Aguanté en este planeta indiferente y desolado
un tiempo no muy largo pero tampoco tan breve:
miré los pájaros, las flores, la belleza azul del cielo,
y vi la sangre y la herrumbre sin tocarlas ni mancharme,
vagué las playas, los bosques y los ardientes suburbios
sin perderme nada más que en mis propios laberintos,
corrí incansablemente para llegar adonde me esperaran
y esperé infinitamente a quien supiera correr conmigo,
dibujé, escribí poemas que otros vieron y leyeron
pero descubrí que escupía más cobalto que madreselvas,
grabé silogismos en el agua pura y recia de la lluvia,
esbocé paisajes sucios en los ojos de las sirenas,
y alguna vez escuché sus llantos y sus mentiras
pero en realidad siempre supe que para mí no cantaban,
mordí, arañé, tragué todo aquello cuanto pude,
dejé que me arrancaran lo que pudieran arrancarme,
me enfrenté siempre a los tópicos y rehuí las rutinas,
busqué vetas de oro en los bares más profundos,
floté y volé lo suficiente para que fuera demasiado
y vi a otros estrellarse por exceso de suficiencia,
no fui muy generoso ni negué lo que era justo,
preferí no pedir nada para que no me negaran lo obvio,
llegué un día tarde a donde jamás debería haber ido
y volví más ciego y más sordo, más estúpido y más duro,
sé que alguna vez entendí la trigonometría y el álgebra
pero nunca logré alcanzar los misterios de la química,
me reí de los petulantes y me apiadé de los tontos simples,
admiré a los ecuánimes y desprecié a los simples necios,
me vendí a veces por poco y me di por menos de nada,
amé a todas las hadas y me dejé querer de los elfos,
aceleré aturdido al bajar, quise frenar en las subidas
y derrapando en las rectas me fui a vivir a una curva,
salté muchas hogueras sin que el fuego me rozara
pero me consumí en incendios de los que aún quedan rescoldos,
me apasioné por los violines y disfruté las guitarras
pero jamás soporté la prepotencia de los metales,
descifré el mudo lenguaje oscuro de las arañas
mientras no recuerdo quién se atragantaba con mi semen,
comprendí en un único instante el sentido del universo
pero en un nanosegundo ya no entendía palabra,
no mentí ni hice más daño de lo que era necesario,
aguardé en un arrecife a que el temporal me arrasara,
dejé que el viento, el frío viento, me mostrara su peor cara
y enseñé el peor de mis rostros al sol, al frío y al viento,
no perdoné los golpes ni fui perdonado por ello,
nunca olvidé pero sé que pronto seré olvidado,
anduve vagando errático por este planeta errante
un tiempo no muy largo ni en demasía breve:
miré la sangre, la herrumbre, y vi las flores, los pájaros…
crucé todo el gris del cielo sin notarlo ni alterarlo.
egm. 2014
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