10
Me olvidé de mi lengua
y de mi nombre,
y de eso que suelen llamar raíces;
cuando llegué
tuve que olvidar el tronco y las ramas,
y las hojas también.
9
No, no volver,
ni pensar en volver;
no dar razones,
no dejar huellas
ni recuerdos en nadie.
8
Me habla el vendaval en los roquedos;
canta la lluvia en las algas del muelle.
7
Al regresar,
nuevas gaviotas seguían chillando,
aunque, ya viejo, yo
tuve que aprender de nuevo a escuchar
mi propio nombre,
mi propio viejo nombre.
6
Oculto el cigarrillo
dentro del puño;
me echo en la cuneta
al distinguir
una luz a lo lejos
o al escuchar
un motor tras la curva,
expectante, inmóvil.
5
No explicar; no despedirse de nadie
más que con un hastamañana,
como todos los días;
borrar los números
de la agenda; borrar
la misma agenda,
y cambiar de teléfono;
lograr por fin
no ser. No ser.
4
Quedan cerradas las puertas cerradas;
sigue la lluvia al vendaval.
3
Ahora he olvidado los nombres
de aquellas calles,
de las estaciones de metro
—luces y rótulos—
y de las chicas de los bares:
desmemoriando.
2
No dejar dirección;
desvanecerse
en el humear de los autobuses,
a la primera luz
de las farolas;
irse en silencio en la última fila
de la clase turista.
1
Dejo cerradas las puertas cerradas
que dan al infinito.
0
Y ser un otro
con otro nombre
—mi viejo nombre—
en este (cualquier) universo
al que pertenecí.
egm. 2014
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