Que pasen as correntes apestadas…
¡Que pasen!… qu'outras virán.
Rosalía de Castro
Cojones, no sabemos ni qué hacer,
ayer no pensábamos, hoy pensamos
que podemos empezar a pensar,
arden las cifras, los próceres creen
que deberíamos desinvadir,
aislamiento, santo recogimiento,
salvaguardados en nosotros mismos
destilaremos nuestra propia sangre
y nos mantendremos de nuestra carne,
comed y embriagaros todos con ellas,
y no te me acerques que no te quiero,
el ataque de los cuarcos mutantes
habrá resultado ser de verdad,
gime, llora, grita, pero no tosas,
o vendrá el coco y se te llevará,
recrece la mascarada del miedo
y nunca se lavaron tantas manos,
las huestes de la humana armada temen
—acaso con razón— al más pequeño
de sus muchos y grandes enemigos,
corren bulos y desinformación,
cuentan, dicen que en la frontera norte
ya los centinelas han divisado
sinuosas columnas inacabables
de orcos babeantes y empalmados,
han prohibido los juegos de los niños,
aislamiento, recogimiento, claman
graves los hechiceros en la radio,
los chamanes por su parte sugieren
seguir sus danzas por televisión,
han sido prestamente suspendidas,
por orden de la superioridad,
las partidas de mus y dominó
en los cafés de la plaza mayor,
ni siquiera sabemos qué saber,
retiro, aislamiento, confinación,
quieto, no te me acerques que te meto,
desconcierto y desorganización,
el portavoz real ha confirmado
que lo que no pasó ya pasará,
llora, rellora, pero no estornudes
tan cerca de mi gin-tonic azul,
rerretiro, recontrarrestricción,
madame leconomí se marea
y muy pronto sufrirá un patatús,
el gran mago aconseja seriamente
no seguir nunca los malos consejos
y el califa que quiere ser califa
en lugar del califa afirma y jura
que él lo hubiera hecho mucho peor,
penúltima deshora, en las almenas
resuenan los cornos y los timbales,
al arma, alarma, al alarma, callados
se quedan el tambán y el zotivar
y el ronco y cadencioso titibul,
refugiados contra nosotros mismos
ya no sabemos ni dónde mear,
agarra mi arma, querida niña,
por fin la corona ha desordenado
que recomience la contrainvasión,
huyen los cobardes, pero ¿quién no
gime? deberemos bajar la frente
y, tranquilos, jodernos y esperar
que pasen las corrientes apestadas,
que pasen... que después otras vendrán.
egm.2020
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