16 de septiembre de 2017

Jimmy Santiago Baca

Día nublado

Hace un día ventoso. Un muro de viento estalla,
resuena contra las ventanas, contra los marcos de hierro,
y cuando pasa por un cristal roto
se revuelve como un gato asustado
en los espacios vacíos del bloque de celdas.

En el patio de ejercicios nos acurrucábamos
con nuestros uniformes carcelarios,
en cuclillas contra la valla,
y el viento se llevaba nuestras palabras
sobre las alambradas,
mientras el guardia en la torre
se sujetaba la gorra ante una súbita ráfaga.

Desde donde yo estaba podía ver la torre principal,
y el viento en mi cara
me daba la impresión de que podría agarrar
la torre como una planta de maíz
y arrancarla de sus raíces de roca.

El viento sopla como en una flauta
en este agujero en la roca,
el borde rodeado por alambre de púas,
con un guardia sentado allí también,
escuchando atentamente los sonidos
cuando las nubes cubren el sol.

Pensaba en el día que llegué a la cárcel,
en el asiento trasero de un coche patrulla,
manos y tobillos encadenados, el policía señaló:
      «¿Ves aquel gran tanque de agua, el grande
      y plateado que sobresale allá lejos?
      Eso es la cárcel».

Y aquí estoy, no puedo creerlo.
A veces es un sueño, un sueño,
en el que me levanto frente al viento,
como ahora, soplando en mi uniforme,
y mis párpados guiñan un poco,
mientras miro incrédulo…

El tercer día de la primavera,
y cuatro años más tarde, puedo decirte
cómo un hombre puede aguantar, cómo un hombre
puede llegar a ser tan cruel, cómo puede morir
o llegar a ser tan frío. Puedo decirte esto,
lo he visto todos los días, todos los días,
y todavía soy lo bastante fuerte para amarte,
me amo a mí mismo y me siento bien;
aun cuando la tierra tiemble y se estremezca,
y no tenga nada a mi nombre,
siento como si lo tuviera todo, todo.



Jimmy Santiago Baca. Cloudy Day (poetryfoundation.org)
jimmysantiagobaca.com
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2017


                    ∼

Cloudy Day

It is windy today. A wall of wind crashes against,
windows clunk against, iron frames
as wind swings past broken glass
and seethes, like a frightened cat
in empty spaces of the cellblock.

In the exercise yard
we sat huddled in our prison jackets,
on our haunches against the fence,
and the wind carried our words
over the fences,
while the vigilant guard on the tower
held his cap at the sudden gust.

I could see the main tower from where I sat,
and the wind in my face
gave me the feeling I could grasp
the tower like a cornstalk,
and snap it from its roots of rock.

The wind plays it like a flute,
this hollow shoot of rock.
The brim girded with barbwire
with a guard sitting there also,
listening intently to the sounds
as clouds cover the sun.

I thought of the day I was coming to prison,
in the back seat of a police car,
hands and ankles chained, the policeman pointed,
“See that big water tank? The big
silver one out there, sticking up?
That’s the prison.”

And here I am, I cannot believe it.
Sometimes it is such a dream, a dream,
where I stand up in the face of the wind,
like now, it blows at my jacket,
and my eyelids flick a little bit,
while I stare disbelieving…

The third day of spring,
and four years later, I can tell you,
how a man can endure, how a man
can become so cruel, how he can die
or become so cold. I can tell you this,
I have seen it every day, every day,
and still I am strong enough to love you,
love myself and feel good;
even as the earth shakes and trembles,
and I have not a thing to my name,
I feel as if I have everything, everything.




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