7 de mayo de 2016

Rabindranath Tagore

En mi cumpleaños

Hoy me imagino las palabras de incontables
lenguajes súbitamente desencadenadas,
después de un largo confinamiento
en el presidio de la gramática, súbitamente en rebeldía.
Enloquecidas por la estampación del cuño
de la implacable formalización reglamentada.
Se han saltado las coacciones de la oración
para buscar la libre expresión en un mundo carente de inteligencia,
rompiendo con sarcasmo las cadenas del sentido
y el ridículo de la corrección literaria.
Así liberadas, sus extrañas
posturas y gritos apelan únicamente al oído.
Nos dicen: «Quienes hemos nacido de la tempestuosa afinación
del primer aliento de la tierra, venimos por nosotras mismas,
raudas como el latido de la sangre, para impulsar
a la absurda vitalidad del hombre a que rompa a bailar en su garganta.
Hinchamos su voz infantil con el parloteo
del primer poema del mundo, el balbuceo original
de la existencia. Somos parientes de los torrentes salvajes
que brotan de las montañas para anunciar
la primavera: traemos a las moradas humanas
los conjuros de la Naturaleza».
El festivo sonido de las hojas susurrando en los bosques,
el sonido que mide el ritmo de las tempestades que se acercan,
el gran sonido del final de la noche cuando abre el día.
De estos campos sonoros el hombre capturó las palabras, las refrenó
como a un potro desbocado en complejas redes de orden que
le permitieran transmitir sus mensajes a las lejanas tierras del futuro.
Montado en palabras embridadas y con riendas
el hombre aceleró
el paso del tiempo en los lentos relojes:
la velocidad de su razón atravesó obstáculos materiales,
explorando recalcitrantes misterios;
con ejércitos de palabras formadas
en líneas de batalla resistió el continuo asalto de la imbecilidad.
Pero a veces se deslizan como ladrones en reinos de fantasía,
llevadas sobre aguas que descienden
del sueño, salvando escollos,
amarrando a la métrica toda clase de restos flotantes y desechos.
A partir de ellas, la mente vagando libre modela
creaciones artísticas
de un tipo que no se ajusta a ningún universo
ordenado y cuyos hilos son tenues, sueltos, arbitrarios,
como una camada de cachorros que se pelean
agarrándose del cuello unos a otros sin propósito ni sentido:
cada uno muerde al otro,
chillan y gañen con estruendo,
pero sus mordiscos y gañidos no significan real enemistad,
su violencia es ampulosidad, furia hueca.
En mi mente imagino palabras tan alejadas de su significado,
multitudes de ellas corriendo frenéticas todo el día,
como si en el cielo hubiera disparatados silabarios escolares resonando,
córcelum, riéndalum, móntalum, en la refriega.



Rabindranath Tagore. On My Birthday (ronnowpoetry.com)
Versión de E. Gutiérrez Miranda a partir de la traducción del bengalí al inglés de William Radice


                    ∼

On My Birthday

Today I imagine the words of countless
Languages to be suddenly fetterless–
After long incarceration
In the fortress of grammar, suddenly up in rebellion.
Maddened by the stamp-stamping
Of unmitigated regimented drilling.
They have jumped the constraints of sentence
To seek free expression in a world rid of intelligence,
Snapping the chains of sense in sarcasm
And ridicule of literary decorum.
Liberated thus, their queer
Postures and cries appeal only to the ear.
They say, "We who were born of the gusty tuning
Of the earth's first outbreathing
Came into our own as soon as the blood's beat
Impelled man's mindless vitality to break into dance in his throat.
We swelled his infant voice with the babble
Of the world's first poem, the original prattle
Of existence. We are kin to the wild torrents
That pour from the mountains to announce
The month of Sraban: we bring to human habitations
Nature's incantations–"
The festive sound of leaves rustling in forests,
The sound that measures the rhythm of approaching tempests,
The great night-ending sound of daybreak–
From these sound-fields man has captured words, curbed them like a breakneck
Stallion in complex webs of order
To enable him to pass on his messages to the distant lands of the future.
By riding words that are bridled and reined
Man has quickened
The pace of time's slow clocks:
The speed of his reason has cut through material blocks,
Explored recalcitrant mysteries;
With word-armies
Drawn into battle-lines he resists the perpetual assault of imbecility.
But sometimes they slip like robbers into realms of fantasy,
Float on ebbing waters
Of sleep, free of barriers,
Lashing any sort of flotsam and jetsam into metre.
From them, the free-roving mind fashions
Artistic creations
Of a kind that do not conform to an orderly
Universe–whose threads are tenuous, loose, arbitrary,
Like a dozen puppies brawling,
Scrambling at each other's necks to no purpose or meaning:
Each bites another–
They squeal and yelp blue murder,
But their bites and yelps carry no true import of enmity,
Their violence is bombast, empty fury.
In my mind I imagine words thus shot of their meaning,
Hordes of them running amuck all day,
As if the sky were nonsense nursery syllables booming–
Horselum, bridelum, ridelum, into the fray.


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