No te engañe el dorado
vaso, ni esté adornado el borde entero
y en rica miel cebado;
a tu pecho ligero
—Enrique— nunca apures el artero
ajenjo. Ten calmosa
la mano apresurada: esa azucena,
esa purpúrea rosa
que el sentido enajena,
si tocas, llega al alma y la envenena.
Aparta el pie, que esconde
sierpe mortal el prado; aunque florido
los ojos ciega: donde
más nos place, fingido,
un peligroso lazo está tendido.
Pasó tu primavera;
ya la madura edad te pide el fruto
de un alma verdadera.
Saca del cieno bruto
tus pasos a un lugar firme y enjuto
antes que la engañosa
Circe, del corazón apoderada,
con copa ponzoñosa
el alma trasformada,
te sume, nueva bestia, a su manada;
no es dado al que allí asienta,
si el caprichoso cielo no le mira,
huir de la indigna afrenta:
o arde, oso, en ira
o, vuelto jabalí, gime y suspira.
No fíes en listeza:
observa a Salomón, gran soberano;
no vale fortaleza,
pues a Sansón lozano
condujo a triste fin femenil mano.
Imita al hábil griego
que, astuto, no enfiló la nave helena
al enemigo ruego
de la grata sirena,
y así por siglos mil su fama suena.
Decía, conmoviendo
el aire en dulce son: «La vela inclina,
que del viento huyendo
por los mares domina,
Ulises, de los griegos luz divina;
ven cerca y da reposo
al perenne cuidado, y entretanto
conocerás, curioso,
mil historias que canto,
pues todo navegante hace otro tanto,
y todos su camino
viran a nuestra voz y, satisfecho
con el cantar divino
el afanoso pecho,
a sus tierras se van con más provecho.
Pues todo lo sabemos;
cuanto contiene el mundo, y la reñida
guerra te cantaremos
de Troya, y su caída:
por Grecia y por los dioses fue destruida».
Así, falsa, cantaba
ardiendo de crueldad; mas él, prudente,
el camino atajaba
de la voz a su gente
con la cera aplicada sabiamente.
Si a ti se presentase,
los ojos, presto, cierra; firme, tapa
la oreja si llamase;
si agarrase tu capa,
huye, pues nunca a aquel que huye atrapa.
☛ Fray Luis de León. Las serenas (los-poetas.com)
☛ Emilio Alarcos Llorach. «Las serenas» de Luis de León (dialnet.unirioja.es, pdf)
Adaptación E. Gutiérrez Miranda 2023
∼
Las serenas
No te engañe el dorado
vaso ni de la puesta al bebedero
sabrosa miel, cebado;
dentro al pecho ligero,
Querinto, no traspases el postrero
asensio. Ten dudosa
la mano liberal, que esa azucena,
esa purpúrea rosa
que el sentido enajena,
tocada, pasa al alma y la envenena.
Retira el pie, que asconde
sierpe mortal el prado, aunque florido
los ojos roba: adonde
aplace más, metido
el peligroso lazo está y tendido.
Pasó tu primavera,
ya la madura edad te pide el fruto
de gloria verdadera.
¡Ay! Pon del cieno bruto
los pasos en lugar firme y enjuto,
antes que la engañosa
Circe, del corazón apoderada,
con copa ponzoñosa
el alma trasformada,
te ajunte nueva fiera a su manada.
No es dado al que allí asienta,
si ya el cielo —dichoso— no le mira,
huïr la torpe afrenta:
o arde oso en ira,
o hecho jabalí gime y suspira.
No fíes en viveza:
atiende al sabio rey Solimitano;
no vale fortaleza,
que al vencedor Gazano
condujo a triste fin femenil mano.
Imita al alto Griego
que sabio no aplicó la noble entena
al enemigo ruego
de la blanda Serena,
por do por siglos mil su fama suena.
Decía comoviendo
el aire en dulce son: «La vela inclina
que del viento huyendo
por los mares camina,
Ulises, de los griegos luz divina.
Allega y da reposo
al inmortal cuidado, y entretanto
conocerás curioso
mil historias que canto,
que todo navegante hace otro tanto;
todos de su camino
tuercen a nuestra voz y, satisfecho
con el cantar divino
el deseoso pecho,
a sus tierras se van con más provecho.
Que todo lo sabemos,
cuanto contiene el suelo, y la reñida
guerra te cantaremos
de Troya y su caída,
por Grecia y por los dioses destruïda».
Ansí falsa cantaba
ardiendo en crüeldad; mas él —prudente—
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.
Si a ti se presentare,
los ojos sabio cierra; firme atapa
la oreja, si llamare;
si prendiere la capa,
huye, que solo aquel que huye escapa.
☛ PyoZ ☚