20 de julio de 2016

Carlos Drummond de Andrade

El miedo

En realidad tenemos miedo.
Nacemos a oscuras.
Las existencias son pocas;
cartero, dictador, soldado.
Nuestro destino, incompleto.

Y fuimos educados para el miedo.
Olemos flores de miedo.
Vestimos telas de miedo.
De miedo, ríos púrpuras
vadeamos.

Somos apenas hombres y la naturaleza
nos ha traicionado.
Hay árboles, hay fábricas,
enfermedades galopantes, hambres.

Nos refugiamos en el amor,
ese célebre sentimiento,
y el amor no vino: llovía,
ventaba, hacía frío en Sao Paulo.

Hacía frío en Sao Paulo…
Nevaba.
El miedo, con su capa,
nos encubre y nos acuna.

Me quedé con miedo de ti,
mi compañero moreno.
De nosotros, de vosotros, y de todo.
Tengo miedo del honor.

Así nos hacen burgueses.
Nuestro camino: trazado.
¿Por qué morir en conjunto?
¿Y si todos viviéramos?

Ven, armonía del miedo,
Ven, oh terror de los caminos,
espanto en la noche, recelo
de aguas contaminadas. Muletas

del hombre solo. Ayudadnos,
lentos poderes del láudano.
Hasta la canción medrosa
se marcha, transita y se calla.

Haremos casas de miedo,
duros ladrillos de miedo,
medrosos tallos, surtidores,
calles solo de miedo, y calma.

Y con alas de prudencia,
con resplandores cobardes,
alcanzaremos la cumbre
de nuestra cauta subida.

El miedo con su física
produce mucho: carceleros,
edificios, escritores,
este poema, otras vidas.

Tengamos el mayor temor.
Los más viejos lo entienden.
El miedo los ha cristalizado.
Estatuas sabias, adiós.

Adiós: vamos hacia adelante,
reculando con ojos encendidos.
Nuestros hijos tan felices…
fieles herederos del miedo,

ahora pueblan la ciudad.
Después de la ciudad, el mundo.
Después del mundo, las estrellas,
bailando la danza del miedo.



Carlos Drummond de Andrade. O medo (pensador.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2016




                    ∼

O medo

Em verdade temos medo.
Nascemos escuro.
As existências são poucas:
Carteiro, ditador, soldado.
Nosso destino, incompleto.

E fomos educados para o medo.
Cheiramos flores de medo.
Vestimos panos de medo.
De medo, vermelhos rios
vadeamos.

Somos apenas uns homens
e a natureza traiu-nos.
Há as árvores, as fábricas,
Doenças galopantes, fomes.

Refugiamo-nos no amor,
este célebre sentimento,
e o amor faltou: chovia,
ventava, fazia frio em São Paulo.

Fazia frio em São Paulo…
Nevava.
O medo, com sua capa,
nos dissimula e nos berça.

Fiquei com medo de ti,
meu companheiro moreno,
De nós, de vós: e de tudo.
Estou com medo da honra.

Assim nos criam burgueses,
Nosso caminho: traçado.
Por que morrer em conjunto?
E se todos nós vivêssemos?

Vem, harmonia do medo,
vem, ó terror das estradas,
susto na noite, receio
de águas poluídas. Muletas

do homem só. Ajudai-nos,
lentos poderes do láudano.
Até a canção medrosa
se parte, se transe e cala-se.

Faremos casas de medo,
duros tijolos de medo,
medrosos caules, repuxos,
ruas só de medo e calma.

E com asas de prudência,
com resplendores covardes,
atingiremos o cimo
de nossa cauta subida.

O medo, com sua física,
tanto produz: carcereiros,
edifícios, escritores,
este poema; outras vidas.

Tenhamos o maior pavor,
Os mais velhos compreendem.
O medo cristalizou-os.
Estátuas sábias, adeus.

Adeus: vamos para a frente,
recuando de olhos acesos.
Nossos filhos tão felizes…
Fiéis herdeiros do medo,

eles povoam a cidade.
Depois da cidade, o mundo.
Depois do mundo, as estrelas,
dançando o baile do medo.


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