He caminado a través de muchas vidas,
entre ellas la mía propia,
y yo no soy quien era,
aunque algún principio de ser
perdura, desde que lucho
por no extraviarme.
Cuando miro hacia atrás,
como estoy obligado a mirar
antes de poder reunir fuerzas
para avanzar en mi viaje,
veo los hitos disminuyendo
hacia el horizonte
y los débiles fuegos alzándose
de los campamentos abandonados
sobre los que ángeles carroñeros
giran con pesadas alas.
Ay, yo me había hecho una tribu
fuera de mis verdaderos afectos,
¡y mi tribu se dispersó!
¿Cómo se reconciliará el corazón
con su festín de pérdidas?
En un viento creciente,
la frenética polvareda de mis amigos,
los que han caído en el camino,
aguijonea implacablemente mi cara.
Sin embargo vuelvo, vuelvo,
algo exultante,
con mi intacta voluntad de ir
adonde sea que deba ir,
y cada piedra en el camino
es preciosa para mí.
En mi más oscura noche,
cuando la luna estaba cubierta
y yo deambulaba por los escombros,
una voz nublada de nimbos
se dirigió a mí:
«Vive en los estratos
y no en la basura».
Pese a que me falta habilidad
para descifrarlo,
sin duda el siguiente capítulo
de mi libro de las transformaciones
está ya escrito.
No he terminado aún con mis cambios.
☛ Stanley Kunitz. The Layers (poetryfoundation.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2013
∼
The Layers
I have walked through many lives,
some of them my own,
and I am not who I was,
though some principle of being
abides, from which I struggle
not to stray.
When I look behind,
as I am compelled to look
before I can gather strength
to proceed on my journey,
I see the milestones dwindling
toward the horizon
and the slow fires trailing
from the abandoned camp-sites,
over which scavenger angels
wheel on heavy wings.
Oh, I have made myself a tribe
out of my true affections,
and my tribe is scattered!
How shall the heart be reconciled
to its feast of losses?
In a rising wind
the manic dust of my friends,
those who fell along the way,
bitterly stings my face.
Yet I turn, I turn,
exulting somewhat,
with my will intact to go
wherever I need to go,
and every stone on the road
precious to me.
In my darkest night,
when the moon was covered
and I roamed through wreckage,
a nimbus-clouded voice
directed me:
“Live in the layers,
not on the litter.”
Though I lack the art
to decipher it,
no doubt the next chapter
in my book of transformations
is already written.
I am not done with my changes.
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