Cuando joven,
pollo inmaturo,
veía
lo que los demás
no veían
ni imaginaban:
no un don
ni una maldición,
era
el trozo de tarta
que me ha tocado morder;
ahora,
raposo rancio,
sé
lo que los otros
no pueden
saber ni suponer:
ningún don
ni maldición,
es
el cacho de hueso
que me ha tocado roer.
Nadie ha visto tanto
como el que jamás quiso ver.
egm.2020
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