5 de agosto de 2015

Manuel Núñez González

La nieve

Sopla una fina ventisca de la montaña
que ahoga y hiere y entumece y quema;
se corta el aliento sin salir de la boca,
y se hiela la sangre en las arterias.
Un instante de calma: se detiene el frío,
se queda la atmósfera silenciosa y tibia,
los ojos parpadean, en el espacio
la oscura claridad tirita,
y cual lluvia de flores, nubla los aires
ejército sin fin de mariposas.
Nevar y más nevar; el blanco armiño
va envolviendo el pedregal de la sierra;
poquito a poco hacia los montes baja,
borra los caminos, y el lugar entierra.
Van a la madriguera los conejos; los pájaros
tiemblan de frío y hasta las chimeneas llegan;
ronda las chozas el lobo y aunque lo siente
no se mueve el mastín de junto a la cancela.
La calma de los sepulcros, esa honda,
vaga, sublime, misteriosa pena
en que el alma al sufrir, sin entenderlo,
siente algo en que es grande la complacencia,
por cualquier lado al que se alargue la vista
con majestad portentosa reina.
Cubierto el mundo con el glacial sudario
en la triste soledad y en la grandeza
un mar sin playas, un desierto inmenso…
¡el cementerio universal parece!

¡A cuántos pobres la nevada encuentra
sin pan en los arcones, en el corral sin leña!



Manuel Núñez González. Salayos, Versos gallegos (galiciana.bibliotecadegalicia.xunta.es)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015


                    ∼

A neve

Sopra un fino corisco da montaña
que abafa e tolle e aterece e queima;
trállase o alento sen saír da boca,
e axeádase o sangue nas arterias.
Un instante de calma: para o frío,
queda a atmosfera silenciosa e tépeda,
os ollos esmuxícanse, no espazo
a escura claridade tremelexa,
e cal chuvia de flores, nubra os aires
exército sen fin de bolboretas.
Nevar e máis nevar; o branco armiño
vai envolvendo o pedregal da serra;
pouquiño a pouco cara aos montes baixa,
borra as congostras, e o lugar enterra.
Entóbanse os coellos; os paxaros
treman co frío e ás lareiras chegan;
rolda as chozas o lobo e malia o sinte
non se muda o mastín de onda a cancela.
A calma dos sepulcros, esa fonda,
vaga, sublime, misteriosa pena
en que a alma ao sufrir, sen entendelo,
sinte de algo que é grande a compracencia,
por calquera lado que se alargue a vista
con maxestade portentosa reina.
Cuberto o mundo co glacial sudario
na triste soidade e na grandeza
un mar sen praias, un deserto inmenso…
o cemiterio universal semella!

A cantos pobres a nevada encontra
sen pan nas huchas, no curral sen leña!


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