6 de agosto de 2017

Douglas Kearney

Las seis ciudades

I. Ciudad

Señoras y caballeros: la ciudad de bloques.
—Bloques de ciudad, no los de los niños— una letra
cada vez, aprendemos que las palabras son paredes,
casas, puentes; pero los de los niños. Bloques de ciudad,
una letra cada vez, aprendemos que las palabras pueden manchar.
Hongo es una palabra. Como lo es escondite, pero no el juego
infantil. La sangre en las fuentes de ciudad. Señoras
y caballeros: la ciudad de letras.
Planeamos palabras, una letra cada vez. Manchamos
bien las ciudades. ¡Escondite! No el juego infantil;
lecciones. Si al principio no tienes éxito: señoras
y caballeros, la ciudad de los niños. No
de bloques. Caballero, señora: aprendemos
palabras, bien, no bien: p r o b l e m a s m o r f o l ó g i c o s
una letra cada vez.
                              ¿Cómo los niños? Sí.
                                              Por favor.


II. Ciudad

Ayer me desperté y creí que yo era una ciudad, una ciudad verde.

Pero la ciudad cayó como un manto gris de taxis y neones,
de maniquíes y tapas de alcantarillado. Cariño, bajemos al agua,

Sí, aunque no al agua que no queremos. Más bien

el río que recordamos fluyendo desde el denso y húmedo soto-
bosque. Un lugar que hemos deseado visitar, los dos. Ahora vayamos por fin.

Seguiremos el agua como un niño aprende a caminar por las sombras

de sus padres, ambos llevando chaquetas verdes, como si el viento
les dijera: enseñad a vuestro hijo que la gente puede ser lugares,
puede ser matorrales,


puede ser bosques, una arboleda. Y aprendí esto. He sido tantos lugares

en mi vida; alguna vez quizá una ciudad con columnatas esmeralda y chapiteles
como mil chaquetas colgadas en sillas con respaldos-campanario.

Pero no era eso. Yo era un bosque cuyas raíces no habían sido destruidas,

una ciudad verde, pero que habían probado en sí mismas, como yo,
cuando me encontré en la boca del lugar al que llamáis río.
Y cuando bebí para ser cambiado, me convertí en un barranco. Justo ahí,

en el hueco de debajo de la ciudad que no estaba allí en absoluto,
pero distante, como un lugar en un folleto.
Sin embargo nos habíamos convertido en diversos

desperdicios, por lo que soñar con papel sería soñar
con niños in-apropiados… No,

soy ribera, limo arrastrado lentamente de nuevo a la corriente, donde el salmón,
cansado en su envoltura carmesí, dice: los niños son un lugar; si flotas demasiado

estarán detrás de ti. Tú me miras para nombrar el lugar en que nos convertimos.


III. Ciudad

Ciudad de setos pavimentados
y parcelas de cemento,
jardines de argamasa
y viñedos de ladrillo,
campos de hormigón,
huertos de enyesado
y parches de asfalto:
Antagonismo.


IV. Ciudad

Y abrimos cada puerta cerrada
en la atestada ciudad. Sabíamos cómo,
qué hacer. Derribamos
los muros de la ciudad. Se desplomaron.
Todos los niños que habíamos sido
esperaban. Cada uno al que mirábamos,
más bello que el anterior,
el anterior más bello que…
y sabiendo que el que elegimos
sería el niño en que vivir,
¿no estábamos orgullosos? nuestros ojos,
rotos de tanto sonreír,
¿no lloraban acaso rosados, azules?


V. Ciudad

La ciudad de la cimífuga negra.
La ciudad de la arginina.
La ciudad de la flor de trébol rojo.
La ciudad del zinc-zinc y el cobre.
La ciudad del abrojo y la serenoa.
La ciudad del selenio, la L-carnitina.
La ciudad de la centella, la centella asiática.
Qué hacer. Qué hacer.


VI. Ciudad

En la ciudad de los críos abollados
por-ser, todos los relojes se han detenido.
Lágrimas en los ojos, geométricas y sucias. Mugrientos
camiones con remolque avanzan, urgentes
—las marcas de frenazo, los cristales y el fluido—
con la carga ladeada. Sigue dando marcha atrás
contra las bocas de incendio. Sigue montando
sobre el bordillo. Las luces de los porches conducen
a cada felpudo. La puerta de la cocina deformada…
a dentro, a fuera, a fuera, a dentro, mi mujer removiendo su vacía
olla de hierro. El fondo de todas las cosas, seca-
serpiente-en-un-pozo-casi-drenado. Jodido
fuego —bajo aquel gran obelisco—
golpeando su cuello roto contra el humo.



Douglas Kearney. The Six Cities (placesjournal.org)
douglaskearney.com
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2017


                    ∼

The Six Cities

I. CITY
ladies and gentlemen: the city of blocks.
—city blocks, not children’s—one letter
at a time we learn words are walls,
houses, bridges; but that’s children’s. city blocks,
one letter at a time we learn words can stain.
blight is a word. as is tag but not children’s
games. the blood in the city wells. ladies
and gentlemen: the city of letters.
we plan words one letter at a time. we stain
cities well. tag! not children’s games;
lessons. if at first you don’t succeed: ladies
and gentlemens, the city of childrens. not
the blocks. gentleman, lady: we
learn words, well, unwell:— m o r p h o l o g y p r o b l e m s
one letter at a time—
like children? yes.
please.

II. CITY
yesterday, I woke and believed I was a city, a green one.

but the city fell away like a gray robe of taxis and neon,
of mannequins and manholes. sweetheart, let’s go down to the water,

yes, though not the water of what we don’t want. rather

that river we remember flowing from the thick, damp under-
brush. a place we’ve wished to visit, both of us. now, let’s really go.

we’ll follow the water like a child learning to walk shadows

its parents, both wearing green jackets as though the wind
tells them: teach your child that people can be places, can be coppices,

can be groves, a stand of tres. and I learned this. I’ve been so many places

in my life; once, perhaps a city with emerald colonnades and spires
like a thousand jackets hung on steeple-backed chairs.

but that wasn’t it. I was a forest whose roots hadn’t destroyed

a green city but had tasted it into themselves, even as I did,
when I found myself at the mouth of the place you are called river.

and when I drank to be changed, I became a gully. right there,

in the hollow below the city that was not there at all—
but distant, like a place in a brochure. still, we had become several

rushes, so to dream of paper would be to dream of children un-becoming—no,

I am riverbank, silt pulled slowly back into the current, where the salmon,
weary in its crimson envelope, says: children are a place; drift too long

they will be behind you. you look at me to name the place we become.

III. CITY
city of pavement groves
and cement plots,
tarmac gardens
and cinderblock vineyards,
concrete fields,
plaster orchards
and asphalt patches:
—antagonist.

IV. CITY
and we opened each locked gate
in the crowded city. we knew how,
what to do. we broke down
the city’s walls. they fell out.
all the children we had been
waiting for. each we looked at
more beautiful than the last,
the last more beautiful than—
and knowing the one we chose
would be the child to live,
weren’t we proud? our eyes
broken with such smiling,
didn’t they just weep pink, blue?

V. CITY
the city of black cohosh.
the city of arginine.
the city of red clover blossoms.
the city of zinc—zinc and copper.
the city of tribulus and saw palmetto.
the city of selenium, l-carnitine.
the city of gotu, of gotu kola.
what to do. what to-do.

VI. CITY
in the city of dented infants
to-be, the clocks have all stopped.
the eyes’ tears, geometric and foul. dirty
tractor-trailers lumber up, urgent—
the skid marks, the shards and fluid
—with crooked cargo. keep reversing
into fire hydrants. keep humping
over the curb. porch lights missing
every doormat. kitchen doorway’s warped—
in, out, out, in, my woman, stirring her empty
iron pot. the bottom of all things, dry-
snake-in-a-drained-well-like. fucking
fire—below that great obelisk—
knocking its broken neck against the smoke.




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