Quedémonos con las sirenas.
Á. Cunqueiro
Sirena azul
En el próspero tiempo las sirenas
plañen y lloran recelando el mal.
Marqués de Santillana, La llaga
Sirena azul,
quiebras tu cola muy cerca aquí.
Di en tu cantar
del otro lado de algún farallón.
Quise volver
desde la sima de dentro de mí.
Sirena azul,
sube contigo el olor de la sal.
Quise escapar
de tus aletas tan rubias de sol;
huir sin creer
fuera la suerte, quizá, en este mar.
Sirena azul,
clavas tu espina en lo débil de mí:
he de caer
hacia el abismo de dentro de ti.
Sirena azul:
quiebras tu rayo por dentro de mí.
Mad. 1987 / APdC. 2023
Sirena Azul
Y me duele me duele como los gritos de la sirena.
T. Tzara, Asco
Del albo alud
a la sal gris;
desde mi iglú
te navegué:
sirena azul.
Mas que en tu luz
tan me perdí;
alga al albur
de un sol que fue:
Sirena azul.
Yo espuma al sur,
tú escama aquí;
mi espina tú,
yo a ti me até:
Sirena Azul.
Bcn. 2004 / APdC. 2023
De bar en mar
Arrójase —homérida— al agua sinfónica.
L. Lugones, El pescador de sirenas
Pescando sirenas estaba
y en esas llegaron los guardias:
Dijeron:
—¿Qué hace?
Y yo:
—¿Quién hace?
—¡Usted hace!
—¿Yo hago?
—¿Qué hace?
—¡No hago! ¡Jolines!
Pescando sirenas estaba
y me ahuyentaron la pesca, zoquetes,
un par de besugos.
Mad. 1988
Plantos de sirena
Nadie ha pasado, en su negra nave,
que no oyera la dulce voz de nuestra boca.
Homero, Odisea
Las sirenas
me enredaban en sus cantos.
Yo no huía.
Las sirenas
me atrapaban en su risa.
Yo no era
más que un leño entre las olas
arrastrado
por sus voces,
por el llanto de su canto,
por la brisa candorosa de su risa.
Y no huía.
Me envolvía
la penosa melodía de su llanto.
Las sirenas
me abrazaban
con la tierna fluorescencia
de sus pieles escamosas.
Y sus brazos
eran cera, fuego, tiempo,
refulgir de agua en el viento.
Y en sus pechos
me acunaba como un náufrago borracho
extenuado por los cielos
vengativos y azarosos.
Y sus besos
eran hielo, hiel y furia,
tempestades desatadas del invierno.
Y sus ojos
eran vórtices profundos
de mis sueños abisales.
En sus ojos
me dormía... Comprendiendo...
Comprendido.
Las sirenas, en sus cantos,
no me huían.
APdC. 2003
Planto de sirenas
Oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse.
L. de Vega, Ir y quedarse... (soneto)
Las sirenas con su canto
me encontraban,
con su aliento me acunaban,
me arrullaban;
las sirenas, encantadas
me cantaban.
Las sirenas en el viento
volitaban,
de salitre se adornaban,
se encantaban.
Las sirenas dulcemente
me calmaban.
Las sirenas en sus cantos
me encantaban.
Bcn. 2004
Las olas
¡Oh sola en nuestra edad, bella sirena!
F. de Herrera, El suave esplendor... (soneto)
El universo se expande,
vira el cosmos
con el piélago estelar.
Fluye el río, el ojo vibra,
rola el viento
y arde el pulso con el mar.
La sirena de la ría
se hace vieja,
ya no sabe enamorar;
en la peña el pescador
está solo
y ha olvidado cómo amar.
Recalcitrantes, las olas
dicen, frías,
lento su antiguo cantar.
Arde el pulso, vibra el ojo,
rola el viento;
fluye el río bajo el mar.
Se dispersa el universo;
huye el cosmos
hacia el caos estelar,
y las olas
frías dicen,
ronco, su arcano cantar.
En el muelle el pescador
bebe solo;
ya no piensa en cómo amar.
La sirena de la playa
se hizo vieja;
ya no ha vuelto a enamorar.
Bcn. 2010
Son de oleaje
Entre ondinas coronadas de algas rojas y marrones.
T. S. Eliot, La canción de amor de J. Alfred Prufrock
Bivalvo oculto en el fango,
estrella en el fondo bentónico,
consigues incluso creer
que también perdura la oscuridad,
qué eres,
allende la lóbrega fosa
en la que estás confinado a vivir,
vibra el agua en la ninfa,
sirenas avizores en las algas
y los prados de posidonias,
se encrespan los cardos marinos,
chillan las aves del mar en su vuelo
a la rompiente, el oleaje
susurra preguntas de arena,
qué eres,
tiembla el crambe en el roquedal,
la primera ola movió sus pies,
la segunda lo derribó,
la tercera lo fue entregando
a los remotos misterios del mar,
entiendes que es un papel,
tan solo los hombres sueñan con dioses,
evita su mirada en los abismos,
no creas la canción de las sirenas,
qué eres,
grisáceo arrecife sin costa,
cuando regresa la calma a la orilla
el viento en las rocas subraya
el rito inmemorial de la marea,
las algas y la arcana oscuridad,
de la bajamar sigue el denso olor,
cede al estupor de la pleamar,
cae al talud que desciende
hacia el afótico mundo insondable,
qué eres,
el págalo desde la altura
ignora tu desconcierto,
refúgiate en la tiniebla más tenue,
porque, aunque fuera el papel de dios
del mar, solo ficción sería,
vira trozada en sombras,
se disuelve en toboganes
la luz recóndita hacia el fondo
sin hallar las pupilas en tus ojos,
apenas los trasluces de los congrios,
declives ondulantes, prismas,
no busques la mirada de los dioses,
ofiura, fueres lo que seas,
yaciendo en el fango del bentos,
el mismo limo sin memoria
en que las algas derivan al rojo,
donde los peces comienzan a andar,
extiende tus escuálidos brazos,
absorbe la penumbra en la pendiente
hadal de los olvidos abisales,
eringio en la duna,
helecho en el acantilado,
recuerda que el recuerdo es nada más
carnada en el anzuelo de los días,
qué eres,
no hay tiempo en el silencio,
el cadáver de aquel niño errabundo,
perdido en las eternidades
donde habitan las plácidas sirenas,
jamás encontrará la paz,
tú al fin llegas a entender
que existes sin temer la oscuridad
y desarrollas tu papel
aun después de saber que es una farsa,
qué eres,
susurra la sirena, pregunta
en el hielo de los sueños, sisea
el viento bajo las rocas
y la lluvia sobre el océano,
no escrutes la mirada de los mitos,
solo los niños seducen sirenas,
tú, hecho de la materia incorpórea
de la que, probablemente,
en esta antigua oscuridad,
deberían estar hechos los hombres.
Bcn. 2012
Reina de las algas
¿Quieres venir con nosotras al mar?
Manuel Antonio, Llamada
En las blancas olas
y el azul del mar
hay una sirena
que me quiere ahogar.
Si la tarde amaina
la oigo cantar
su canción salada,
reina del algar.
Con un espumoso
—leve— aletear
de rubias escamas
me viene a llamar.
He de ir con ella
y me he de ahogar
en las negras olas,
en la sal del mar.
APdC. 2016
Subacuático el mundo,
Una voz de lejana sirena llorando, llamando, viene.
F. Pessoa (Á. de Campos), Oda marítima
las sirenas
lucen largas melenas rubias, muy
rara vez morenas o pelirrojas,
tienen finas cejas y lindos pechos
y carecen de ombligo, las sirenas
mordisquean la carne blanda y lívida
de los desventurados que ellas antes
han hecho ahogar, y dicen, ay caray,
que empiezan a comerlos por el pene
—y las medusas alrededor—, luego
roen todos sus huesos, sin dejar
ni fibra, y después de saciarse reptan
las olas, nadan furtivas y salen
a vomitar los jugos del ahogado
a alguna calita apartada, cantan
las sirenas sobre los arrecifes
de la costa, en las noches vaporosas
—cualquiera junto al mar puede escucharlas—
las sirenas nos llaman, ay caray
—y las medusas alrededor—, cuentan
también, subacuático el mundo, que
un pescador de la ría vio encima
de una peña a una sirena preciosa,
y además morenita, pero cuando
ella alzó la mano para atraerlo
y embobarlo, él se percató de
que no veía que tuviera ombligo
y le huyó veloz, remando hacia tierra
más ligero que un mújol, uy caray
—y las medusas alrededor—, jóvenes
mueren todas las sirenas, y no
quedan huesos, cartílago ni espinas,
ni resta de ellas una sola escama
en el frío fondo del mar, y es
subacuático el mundo, recaray.
APdC. 2020
El amor abstruso
¡Qué pócima he bebido de llanto de sirenas!
W. Shakespeare, Soneto 119
Avanza el mar crespado la dudosa
nereida en sus escamas verdeantes
trenzando laberintos a la niebla,
oblicua una mirada en los algares
nevó los arrecifes de la noche;
incógnita temible por sabida:
abstruso es el amor, horrenda arpía.
Anémonas mis ojos en la bruma
negando las espinas que me azoran;
terrífica sirena en sus aletas
orzaba sobre el bentos hacia el éter
nublado de artimañas y extravíos:
inmerso en los meandros del océano
abstruso es el amor y su agonía.
Allá en el agua oscura del sargazo,
nadando en turbias olas inseguras,
trafica con neblinas la voluble
ondina sin piedades ni consuelos;
no dudes de los astros ni los antros:
incluso en los placeres abisales
abstruso es el amor, amada mía.
APdC. 2021
Oh Zeuxo,
Y veía la plata
de los flancos de la última sirena.
R. López Velarde, En el piélago veleidoso
bajo las aguas pervives
ignorada de los mortales
que de ti conocen solo tu nombre,
oh, Zeuxo,
junto a las algas
caballitos de mar cabalgas,
sobre el fondo marino
bronces antiguos custodian tu sueño
—yermo laberinto abisal—
y en los navíos
de cordaje y madera
los navegantes expertos
saben qué nube traerá su naufragio
porque tus cerúleos cabellos
—difusos sargazos—
han visto ensortijarse tras las olas
calando de anhelo y nostalgia
sus ojos profundos,
oh Zeuxo, adiamantada,
del océano brote
—alba magnolia del mar—,
los marineros
de turbios ojos rehuidos
oyen tu voz seductora en el viento
cantando la arcaica
canción de la muerte acechante
—tus glauquecinas pupilas
guiñando destellos
de tiempo anegado y olvido—
oh, Zeuxo,
entre impenetrables algares
hipocampos cabalgas
y los marineros ahogados
saben oír tu balada sombría
y arrían las velas
de sus pecios corroídos
mientras recuerdan las casas de piedra
y los frutales y viñas
—hoy ruinas y maleza—
de una tierra ya ajena,
ay, Zeuxo,
el gaviero mira en tu abismo
—que nunca es el mismo—
y cree volar en mansas mareas
de aerosoles salados
y vaporosas espumas
que envuelven y empapan su sexo,
oh, Zeuxo,
tú lo llamas a ti,
pero él ya no está allí
—el mar se le ha vuelto de mármol—,
oh Zeuxo, nácar opaco,
lo llamas a ti,
pero en algún lugar de tus susurros
el gaviero ya se perdió,
se desnortó, se extravió,
sí, Zeuxo,
como los torpes científicos que
tras confundirte
con un raro crustáceo
—confusión insensata—
te han buscado un abrupto asteroide
para enviarte lo más lejos posible
de tu vergel oceánico,
y allí perderte,
—el gaviero ya se extravió—
pero tú,
oh Zeuxo, subyugadora,
desde una remota cosmogonía
y para todos los siempres,
por sobre las algas
caballitos negros de mar cabalgas
y los marinos ahogados
—en sus líquidas tumbas—
van aprendiendo a cantar tu canción
de espuma y salitre,
oh Zeuxo —diamante y nácar—,
de espuma salina,
de espuma y salitre.
APdC. 2021
Escamas
Lo que se sabe de las sirenas es que no tienen ombligo.
Á. Cunqueiro, Linajes sirénidos en el Occidente europeo
La sirenita
entre las algas
no tiene nalgas
—y es tan bonita—
ni tiene ombligo
aunque sus pechos
muy bien derechos
danzan conmigo
cuando en su cola
monto empinado
como un venado
con cada ola
y sal en llamas
son sus escamas.
APdC. 2023
Repasando, di en que tenía unos cuantos poemas sobre sirenas. Voy a reunirlos, me dije. Así que los agrupé en orden cronológico, los retoqué, alguno lo redeconstruí, y escribí uno más, muy simple, como colofón y para completar la docenita. Y eso.
Y como dijo don Álvaro (Á. Cunqueiro, Fábulas y leyendas de la mar, Tusquets, 1998), «ustedes dirán que andamos perdiendo el tiempo en tonterías tratando de sirenas; quizá», pero en un mundo de pufólogos, alienologistas, truecahistorias y tergiversantes diversos... «quedémonos con las sirenas».
egm. 2023
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