6 de octubre de 2016

Mekomo Tutangha

Agua de magia

El sacerdote dice que cada siete días
hay un día de magia y realiza
un ritual en la cabaña que le han dejado
construir algo apartada del pueblo
al que acuden las mujeres y los niños.

Al terminar, el sacerdote rocía de agua
a los asistentes con una bola perforada
y las mujeres regresan a sus trabajos
y el agua se seca rápidamente
al cálido sol de la media-mañana.

Una de las chicas jóvenes sin embargo
se escabulle hacia la arboleda
junto al río, a reunirse con su amante
medio secreto, medio sabido
por más de la mitad del pueblo.

Allí se acarician, se abrazan,
se agitan y se estremecen, y después
de que el muchacho derrame un poco
de su esencia sobre el cuerpo de ella,
en la superficie y no en lo profundo,

pero tampoco en la tierra
para no ofender a su espíritu,
como le ha enseñado su padre,
se tienden bajo las quietas hojas
verdeazuladas de la arboleda.

Y él le dice muy suavemente a la chica:
«Así es como más me gustas,
cuando el sacerdote en el ritual
te ha mojado con el agua esa
que guarda en el bidón de hojalata».

Y ella le responde: «Eres tonto.
Eso es porque me he lavado
a primera hora y me he frotado
con flores y con hojas del árbol-take.
Eres el hombre más tonto del pueblo».

Y él le contesta encendido:
«¡No! ¡Es el agua! Es el agua de magia
del brujo blanco en la cabaña
lo que te pone tan linda.
¡Y ya eras la más linda del pueblo!».

Y aún discuten, y miran pasar el río,
y vuelven a empezar de nuevo, abrazándose
y agitándose y estremeciéndose,
mientras el árbol-take desde arriba
sonríe irónicamente en sus hojas.



Mekomo Tutangha. Eau de magie (poetes.fr)
Versión de E. Gutiérrez Miranda sobre la traducción al francés de Juliette Petimor




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