luces rojas junto a la autopista—,

nunca transgreden los concisos límites
de la banalidad establecida
—oh floración de las palabras liana—,

hasta que todos los conflictos quedan
nada más que en medidos compromisos,
algunas explosiones controladas

en tu campo de minas —considéralo—,
al relente escuchaba a una gaviota
que chiaba acedamente, ave aciaga,

pero ha pasado el otoño y advierte
el parte meteorológico que
se avecina un serio desplome térmico:

encláustrate en tu castillo, reclúyete
hasta el advenimiento irrevocable
de la radiante primavera eterna,

liquen mi alimento, y cianobacterias,
y tú la resurrección de la carne
en el sueño del diente de león,

no seas tan poética, bonita,
todo está ya demasiado podrido:
hay que acelerar el cambio climático:

dejemos de jugar con el azar,
multipliquemos el daño por diez
y acabemos con esto de una vez,

quememos la tierra, ahoguemos el mar,
porque ahora es la hora de morder
la mano que nos daba de comer,

y que esta mierda se vaya a la mierda:
las nieblas de la duna, las llamadas
de las hadas, los besos de la luna,

corales que son huesos gangrenados
y perlas que jamás serán los ojos
de un rey, escucha el grito de las aves:

los que tienen hambre se saciarán
de podredumbre, los que tienen sed
se atiborrarán de ponzoña, y tú,

que buscas la verdad y la belleza,
sigue —pasa de largo— tu camino:
aquí no encontrarás la redención.

Pintan de madrugada en la autopista
confusos manchones serpenteantes;
las chicas beben solas bajo las luces rojas.

egm.2020

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