8 de enero de 2020

Tornillería



Puesto que el apocalipsis requiere
una planificación rigurosa
te invito a
los helechos de luz,
como una respuesta irrefutable
—el tonto mira—,
si mañana no estuviéramos muertos
te invito, vida mía,
a un spritz en el paseo marítimo,
la tornillería
no se puede controlar,
donde haya una ley, halla la trampa,
no se puede comprobar,
pensé en ti,
girándula giróvaga,
pero no en mí,
así
es y siempre ha sido,
hablamos de supervivencia,
no de conseguir un mundo más bello,
más justo y más humano,
¿humano?
probablemente el ser humano
—los paleo-psicólogos dirán—
mentía ya antes
de comenzar a hablar,
esto es,
los primitivos homininos ya
mentían,
con gestos, señas, ademanes,
para alcanzar
sus pequeños objetivos vitales
habituales,
comer, placer, poder,
así
es y desde siempre ha sido,
desde que la primera garra
pudo aferrar con fuerza un palo,
sin comprobantes
ni colorantes,
luego el mecánico engaña al taxista
—tornillos—, el taxista al abogado,
el abogado al dentista
y el dentista al mecánico,
y a todos engaña el político
—y, a los que se dejan, el sacerdote—,
y todos engañan al fisco,
que debiéramos ser todos,
y todas
y todos engañan a todos,
y todas,
así
es y seguirá siendo
así
hasta que la marejada de plásticos,
de metales pesados
e inacción e indiferencia
—el tonto mira—
por fin nos devuelva,
así,
desengañados,
a las huecas tinieblas para siempre,
desenlazados
átomos de carbono, entre
helechos de luz y aire
ofrécete a la Virgen de Ipanema
moça do corpo dourado—,
corre,
perrita, córrete,
que los últimos serán los postreros,
¿ves?
¿no ves? ¿qué ves, si ves?
¿no encuentras?
nada es como tú crees,
nada es como lo ves,
¿es?
mi linda cabecita de chorlito,
¿no es? ¿qué es,
si es?
mentiras como puños,
verdades como truños
flotando en la marea alta
junto a los plásticos decolorados,
dudo ergo existo,
la blondette
et le neodeconceptualisme,
y mientras
buscas a ver si te encuentras,
lees el periódico
de ayer como si fuera el de mañana,
evaluando
el tamaño del aire
y la luz en los helechos,
todos los tornillos sin tuerca,
todas las tuercas sin tornillo,
girando y transmutando intrascendencias,
imbécil,
los tontos son los únicos
—él solo mira—
que lo saben, ellos
se saben tontos y lo aceptan,
pero todos los demás,
las cretinas, los idiotas,
las memas,
los gilipollas, las estúpidas,
los neodesconceptualistas,
siempre ignorarán que lo son,
y así
es como esta mierda
se va decididamente a la mierda,
en casa, a solas,
a veces oyes voces en la noche,
pero es solo —tranqui—
la tele de los vecinos,
series
de retroficción,
deshechos de luz,
en las que las gentes se aman
y se matan, pero
apenas comen, no defecan
ni orinan,
ni se preocupan
de su propia sobrevivencia
ni la de su tierra
—su Tierra—, como
si las más simples funciones vitales
habituales
humanas no existieran,
como un chorlito sin cabeza,
ay, así,
giróvaga girándula,
pensé en ti —oxidados
tornillos—, atibórrate
de crema de aguardiente, vida mía,
aquí no saben
ni preparar un campari con soda,
ni quieren,
deshechos del aire,
en otro canal los extraterrestres
están invadiendo la Tierra,
hora era,
ira,
te diré exactamente cómo
—entre plásticos,
monóxidos, deshielo, lluvia ácida
y algún tornillo—
se nos devorará el apocalipsis:

mientras
el cosmos gira
y el mundo expira,
el tonto mira.

egm.2020

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