Albores, amores, ardores
que en los flujos residuales fluctúan
con heces y palabras,
sombras a la luz del huevo isotrópico
y mohos, algas y nematelmintos,
del átomo hasta el vómito,
la deflagración del infierno
en ácidas llamaradas que excretan
deidades —y otros mitos—
hinchándose cual calabazas
repletas de gusanos
donde la verdad se miente a sí misma,
es eso lo que somos,
con todo esto, todo cuanto
era nada, pero también la psique,
aunque solo un destello
en el cénit del laberinto,
la psique embaucada por el deseo,
galaxias, cosmos y universos,
con todo cuanto era,
todo lo que hemos visto,
o todo lo que hemos temido
o amado, recomido por la lluvia,
desbaratado por el viento
de cada infinito momento,
flores en los montículos
—falsos reflejos en nuestras pupilas—
de la escoria del tiempo,
jadeos y silencios
nos traerán a la oscuridad
y, perdidos, seremos solo olvido,
caminaremos solos
y encontraremos solo
—no hay otro— el camino hacia el olvido
mientras abandonamos
también nuestras almas perecederas.
Detritus del gran huevo subatómico
con heces y palabras
que al flujo residual confluyen
somos; y ardores, y albores, y amores.
egm.2019
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