Tras la playa, agotados,
se nos hizo muy tarde
para más ironías
y no había desvíos
en los mapas astrales.
De los juegos salobres
—a la arena revierten—
aún persiste en tu boca
el sabor de sus flujos
y una llaga latiente.
El amor es un cuesco,
aunque ya lo sabías.
Has perdido el camino,
la maleza te encierra:
lo que sabes, lo olvidas.
Allá, clara la playa
de fulgores y dunas;
entre innato y crecido,
solo el miedo sostiene
al soldado en la jungla.
El amor se evapora
como niebla del alba.
Luego el sol se ensortija
y, otro día, otras nieblas
en el alba se alzan.
El amor es un cuesco;
lo sabemos, sin duda.
Y vagamos erráticos,
ignorando la herida,
subsistiendo en la jungla.
egm. 2018
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