A partir de observaciones reales
alcanzamos conclusiones dudosas
dependiendo de si llueve o decrece
la luna; debe inferirse de ello
que, natural o adquirido, el saber
percibir sí vale la pena, a menos
que se abandone a sus propios recursos,
intencional o innecesariamente,
tanto si el clima es condescendiente
como arcoíris, isla o lapislázuli,
o si lino, nogal o alcor, corcel
o elefantes, espiga o galopadas,
ya sea erupción o ya fuste de mármol
ceroso del roce de cien mil pieles,
tanto pájaro como maldeamores,
ya sea hormigas en el perineo
como relámpago de dopamina,
ya se trate de alfombra, cama o césped,
o crambe o playa, o campo de amapolas
inflamadas de la luz del verano
o agrio temporal en los roquedos,
ya espejo o farallón, parpadeante
estrella tras la nube o precipicio,
o erección, acción y eyaculación;
ya bien vagina o pubis afeitado
cada sábado a media tarde, ya
perla o nácar, ya fórmula o blasfemia,
tanto si llueve o si orina la luna,
caemos en infaustas conclusiones
observando fielmente lo real.
egm. 2018
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