Tristan qui jamais ne rit.
Chrétien de Troyes
Un gran sollozo
bate sus alas sobre esa costa lejanísima
donde siempre son sus pupilas
un cielo gris perpétuo.
Las cabelleras suenan como rubios
laúdes enamorados del mar
y lentos paisajes temblorosos
se abren detrás de las cortinas.
El crepúsculo se llama «Alba nocturna».
Desarmado
yo voy por esa orilla que la música destruye
con mi negro vestido
y mis tres rosas de blanca ceniza.
Yo voy sin escudo y sin labios,
pasando a través de castillos transparentes,
buscando la ventana rota
que estrellas interiores iluminan.
Las dulces espumas acarician
mi paso leve, y mi sonrisa triste.
Converso con pájaros enormes
mientras crecen por mis piernas las aliagas
y florecen verdísimas violetas
en la vaina vacía de mi espada.
Algo lentamente lunar,
de armonizado y decaído tacto,
imita las mejillas, los párpados;
pero mis manos solas
se pierden en el agua.
Horizontes de pájaros se alejan,
los cambios de este cielo se consumen.
Desarmado
yo voy por esa orilla que mi llanto destruye
con mi vestido negro
y mis tres rosas de blanca ceniza.
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