You are treading water
describing over and over the water.
Todd Dillard
Regresan los jinetes cabalgando
en crisantemos amarillos —níveo
jardín marmóreo— y una y otra vez
el agua —revuelta— dice: «de nuevo»,
el agua te dice «otra vez» de nuevo,
junto a flamantes carros de caballos
invaden la antigua estepa, —jinetes
sin estribos— fulgores de la noche,
penumbras en el día, ciertamente
ninguna casualidad es casual,
—preciso— cada paso en cada instante
te conduce —infausto— al lugar preciso
en el infausto preciso momento
en que se revelan —arena y polvo—
a plena luz del día los jinetes
—gaznápiros— yamnayas cabalgando
desnudos crisantemos —un espíritu
te guía en el jardín transido, y llueve
en cualquier otro lugar—, trastornando
con sus cascos la farsa —tenebrosa—
y la —hilarante— tragedia del tiempo,
es así como la casualidad
—cada paso en cada instante— conduce
a la revelación, todo está donde
—exactamente— está, y tú estás ahí,
tan preciso y exacto —de momento—
como el norte magnético en su polo
—o cerca—, tan atónito y cegado,
estupefacto y aturdido —o casi—
como afirma el mito que resultó
el tarsino —fulgurado por halos
astrales— en la ruta del jazmín,
y oyó allí la verdad in/sospechada
—pues nada llegó a ver— y estuvo luego
tres días sin comer y sin beber
—tal cuentan—, aunque apuntan los doctores
que —quizá— todo pudo ser —tal vez—
debido a algún ataque de epilepsia
—casual— en el lóbulo temporal,
pues se toman accesos por visiones
y reflejos —bajo el sol del desierto—
por —in/equívocas— señales, vuelan
dos cuervos a la izquierda del paisaje
y una gaviota —argéntea— planea
las albas dunas a la diestra —aves—,
la casualidad —fatídica— expone
lo que el ojo menos querría ver,
lo que el cerebro —tardo— no quisiera
de ninguna manera entender —vuelan
agoreras aves— en el difuso
—confuso— laberinto de los días,
mas —preciso— cada paso conduce
a la ineluctable revelación
—a plena luz del tiempo—, son palurdos
yamnayas pisoteando los áureos
crisantemos —ni estribo o silla—, lúcida
visión traslúcida, revelación
contra granito y liquen —tal vez llueva
en cualquier otro cosmos—, reflexiona
—agujas y alfileres, cosquilleo
entre los muslos— sobre los des/hechos
de la —im/pura— verdad in/esperada,
cabalga el caballero cabalmente
—oh Saulo en el camino de Damasco—
hasta ser derribado del jamelgo
por la luz —revelada— del presente,
o bien casualidad —o providencia—
o un espíritu que guía tus pasos
—infaustos, precisos— desde la gélida
oscuridad de su tumba —transido
jardín marmóreo—, donde —im/paciente—
aún sigue escudriñando tus azares,
hacia —paso a paso— la irrevocable
revelación de la luz celestial
—astrales halos— cuyo rayo aguarda
—inexorable— el lugar y el instante
en que golpear —y abrir— tu cerebro
con la perversidad de la verdad
que —si no— no podrías haber visto
—yamnayas— ni pensado ni supuesto,
escucha —niño de corazón río—
el rumoroso flujo de las aguas
que por el bosque vuelven hacia el llano,
—susurran— algo —escucha— van diciendo
por entre las peñas y los barrancos
—el agua entorpecida es la que habla—
de tus tan paradójicos meandros,
las sombras del desierto te deslumbran,
la luz de los abismos te enajena
—fulgores y penumbras se confunden—
y, aunque el instante no exista —el ahora
acaba de marcharse ahora mismo—
ni —admite— esté el lugar en ningún sitio,
ninguna casualidad es casual,
o toda casualidad es ajena
al —limitado— humano entendimiento,
el agua —resuelta— dice: «de nuevo»,
y es por esto por lo que —siempre— usas
lentes oscuras: la luz del abismo
—aún— vuelve a deslumbrarte cada día.
egm.2021
☛ —Oh Enri
☛ Todd Dillard, Parábola del superviviente
☛ Yamnaya culture (wikipedia)