No hay ningún sustantivo en particular
para el modo en que una amistad,
estirada con el tiempo, se va haciendo más fina
hasta que un día se parte con un chasquido.
Ningún verbo para romper
accidentalmente una cosa
mientras se intentaba abrirla
—un matrimonio, por ejemplo—.
Ninguna locución específica para
perder un libro
en mitad de la lectura
y por tanto no conocer nunca el final.
No hay ninguna expresión, al menos en inglés,
para evitar la visión
del propio cuerpo en el espejo;
para cuando a uno le desagrada el contacto
del sol del atardecer;
para caminar hacia las llanuras y el polvo
que se extienden ante ti
tras haber acabado tus aventuras.
Ningún adjetivo para hablar gradualmente menos,
porque has dejado de ser capaz
de decir la única cosa que podría
hacer que tu vida se saliera de control.
Ciertamente ningún nombre que uno pueda imaginar
para el álamo temblón delante de la ventana de la cocina,
con hojas en forma de pica
girando en sus tallos,
convirtiéndose a sí mismas en
una verde pálida mancha vegetal.
Ninguna palabra para despertarse una mañana
y mirar al rededor
porque el misterioso espíritu
que impulsa todas las cosas
parece haber vuelto,
y está otra vez a tu lado.
☛ Tony Hoagland. Special Problems in Vocabulary (poetryfoundation.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2017
∼
Special Problems in Vocabulary
There is no single particular noun
for the way a friendship,
stretched over time, grows thin,
then one day snaps with a popping sound.
No verb for accidentally
breaking a thing
while trying to get it open
—a marriage, for example.
No particular phrase for
losing a book
in the middle of reading it,
and therefore never learning the end.
There is no expression, in English, at least,
for avoiding the sight
of your own body in the mirror,
for disliking the touch
of the afternoon sun,
for walking into the flatlands and dust
that stretch out before you
after your adventures are done.
No adjective for gradually speaking less and less,
because you have stopped being able
to say the one thing that would
break your life loose from its grip.
Certainly no name that one can imagine
for the aspen tree outside the kitchen window,
in spade-shaped leaves
spinning on their stems,
working themselves into
a pale-green, vegetable blur.
No word for waking up one morning
and looking around,
because the mysterious spirit
that drives all things
seems to have returned,
and is on your side again.
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