12 de noviembre de 2021

Oh Zeuxo,



bajo las aguas pervives
ignorada de los mortales
que de ti conocen solo tu nombre,
oh, Zeuxo,

entre las algas
caballitos de mar cabalgas,
sobre la arena
bronces antiguos custodian tu sueño
—frío laberinto abisal—

y en los navíos
de cordaje y madera
los marineros expertos
saben qué nube traerá su naufragio
porque tus cerúleos cabellos

—difusos sargazos—
han visto ensortijarse entre las olas
calando de anhelo y nostalgia
sus ojos profundos,
oh Zeuxo, adiamantada,

del océano brote
—alba magnolia del mar—,
los marineros
de turbios ojos rehuidos
saben que el viento es tu voz seductora

cantando la antigua
canción de la muerte acechante
—tus glauquecinas pupilas
guiñando destellos
de tiempo anegado y olvido—

oh, Zeuxo,
entre impenetrables algares
hipocampos cabalgas
y los marineros ahogados
saben oír tu canción apagada

y arrían las velas
de sus pecios corroídos
mientras recuerdan las casas de piedra
y los frutales y viñas
—ruinas hoy, y matojos—

de una tierra ya ajena,
ay, Zeuxo,
el gaviero mira en tu abismo
—que nunca es el mismo—
y cree volar en mansas mareas

de aerosoles salados
y vaporosas espumas
que envuelven y empapan su sexo,
oh, Zeuxo,
tú lo llamas a ti,

pero él ya no está allí
—el mar se ha vuelto de mármol—,
oh Zeuxo, nácar opaco,
lo llamas a ti,
pero en algún lugar de tus susurros

el gaviero ya se perdió,
se desnortó, se extravió,
sí, Zeuxo,
como los torpes científicos que
tras confundirte

con un raro crustáceo
—confusión insensata—
te han buscado un abrupto asteroide
para enviarte lo más lejos posible
de tu vergel oceánico,

y allí perderte,
—el gaviero ya se extravió—
pero tú,
oh Zeuxo, subyugadora,
desde una remota cosmogonía

y para todos los siempres,
por entre las algas
caballitos negros de mar cabalgas
y los marinos ahogados
—en sus líquidas tumbas—

van aprendiendo a cantar tu canción
de espuma y salitre,
oh Zeuxo —diamante y nácar—,
de espuma salina,
de espuma y salitre.

egm.2021

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