En el principio fue el vacío que
iba llenándose de tiempo,
que después creaba el espacio mientras
el cuark daba sus dimensiones
al cósmico potaje primordial,
el universo rodeaba el mundo,
no sabes cómo sufrí,
y creció la tierra sobre la roca,
escampa en la tundra
tras el tumbo de la sizigia astral,
caía desde la hoja inestable
la gota que calma el caso
en la charca indispensable,
cabalga, jinete, galopa
hasta el difuso centro del erial,
en donde no existen tiempo ni espacio
y la fuerza electromagnética
sigue guardada en el cofre,
polvo en el yermo,
de la sabiduría insustancial,
abajo se fue al carajo
y arriba también se iba,
pero ¿quién erraste que eras?
no esperes de mí odio ni desprecio,
mi insulso amor circunstancial,
pero siempre tendrás mi olvido,
encanto hizo otro tanto
y extraño, también ya antaño,
la eternidad es todo el tiempo,
desde el principio hasta el final,
y cima, rizando rima,
con fondo se fue tan mondo
adonde nadie ha ido, nadie va,
y, en éxtasis, la singularidad
excretó un cosmos genital,
el polvo en el páramo,
el huracán arranca el árbol
pero olvida tierra bajo las rocas,
ante un túmulo de granito
renunciaré a mi alma incidental,
ningún nudo es imposible
para la culebra en el páramo,
grita en la roca, salta en la sabana,
para el raro reptil en su cubil
ni la boa en el marjal,
las dimensiones del tiempo
se ocultan detrás de la realidad,
invoca a la bestia terrífica
en esta tierra perpleja,
hermosa, ingente y eventual,
danza la danza primera,
cuando en las noches sin luna
las estrellas no estén brillando ahí,
ni para ti ni por mí,
en la ciénaga celestial,
galopa, jinete, cabalga,
han brillado ya mucho tiempo antes
y seguirán burlándose después
de nuestra última disolución
en la nada inmaterial,
cabalga, ebrio jinete,
en la más profunda irrealidad,
quizá en los arrecifes de la ría
agua, algas y arena
son el ensueño del coral,
descubre el valor de los mitos,
silencio oscuro en los suburbios,
jinetes en la tundra,
dame un poco de tu fango de estrellas,
ten mis genes de neandertal,
sé que tú, esbirro armado,
nunca jugaste en la playa en invierno,
yo cierro el puño y muevo el brazo
arriba y abajo, arriba y abajo
con fiera furia funeral,
buscando versos perdidos,
aplastado, azotado y elevado,
por alguno de los muchos enigmas
que me ayudan a subsistir,
cabalga el polvo del erial,
tan solo tienes que escuchar,
de la fábula, la miga
es que lo cierto es que la hormiga
nunca aprendió a cantar
salmo alguno del misal,
preferiría que no pero sí,
y ahora recolecta el miedo
y el oscuro silencio del suburbio,
eh, Perceval,
¿dónde has olvidado el grial?
donde el gato ni vive ni la palma,
rodeando el mundo, no sabes
de qué manera sufrí,
y los cuantos reverberan la luz
en los muros de la inercia espacial,
sí, los tiempos son confusos,
ah, inconveniente desdicha
haber nacido yo para entenderlos,
aunque a veces la belleza
es un don del hada del mal,
hielo en la tundra musgosa,
nadie quiere, nadie da,
solo el espejo vigila al espejo,
solo el tiempo en el espacio comprende
la incorporeidad del nagual,
preciosismos y boniteces,
la bota que colma el paso,
santo Tomás Eliota
escribió los cuatro evangelios
y el apocalipsis más teatral
sin que nadie le desterrara
a los blancos tormentos de la tundra,
la araña acomodó su tela
en las vigas del salón,
junto a la gran lámpara de cristal,
oh, repuñetera desgracia,
me daba sus montes de cromo
y me negaba sus valles de iridio,
pronto descubrí que no comprendía
mi revirado proceso mental,
rodeando el mundo y no sabes
de qué manera sufrí,
líquenes en la tundra helada,
nadie estuvo, nadie está,
rompe la rama el vendaval
pero indulta al árbol sobre el collado,
donde solo la subrazón subsiste
y es eléctrico el amor,
tan eléctrico, eléctrico el amor,
dadme una premisa cabal
y desquiciaré el cosmos,
salta en la roca, grita en la sabana,
y por fin descubrí que nadie,
sí, Perceval,
percibía mi vuelco intelectual,
oh, Casandra, tú
aún a Apolo recuerdas, erecto
so los capiteles de Ilión,
mientras que yo sí podía alcanzar-
los a todos en la danza ritual,
multiplica tu saber por el radio
de un cuark, oh, el extraño encanto
de ir de arriba hasta el fondo
y desde abajo a la cima
cual partícula elemental,
mira al firmamento, aúlla en la roca
a los longiexpectantes
decenas de centenas de millares
de millones de universos
en tu somnolienta mente esencial,
mas santa Ana Aimatoviana
por escribir de los héroes sin versos
fue condenada al silencio
de los que morían expatriados
en la tundra transcendental,
la araña entretejió sus hilos
entre las caries del león
y expertos en razones infundadas
tacharon líneas y arrancaron páginas
del claro poema invernal,
oh, inusitado infortunio
el haber nacido yo
en estos tiempos complacidos
en el tamaño del radio del cuark,
muerde el tiempo desigual,
el viento se lleva las hojas
pero indulta a la rama aislada
como una inútil ofrenda a las nubes,
el presente es un reflejo
del futuro tangencial
y el futuro es tan velado
como el pasado es oscuro,
pero ahora estoy buscando un espejo
que ya no pueda atravesar,
danza la danza ritual,
nadie ha ido, nadie va,
nadie ha visto y nadie ve
que no hay nadie y nunca habrá,
tan solo el dolor te enseña a sufrir
en el precario pedregal,
desde las murallas de Ur
veía los cadáveres flotando
por entre los junquerales del río,
oh, Perceval,
¿en dónde habrás perdido el grial?
silencio y tiniebla en suburbia,
preferiría que sí pero no,
donde no ha muerto el gato ni vivió
y los cuantos hipnotizan la luz
sobre los muros del tiempo inercial,
nadie sabe que yo sé,
nadie ha sido ni será,
oh, no torturéis, desalmados,
mi alma caducifolia
con las sirenas de cada arenal
desde el Báltico al mar de Arousa,
dejad que me vaya a los arrecifes
a terminar aturdido y a solas
mi botella de aguardiente de guindas,
el viento arrastra las hojas del nogal
hacia las profundidades del mar,
Casandra, escuché tu voz
y aun pienso que entendí tus palabras,
si la eternidad no es tan larga
que no pueda tener un buen final,
bajo el aullido de la tempestad
pero estaba tan borracho
que no creo que pueda recordarlas,
oh, no atormentéis, ingenuos,
mi alma infinitesimal,
el chamán se orinó en las manos
y el profeta eructó la antientropía
entre el oleaje de la resaca,
espumas y aerosoles,
gritos en el grito del temporal,
cae la gota en la charca primigenia,
la gravedad se incrementa
hasta que no permite ni pensar
y es ele-eléctrico-trico el amor
en el fondo del cenagal,
polvo en el agua,
cadáveres flotando entre juncos
ante las nuevas murallas de Ur,
ay, Perceval,
rebaila tu baile ritual,
a hierro mueren las estrellas,
como los humanos, y sus cadáveres
devienen frías supernovas
y sombrías estrellas de neutrones
yaciendo en el abismo sideral
reducidas solo a polvo estelar,
polvo que realimenta al universo
como el polvo de los cadáveres
humanos realimenta a la tierra,
regenerando el ciclo vital,
la cota que palma el vaso,
líquenes en la peña,
después de esferas y evos
la sirena en los arrecifes
musita su melodía a la sal,
deja que la música ahuyente al miedo,
no silbes en la oscuridad,
páginas manuscritas arrancadas
de algún cuaderno escolar,
musgo en el hielo aluvial,
velado futuro, oscuro pasado,
nunca ha sido y no será,
humanos, en verdad no os merecéis
la lluvia de la que estáis hechos,
y el oscuro silencio suburbial,
Apolo continúa empalmado
so los frisos de la sagrada Ilión,
grita en la roca,
salta salvaje en el páramo,
libera tu furia de neandertal,
nunca ha habido y nada habrá,
en los ángulos del espejo,
eh, Perceval,
la eternidad no es tan larga
si sabes resistir hasta el final.
egm. 2013
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