27 de febrero de 2018

Ada Limón

La mujer caníbal

Busco las palabras adecuadas, pero solo puedo pensar en:
                  paracaídas o agua helada.

No hay nada sino este velero dentro de mí, intentando atrapar
lentamente un viento; tal vez haya un anciano, tal vez un niño pequeño.

Lo que sé es que les gustaría ir a algún sitio; les gustaría ver cómo la vela

se endereza hasta tensarse y los lleva a algún lugar. Pero en cambio
esperan, y llega una breve y suave ola que los deja
                justo donde estaban.

¿Cómo sucedió esto? Ya no hay ningún viento que yo pueda conjurar.

Mi padre me contó la historia de la mujer más grande que una montaña,
que aplastaba secuoyas con sus pies, que podía nadar un lago entero

en dos brazadas; comía carne humana y aterrorizaba a la gente.

Me encantó esa historia. Ella era más grande que cualquier monstruo,
                o el Bigfoot, o la criatura del lago Ness,

una mujer que era como el clima, tan formidable como una tormenta.

Me contó cómo caminaba por el bosque, derribando cada árbol,
las ramas serrín, las hojas esqueleto, cada montaña
                desmenuzada en polvo

Entonces le prepararon una trampa; un agujero tan profundo
que no pudiera salir de él.

                (Yo he conocido esa trampa).

Luego la gente le prendió fuego con antorchas. Y ya no pudo comerlos
ni raptar a sus hijos o arrasar sus árboles.

Me gustó esta parte también. El fuego. Imaginé cómo quemaba su boca,
su piel, y cómo ella trataba de resistir pero no podía, cómo casi lo sintió

bueno para ella, como si finalmente algo satisficiese su deseo con deseo.

Lo que no me gustó fue el final: cómo cada ceniza que voló en la noche
                se convirtió en un mosquito, cómo ella permanece aún
a nuestro alrededor en la oscuridad, multiplicada.

Toda la vida me ha preocupado que mi padre me lo haya dicho porque
ella es mi ira: primero viene esta hambre, luego abismo, después fuego,

y después una mosca casi invisible hecha de ceniza que come y come

                bocado a bocado de aquellos a quienes amo.



Ada Limón. Cannibal Woman (swwim.org)
adalimon.com
Trad. Enrique Gutiérrez Miranda 2018

                    ∼

Cannibal Woman

I’m looking for the right words, but all I can think of is:
parachute or ice water.

There’s nothing, but this sailboat inside me, slowly trying to catch
a wind, maybe there’s an old man on it, maybe a small child,

all I know is they’d like to go somewhere. They’d like to see the sail

straighten go tense and take them some place. But instead they wait,
a little tender wave comes and leaves them
right where they were all along.

How did this happen? No wind I can conjure anymore.

My father told me the story of a woman larger than a mountain,
who crushed redwoods with her feet, who could swim a whole lake

in two strokes—she ate human flesh and terrorized the people.

I loved that story. She was bigger than any monster, or Bigfoot,
or Loch Ness creature—

a woman who was like weather, as enormous as a storm.

He’d tell me how she walked through the woods, each tree
coming down, branch to sawdust, leaf to skeleton, each mountain
pulverized to dust.

Then, they set a trap. A hole so deep she could not climb out of it.

(I have known that trap.)

Then, people set her on fire with torches. So she could not eat them
anymore, could not steal their children or ruin their trees.

I liked this part too. The fire. I imagined how it burned her mouth,
her skin, and how she tried to stand but couldn’t, how it almost felt

good to her—as if something was finally meeting her desire with desire.

The part I didn’t like was the end, how each ash that flew up in the night
became a mosquito, how she is still all around us
in the dark, multiplied.

I’ve worried my whole life that my father told me this because
she is my anger: first comes this hunger, then abyss, then fire,

and then a nearly invisible fly made of ash goes on and on eating mouthful

after mouthful of those I love.




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