A
veces solo hablas para no hablar, otoño
en el cerebro y pronto medianoche en los yermos
ingrávidos, callando lo que sueles callar,
en un cerrar y abrir de mente se revelan
los soles y se ocultan los dioses, esto puede
que sea una venganza o acaso una impotencia,
dónde vas, Galileo, dónde, que no te veo,
croajaba el agujero negro al fatuo viajero
del tiempo, tan valiente tal vez como imprudente,
los homínidos tientan el terso monolito
descubriendo el saber que nunca por sí solos
podrían adquirir, ciencia, ficción, falacia,
quiero creer, parpó el dios al sacerdote,
bullendo entre burbujas de comba espuma cuántica
y sagrados versículos también tergiversables,
en el nodo afeitado se conectan espacios
separados y tiempos diferentes, presiona
rápido la segunda tecla de la derecha,
a
veces una brana vibra sobre la obscena
oncena dimensión, fluctuando en su mecánica
excéntrica, y a eso le llamamos crepúsculo,
ella se plancha el pelo teñido cada viernes
y perfila dos orlas simétricas e idénticas
subrayando el melifluo deseo en su mirada,
aunque el tiempo se arrugue aún más a ti te arruga,
gruyó el desvergonzado gusano en su agujero,
y a continuación pulsa el cero, el dos y el uno,
para armar sus trilitos en el círculo místico
los súbditos del Sol leían arduos planos
en las planas pantallas del navío espacial,
mitómanos, mitólogos, micólogos, micciómanos,
el tiempo es la escondida meada de una niña
filtrándose a través de estas tres dimensiones,
el clima y la erosión cuartean el peñasco
en formas definidas de ángulos rectángulos,
ahí pretende ver el experto alienólogo
las huellas sintomáticas de los protoastronautas,
pero entre los caprichos de la naturaleza
destaca, tercamente, la fría geometría,
a
veces se agazapa, tras una densa nube
de gases y de estrellas, nuestro agujero negro
predilecto, atrapando, eternizando el tiempo,
en busca de respuestas, y algo de luz, el brioso
viajero fue a encender su mechero neutrónico
pero olvidó que había dejado de fumar,
la respuesta no late al final de esta línea,
aulló, condescendiente, a la luna la runa
desde su erecta estela, a la velocidad
de la luz los más ciertos hechos viran deshechos,
los actos, putrefactos, la singularidad
apenas es mentira ni tampoco verdad,
a
veces los obreros que elevan las pirámides
oyen Radio Sumeria, timbal y theremín,
mientras levitan rectos bloques de piedra eterna,
eterno es lo fugaz para el ojo del hombre,
eras como un relámpago bailando en mi botella
y eres dúctil y dulce, golosa golosina
condensando mis venas, dame el trallazo eléctrico
de miel en tu mirada, trisó el viajero audaz
entrando al agujero de gusano sin tique,
el dado por las aguas compró una furgoneta
usada y se pasó muy bien cuarenta años
adobando y vendiendo kebab en el desierto,
a
veces truena así, pero en el otro polo
del tiempo irreductible, sin más, crucificasteis
al loco jipi en una vil barraca de feria
y en su cruz te dejaron agonizante mientras
los vecinos del pueblo y los veraneantes
me tiraban con rifles de aire comprimido
y te lanzaban dardos y pelotas de goma,
pero él resueltamente resucitó al tercer
cuarto de hora en punto, el rey, de entre los tuertos,
así es como se escribe la fría geometría,
y ya sus amiguetes te erigían en líder
supremo del cotarro, y los días de fiesta
las niñas de la escuela con sus vestidos blancos
cantan ante el retrato de ese señor con barba,
y tal que así se traza la trigonometría,
a
veces un retrato no es la vera efigie
prodigiosa del dios, ni un trato es un contrato,
oh Romeo, no estás esforzándote nada,
himpla el inca en su trono, ella se desvanece
en la incierta llovizna, pues las máquinas son,
al igual que la carne, más bellas cuando nuevas,
deidad de las letrinas, permíteme siquiera
semialcanzar el post-surrealismo-pop,
perdonen por favor este divagamento,
pulsas la cuarta tecla, y de repente el tiempo
se invierte paulatina si bien violentamente,
te gusta la luz pero no debes negar que
a
veces en la niebla hurgas nieblas oscuras,
sube un hombre borracho por una calle extrema,
mira una mujer sola en la puerta entornada,
murmuraban las musas de calor embriagadas
musitando responsos por el sol y fermiones
mutilaban las costras de sus labios ardidos,
Solotetes, que ama, el enano, en secreto
a doña Clitemnestra, con Orestes jugaba
al julepe en un antro del camino de Delfos,
oh, carámbanos, fuck, larga Hamlet y ahueca
a trincarse a ña Ofelia engomando un porrito,
se los guipa el miranda camellero de Olmedo,
no se apuestan monedas sino solo los iris
de las ninfas aviesas de la noche de asfalto,
luego Arcturo invitaba a una ronda de ajenjo,
a
veces alzo reglas para poder saltármelas,
esculpe un huero pájaro de vaho en la banquisa,
y otras sigo normas que no importan ya a nadie,
después piensas que eres el único arrecife
en un planeta obtuso, o el último planeta
en un viejo universo cuyo tiempo implosiona,
hay ritos más antiguos que el mismo ser humano,
creados en su instinto por mentes animales
que más tarde ha imitado el bípedo alopécico,
el faraón apaga intranquilo la radio,
arrodíllate y órame, le ordena a cualquier sombra,
teme que la pirámide no esté acabada a tiempo,
tiempo, una vez pulsada la tecla verde el tiempo
ya no es reversible y fluye destrabado,
el mundo nunca ha sido realmente seguro,
Egill compone haikus sobre muerte y batallas,
entrechoque de hierros, Perceval, eremita,
en la gruta del bosque se más turba aturdido,
por los campos sin nombre sangran las amapolas,
el escriba en sus cuñas fragua dioses e infiernos,
lisos mares de almas refluyendo hacia el tiempo,
a
veces el viajero recuerda que hoy es viernes,
lo efímero es eterno para el pulso del hombre,
esfuérzate, Guillade, la cierva vuelve el agua,
Guigemar, espabila, el bajel surca ensueños,
el viajero del tiempo no llega a fin de mes,
y ella, anfibia, se pinta mar melifluo en los ojos,
lo humano crea al hombre, roznó el dios al chamán,
el cronón plegó el tiempo, replicaba la niña,
Tristán, digiere el filtro, jamás podrás salvarte,
a
veces no te callas, a veces solo hablas
para que no se note que no quieres hablar,
suena Radio Sumeria, theremín y timbal.
egm. 2017
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