Duelo de pseudorrayos cuánticos
en el espacio-tiempo alternitante,
el coronel Cerniceronte
ha reabierto su consulta
en las cercanías de Donga Once,
amanece,
nadie ha ido ni vendrá,
pero yo fui y me di la vuelta
cuando ya estaba a punto de llegar,
una encendida protesta social
reintegracionista de postcomplejo
lingüístico indeterminante
ha comenzado en el área exterior
del brazo derecho de la Galaxia,
de esta misma galaxia,
paso sin acaso ni esperanza,
comedido éxtasis eventual,
Soid se ha exiliado en otro universo,
si es que alguna vez en este
llegó siquiera a creacionar,
la derecha sobre el pecho,
y la izquierda encima de la barriga,
ay mi amiga,
olhos de traedor, cabeça de can,
acechando el añil del alba,
debes elegir bien de qué dudar
en esta dubitativa espiral,
abajo se torna en grajo
en bucles de evasiva reversión,
nada fue, nadie será,
casi como cuando conoces
a una persona de verdad
y tan solo un nanoinstante más tarde
ya la has olvidado para siempre,
así llueve sobre el mar
en lo más cerrado de la tormenta,
decenas de lapsos después
la situación era al revés
en la amarga comedia épica
que acaba cuando debiera empezar,
dicen que estás muerta,
en un frío apartamento sin luz
solo el espejo refleja el espejo,
el negrillo escuece
cuando la ola de novas recrece,
dices que estás cierta
de que la sospecha es veraz,
gime el pájaro del mundo
en el vórtice espacio-temporal,
es más sospechoso el ser suspicaz,
en los bajíos de la playa,
aire descendente enfrente,
pero tu lengua te delata, chata,
yo recuerdo ese sabor,
qué hecatombe, war in Donga,
y t-húmedo viraje helicoidal,
encanto se vuelve acanto
en casos de escabrosa quemazón,
dices que estás segura
de que la lluvia penetra la sal,
nadie sabe, nadie entiende,
nadie va a ninguna parte
en la nave de quark-gluones mutantes,
todo cuanto sucede ahora
no va a dejar pronto de suceder,
no es el momento de dudar
del universo en circunvolución
sino del mito de un dios
creando, ordenando y juzgando,
en este mismo universo
con la mano derecha sobre el pecho
y la izquierda sobre el estómago,
junto a mis armas y mis amuletos,
en una oculta cueva fui enterrado
por mis hombres y mis mujeres
mientras afuera aguardaban
los niños que no sabían llorar,
entonces la crueldad
era tan primitiva como ahora,
entonces las tarjetas de memoria
velaban el mismo misterio
elemental, parece
que crece
una inflorescencia en el núcleo
de mi galaxia espiralada,
arriba muda en oliva
en ratos de arrogante aberración,
solo unos lapsos después
el coronel Cerniceronte
importa ulmáceas al por mayor
del violeta tercer planeta,
te buscaba y te escondías,
¿dónde estás, dónde duermes?
¿cuándo vas?
ha pasado el momento de dudar
del reflujo de la resaca,
viento nordeste en Donga,
hazte un truja, mi bruja,
si quieres disfrutar
ven al arcén de las vías del tren,
donde el tiempo aún no ha pasado,
o a retozar a la orilla del mar
mientras sisea la marea,
solo el espejo conoce al espejo
y el conejo
con el pájaro del cosmos bucea
en los posos del vino áspero,
sí, siente la boca ungida
mientras jadea la marea
y las olas mojan tus pies morenos,
dile a las algas profundas
que te gusta la lienta actividad
del giro de tu lengua helicoidal,
extraño muta a musgaño
en tráficos de trópica atracción,
y salta en la peña, grita en la arena,
dibuja con el lápiz positrónico
los mapas de la irrealidad
antes de que las sub-ondas plasmáticas
fijen el tiempoespacio
en la línea de la pleamar,
las algas fluctúan, vienen y van
en el sueño de la rompiente,
¿dónde vas, dónde duermes?
¿dónde estás,
mi esquilada guarrindonga
de la cuesta del pinar?
vela azul en blanco azar,
clemátide oscilando neviscada,
fleo o trébol, onecen sensualmente,
digitaria enanzada,
trémula urticularia,
camelia obriza, ñipe opalescente,
milenrama, estelaria,
me arpan si tu úlmea raíz brota oblicuada
pela encosta do pinhal,
un gris preciso en el crepúsculo,
la gota de semen seco en el brazo,
entonces las tarjetas de memoria
velaban los vuelcos furtivos
de la timorata estrella del porno,
eléctrico qué eléctrico el amor
vibrando en púrpura esencial,
si cima deviene enzima
en ciclos de concisa comezón,
establece
la trecena ley de la sintropía
que trece
es el número de veces que acrece
pardo el olmo cuando amanece,
sangre en los cuerpos cavernosos,
por las áridas calles del destiempo
nadie ha ido ni vendrá,
nadie supo ni sabrá
quién sigue el rastro de tu ardor,
despertó el coronel Cerniceronte
con una abádica erección
que adrece,
y en el cerebro, un saco de serrín,
todo lo que ya sucedió
sigue aún sin dejar de suceder,
no es el momento de dudar
en los arrecifes de la marea
de las tibias intenciones del clima,
pese a la rotación galáctica
continúa la guerra en Donga,
el capitán Titanio dirige
el perpulsor de pseudorrayos cuánticos
hacia el vórtice lapso-estacional,
emerge una gota de semen
sobre el brazo izquierdo de la galaxia
alzando un trazo helicoidal
y fondo ya es lirio hediondo
en flujos de fatídica efusión,
toma mis sámaras, amor,
en la cúspide de la pleamar,
desde el farallón, parece
que crece
la masa del universo real
en esta pantomima épica
que comienza cuando finge acabar,
el neocomplejo lingüístico
se hundió, allá, en el piélago cósmico,
la guerra en Donga, guarrindonga,
ha vuelto de nuevo a recomenzar,
nadie escucha ni siente, nadie oirá
al viejo perro traidor,
no olvidéis mis amuletos
antes de echarlo todo a la basura,
nadie ha visto ni verá
mi apocalipsis espiral,
oye, bruja, hazte un truja
y pásame el urente vino
del pájaro del vértigo y bebamos
hasta alcanzar la lucidez.
¿Quién mató al coronel Cerniceronte?
Aún sigue siendo un misterio
—esputa otro puto poema—
el modo de reproducción sexual
del gusarapo albinoide de mar.
egm. 2013
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