Iuppiter, admonitus nihil esse potentius auro,
corruptae pretium uirginis ipse fui.
Ovidio
cerval se despertó, fría y ardiente
—la crespa cabellera enmarañada
alzando negras ondas en la almohada—,
transida en el recuerdo de un torrente
de oro que cerniéndose a su pecho
llovía bajo el fin de su cintura
y, pronta, con la mano aún insegura
—dudando fuera sueño o daño hecho—,
rozó la herida, donde halló, pungente
y densa, una humedad inesperada
quemando de sus muslos la blancura…
urdimbre de un oráculo impudente
que el dios trabó en la virgen, difamada
por siglos de vender su arcano lecho.
egm. 2011
* Júpiter, persuadido de que no hay nada tan poderoso como el oro, se convirtió en él para seducir a una virgen. Ovidio, Amores III 8, 29-30. Trad. Germán Salinas.
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