Otros dioses yacen, muertos,
bajo el pesado cieno de los siglos.
Estos también morirán.
31 de octubre de 2015
Teogonía
29 de octubre de 2015
Noche abajo alguien
Noche, lluvia, viento.
Abajo, en el soportal,
alguien tose.
Abajo, en el soportal,
viento, noche, lluvia,
alguien tose.
Alguien tose
abajo, en el soportal.
Lluvia, viento, noche.
26 de octubre de 2015
21 de octubre de 2015
Simon Armitage
Su pelo era un cuervo surgiendo de una chimenea atascada
y sus ojos eran huevos duros con los extremos aplastados
y su parpadeo era una puerta gatera
y sus dientes eran azuritas o las estatuas de la Isla de Pascua
y su mordedura era una herradura perfecta.
Sus fosas nasales eran los cañones de una escopeta, cargada.
Y su boca era un pozo petrolífero desmantelado
y su sonrisa era una operación de cesárea
y su lengua era un iguanodonte
y su silbido era un rayo láser
y su risa era un caso agudo de tos perruna.
Si tosía, aquello era whisky de malta.
Y sus jaquecas eran Incendios Provocados en los Astilleros de Su Majestad
y sus argumentos eran motores fueraborda agarrotados por un sedal de pesca
y su cuello era un quiosco de música
y su nuez era la bola de corcho de una cisterna
y sus brazos eran leche derramándose de una botella rota.
Sus codos eran bumeranes o tijeras de esquilar.
Y sus muñecas eran tobillos
y sus apretones de manos eran víboras bufadoras en la caja del regalo
y sus dedos eran astronautas hallados muertos en sus trajes espaciales
y las palmas de sus manos eran cuadros abstractos
y los dos pulgares eran carcasas de explosivos.
Y su sombra era una mina a cielo abierto.
Y su perro era una garita sin nadie dentro
y su corazón era una granada de la primera guerra mundial encontrada por unos niños
y sus pezones eran temporizadores para dispositivos incendiarios
y sus omóplatos eran dos carniceros en un concurso de cortar carne
y su ombligo era las Islas Malvinas
y sus partes privadas eran el triángulo de las Bermudas
y su trasero era una cámara secreta
y sus estrías eran la bajada de la marea.
Todo su sistema sanguíneo era la grafiosis del olmo.
Y sus piernas eran cargas de profundidad
y sus rodillas eran fósiles esperando ser desenterrados
y sus tendones eran fusiles envueltos en hule bajo el entarimado
y sus pantorrillas eran el tren de aterrizaje de un avión de reconocimiento.
Las plantas de sus pies eran donde habían caído los meteoritos
y los dedos de sus pies eran un nido de ratones bajo la segadora.
Y sus pisadas eran Vietnam
y sus promesas eran globos aerostáticos fluctuando sobre los árboles
y sus chistes eran balones atravesando las ventanas de los demás
y su mueca era la Gran Muralla china vista desde la Luna
y la última vez que hablaron, fue del segregacionismo.
Ella era una silla, inclinada hacia atrás
con la chaqueta de trabajo de él sobre los hombros.
Se lo dijeron,
y su cara era un agujero
donde el hielo no había sido lo bastante grueso para sostenerla.
☛ Simon Armitage. Not the Furniture Game (simonarmitage.typepad.com)
☛ simonarmitage.com
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
Not the Furniture Game
His hair was a crow fished out of a blocked chimney
and his eyes were boiled eggs with the tops hammered in
and his blink was a cat flap
and his teeth were bluestones or the Easter Island statues
and his bite was a perfect horseshoe.
His nostrils were both barrels of a shotgun, loaded.
And his mouth was an oil exploration project gone bankrupt
and his smile was a caesarean section
and his tongue was an iguanodon
and his whistle was a laser beam
and his laugh was a bad case of kennel cough.
He coughed, and it was malt whisky.
And his headaches were Arson in Her Majesty's Dockyards
and his arguments were outboard motors strangled with fishing line
and his neck was a bandstand
and his Adam's apple was a ball cock
and his arms were milk running off from a broken bottle.
His elbows were boomerangs or pinking shears.
And his wrists were ankles
and his handshakes were puff adders in the bran tub
and his fingers were astronauts found dead in their spacesuits
and the palms of his hands were action paintings
and both thumbs were blue touchpaper.
And his shadow was an opencast mine.
And his dog was a sentry box with no-one in it
and his heart was a first world war grenade discovered by children
and his nipples were timers for incendary devices
and his shoulder blades were two butchers at the meat cleaving competition
and his belly button was the Falkland Islands
and his private parts were the Bermuda triangle
and his backside was a priest hole
and his stretchmarks were the tide going out.
The whole system of his blood was Dutch elm disease.
And his legs were depth charges
and his knees were fossils waiting to be tapped open
and his ligaments were rifles wrapped in oilcloth under the floorboards
and his calves were the undercarriages of Shackletons.
The balls of his feet were where meteorites had landed
and his toes were a nest of mice under the lawn mower.
And his footprints were Vietnam
and his promises were hot air balloons floating off over the trees
and his one-liners were footballs through other peoples' windows
and his grin was the Great Wall of China as seen from the moon
and the last time they talked, it was apartheid.
She was a chair, tipped over backwards
with his donkey jacket on her shoulders.
They told him,
and his face was a hole
where the ice had not been thick enough to hold her.
El saco roto
Quiero dar más,
y dar, y dar
y recibir
a cambio más,
y más, y más
de lo que he dado,
sin engañarme
ni a mí mismo
ni a nadie más;
soy egoísta,
no generoso,
y si doy algo
es solo para
recibir algo,
y algo aun
que sea más,
y más, y más;
quiero ser más,
más egoísta
y dar, y dar
y recibir
aún más, y más
aún a cambio;
quiero dar más,
y más, y más
y recibir
aún mucho más,
y más, y más;
quiero dar mucho
y mucho más,
más y más para
recibir todo
y mucho más,
quiero dar todo
y todo para
recibir más:
lo absoluto
y mucho más;
soy egoísta,
no engaño a nadie,
a nadie más.
Lo quiero todo,
tu ser entero
y tu materia,
y más, y más;
lo quiero todo,
tu absoluto
entero y todo,
tu todo todo
y mucho más.
Y más, y más.
15 de octubre de 2015
14 de octubre de 2015
13 de octubre de 2015
Recordatorio
Es
jueves trece de octubre
de dos mil once y estoy
viendo en la tele blade runner y es
el final de un tiempo
y el principio de otro.
Hoy.
Facebook, 13 de octubre de 2011 a las 22:33
12 de octubre de 2015
Reversión radical
Alzo al aire la savia,
cedo a la precisión del temporal,
desenlazo la hoja,
evito la raíz;
adopto la inconsistencia consciente
de la blanda amapola
y en ella me recrezco
y fluyo, revirtiendo el vendaval.
Elijo no entender.
11 de octubre de 2015
Herberto Helder
Por dentro la lluvia que la hincha, por fuera la piedra misteriosa
que la mantiene suspendida.
Y la boca demoníaca del prodigio se vacía
en el caos.
Ese animal, alzado al trono de una estrella,
que se asoma hacia donde
me oscurezco. Por los flancos construyo
la criatura. Donde corre el escalofrío, de los omóplatos
hacia el fondo, con fuerza atenta. Construyo
aquella masa de tetas
y uñas, por la espina, rosas abiertas de las branquias,
ombligo,
mandíbulas. Hasta el centro de su
arduo tajo de estrella.
Su agujero de agua en mi boca.
Y construyendo hablo.
Soy lírico, aterrador.
La consagro en el baño bautismal de un poema.
Inauguro.
Fuera y dentro inauguro el nombre de que muero.
☛ Herberto Helder. Gárgula (canaldepoesia.blogspot.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
Gárgula
Por dentro a chuva que a incha, por fora a pedra misteriosa
que a mantém suspensa.
E a boca demoníaca do prodígio despeja-se
no caos.
Esse animal erguido ao trono de uma estrela,
que se debruça para onde
escureço. Pelos flancos construo
a criatura. Onde corre o arrepio, das espáduas
para o fundo, com força atenta. Construo
aquela massa de tetas
e unhas, pela espinha, rosas abertas das guelras,
umbigo,
mandíbulas. Até ao centro da sua
árdua talha de estrela.
Seu buraco de água na minha boca.
E construindo falo.
Sou lírico, medonho.
Consagro-a no banho baptismal de um poema.
Inauguro.
Fora e dentro inauguro o nome de que morro.
10 de octubre de 2015
8 de octubre de 2015
Herberto Helder
El prestigio de la poesía es menos el que no acabe nunca que el que realmente empiece. Es un inicio perenne, nunca una llegada, sea a lo que fuere. Y nos quedamos tendidos en las camas, afrontando la perturbada imagen de nuestra imagen, así, mirados por las cosas que miramos. Aprendemos entonces ciertas astucias, por ejemplo: es preciso atrapar la ocasional distracción de las cosas, y desaparecer; huir hacia otra parte, donde ellas ni sospechen de nuestra conciencia; y atraparlas cuando cierran los párpados, un instante, rápidas, y rápidamente ponerlas bajo nuestro dominio, atrapar las cosas durante su distracción fortuita, un interregno, un instante oblicuo, y enriquecer e intoxicar la vida con esas misteriosas cosas robadas. También robamos la cara llameante a los espejos, robamos a la noche y al día sus inextricables imágenes, robamos la vida propia a la vida común, y somos conducidos por ese robo a un equívoco: la condenación o condañación de inquilinos de la irrealidad absoluta. Lo que excede la insolvencia biográfica: con los nombres, las cosas, los sitios, las horas, la pequeña medida de cómo se respira, la muerte que no se refuta con ningún verbo, ningún argumento, ningún latrocinio.
Vivimos demoníacamente toda nuestra inocencia.
☛ Herberto Helder. O Prestígio da Poesía (de Servidões) (citador.pt)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
O Prestígio da Poesía
O prestígio da poesia é menos ela não acabar nunca do que propriamente começar. É um início perene, nunca uma chegada seja ao que for. E ficamos estendidos nas camas, enfrentando a perturbada imagem da nossa imagem, assim, olhados pelas coisas que olhamos. Aprendemos então certas astúcias, por exemplo: é preciso apanhar a ocasional distracção das coisas, e desaparecer; fugir para o outro lado, onde elas nem suspeitam da nossa consciência; e apanhá-las quando fecham as pálpebras, um momento, rápidas, e rapidamente pô-las sob o nosso senhorio, apanhar as coisas durante a sua fortuita distracção, um interregno, um instante oblíquo, e enriquecer e intoxicar a vida com essas misteriosas coisas roubadas. Também roubámos a cara chamejante aos espelhos, roubámos à noite e ao dia as suas inextricáveis imagens, roubámos a vida própria à vida geral, e fomos conduzidos por esse roubo a um equívoco: a condenação ou condanação de inquilinos da irrealidade absoluta. O que excede a insolvência biográfica: com os nomes, as coisas, os sítios, as horas, a medida pequena de como se respira, a morte que se não refuta com nenhum verbo, nenhum argumento, nenhum latrocínio.
Vivemos demoniacamente toda a nossa inocência.
6 de octubre de 2015
Herberto Helder
Un poema crece indecisamente
en la confusión de la carne,
sube aún sin palabras, solo ferocidad y gusto,
tal vez como sangre
o sombra de sangre por los canales del ser.
Fuera existe el mundo. Fuera, la espléndida violencia
o los granos de uva de los que nacen
las raíces minúsculas del sol.
Fuera, los cuerpos genuinos e inalterables
de nuestro amor,
los ríos, la gran paz exterior de las cosas,
las hojas durmiendo el silencio,
las semillas al borde del viento,
la hora teatral de la posesión.
Y el poema crece tomándolo todo en su regazo.
Y ya ningún poder destruye el poema.
Insostenible, único,
invade las órbitas, la cara amorfa de las paredes,
la miseria de los minutos,
la fuerza mantenida de las cosas,
la redonda y libre armonía del mundo.
—Debajo el instrumento perplejo ignora
la espina del misterio.
—Y el poema se hace contra el tiempo y la carne.
☛ Herberto Helder. Sobre un poema (culturapara.art.br)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
Sobre un poema
Um poema cresce inseguramente
na confusão da carne,
sobe ainda sem palavras, só ferocidade e gosto,
talvez como sangue
ou sombra de sangue pelos canais do ser.
Fora existe o mundo. Fora, a esplêndida violência
ou os bagos de uva de onde nascem
as raízes minúsculas do sol.
Fora, os corpos genuínos e inalteráveis
do nosso amor,
os rios, a grande paz exterior das coisas,
as folhas dormindo o silêncio,
as sementes à beira do vento,
— a hora teatral da posse.
E o poema cresce tomando tudo em seu regaço.
E já nenhum poder destrói o poema.
Insustentável, único,
invade as órbitas, a face amorfa das paredes,
a miséria dos minutos,
a força sustida das coisas,
a redonda e livre harmonia do mundo.
— Em baixo o instrumento perplexo ignora
a espinha do mistério.
— E o poema faz-se contra o tempo e a carne.
5 de octubre de 2015
Herberto Helder
I
Me acuesto, me levanto, pienso que es enorme cantar.
Una rama canta blanco.
Una ciudad canta luces.
Pienso ahora que es profundo encontrar las manos.
Encontrar instrumentos dentro de la angustia:
clavicordios y liras o laúdes
intencionados.
Cantar rosetones de piedra en la neblina.
Cantar la sangrienta neblina.
El amor atravesado por un dardo
que estremece al hombre hasta las bases.
Cantar nuestro propio dardo lanzado
a la bestia que atraviesa el mundo.
Al nombre que sangra.
Que va sangrando y dejando un rastro
por la culminante noche afuera.
Eso es el nombre del amor que es el nombre
del canto. Canto en la soledad.
El amor obsesivo.
La obsesiva soledad cantante.
Me acuesto, y es enorme. Es enorme levantarse,
cegar, cantar.
Tener las manos como la neblina ardiendo.
Las casas son fabulosas, cuando digo:
Casas. Son fabulosas
las mujeres, si conmovido digo:
Las mujeres.
Las cortinas en la cima de las ventanas
fulguran como relámpagos. Yo vivo
cantando a las mujeres incendiarias
y a la inmensa soledad
verídica como un vaso.
Porque un vaso canta en mi boca.
Canta la bebida en mí.
Verídicamente, yo canto en el mundo.
Que hablen deprisa. Extiéndanse
en mi pensamiento.
Sumerjan su voz en mi
tiniebla como una garganta.
Porque yo desearía tanto despertar
dentro de vuestra voz en mi boca.
Ahora sé que las estrellas están habitadas.
Vuestra existencia dura y caliente
es la masa de una estrella.
Porque esa estrella canta en el sitio
en el que va a ser mi vida.
Quemáis vuestras noches a la gloria
de mi amor. El amor es fuerte.
Qué fuerte cosa es la locura.
Porque la locura canta minada de puertas.
Nosotros salimos por las puertas, nosotros
entramos en el interior de la locura.
Las sillas cantan a los que están sentados.
Cantan los espejos la juventud
adjetiva de los que se miran.
Estoy inquieto y ciego. Canto.
La muerte me canta al fondo.
Es un canto absoluto.
Imagino mi cuerpo, una colina.
Mi cuerpo escalera de estrella.
Nata. Flecha. Objeto cantante.
Cuerpo con su muerte que canta.
Imagino una colina con voces.
Una escalera con canto de estrella.
Imagino esa espesa nata cantante.
Una que canta flecha.
Imagino mi voz total de la muerte.
Porque todo canta y cantar es enorme.
Imagino la delicadeza. La sutileza.
El toque casi aéreo, casi
aéreamente brutal.
Ser tocado por las voces como ser herido
por los dedos, por los rudos clavos
de la planicie.
Ser despertado, despertado.
Porque cantar es un subterráneo.
Después es un patio.
Imagino que las voces son escaleras.
Voces para alcanzar el canto.
El canto es mi cuerpo purificado.
Porque mi cuerpo tiene una muerte suya
tocada incendiariamente.
La muerte —dice el canto— es el amor enorme.
Es enorme estar ciego.
Canta mi gran cuerpo ciego.
Relucir en lo alto por el silencio adentro.
El silencio canta alojado en la muerte.
Me acuesto, me levanto, pienso que es enorme cantar.
II
Mi cabeza se estremece con todo el olvido.
Yo intento decir cómo todo es otra cosa.
Hablo, pienso.
Sueño sobre los tremendos huesos de los pies.
Es siempre otra cosa, una
sola cosa cubierta de nombres.
Y la muerte pasa de boca en boca
con la leve saliva,
con el terror que hay siempre
en el fondo informulado de una vida.
Sé que los campos imaginan sus
propias rosas.
Las personas imaginan sus propios campos
de rosas. Y a veces estoy enfrente de los campos
como si muriera;
otras, como si ahora solamente
yo pudiera despertar.
A veces todo se ilumina.
A veces sangra y canta.
Yo digo que nadie se perdona en el tiempo.
Que la locura tiene espinas como una garganta.
Yo digo: Rueda a lo lejos el otoño,
¿y qué es el otoño?
Los párpados golpean contra el gran día masculino
del pensamiento.
Echo cosas vivas y muertas en el espíritu de la obra.
Mi vida se extasía como una sala de antorchas.
Era una casa —¿cómo diré?— absoluta.
Yo juego, yo juro.
Era una casinfancia.
Sé que era una casa loca.
Yo metía las manos en el agua: me adormecía,
rememoraba.
Los espejos se rajaban contra nuestra juventud.
Palpo ahora el girar de las brutales
y líricas ruedas de la vida.
Hay en mi olvido, o en el recuerdo
total de las cosas,
una rosa como una alta cabeza,
un pez como un movimiento
rápido y severo.
Una rosapez dentro de mi idea
desvariada.
Hay vasos, tenedores embriagados dentro de mí.
—Porque el amor de las cosas en su
tiempo futuro
es terriblemente profundo, es suave,
devastador—.
Las sillas ardían en los lugares.
Mis hermanas habitaban en la cima del movimiento
como seres pasmados.
A veces se reían en alto. Se tejían
en su oscuro terrífico.
La menstruación soñaba podrida dentro de ellas,
en la boca de la noche.
Cantaba muy bajo.
Parecía fluir.
Rodear las mesas, las penumbras fulminadas.
Llovía en las noches terrestres.
Yo quiero gritar mas allá de la locura terrestre.
—Era húmedo, destilado, inspirado—.
Había rigor. Oh, ejemplo extremo.
Había una esencia de taller.
Una materia sensitiva en el secreto de los fruteros,
con sus manzanas centrípetas
y las uvas colgadas sobre la madurez.
Había la magnolia caliente de un gato.
Gato que entraba por las manos, o magnolia
que salía de la mano hacia el rostro
de la madre sombríamente pura.
Ah, madre loca alrededor, sentadamente
completa.
Las manos tocaban por encima del ardor
la carne como un trozo extasiado.
Era una casabsoluta —¿cómo
diré?—, un
sentimiento en el que algunas personas morirían.
Demencia para sonreír elevadamente.
Tener moras, hojas verdes, espinas
con pequeña tiniebla por todos los rincones.
Nombre en el espíritu como una rosapez.
Prefiero enloquecer en los pasillos arqueados
ahora en las palabras.
Prefiero cantar en los balcones interiores.
Porque había escaleras y mujeres que quedaban
minadas de inteligencia.
El cuerpo sin rosetones, el lenguaje
para amar y rumiar.
La leche cantarina.
Yo ahora me sumerjo y asciendo como un vaso.
Trago hacia arriba esa imagen de agua interna.
—Bolígrafo del poema disuelto en el sentido
primacial del poema.
O el poema subiendo por el bolígrafo,
atravesando su propio impulso,
poema regresando—.
Todo se levanta como un clavo,
un cuchillo levantado.
Todo muere su nombre en otro nombre.
Poema no salido del poder de la locura.
Poema como base inconcreta de creación.
Ah, pensar con delicadeza,
imaginar con ferocidad.
Porque yo soy una vida con furibunda
melancolía,
con furibunda concepción. Con
alguna ironía furibunda.
Soy una devastación inteligente.
Con caléndulas fabulosas.
Oro por encima.
La madrugada o la noche triste tocadas
en trompeta. Soy
alguna cosa audible, sensible.
Un movimiento.
Silla conjeturándose en la cavidad
hecha al sentarse.
O flores bebiendo el jarrón.
El silencio estructural de las flores.
Y la mesa debajo.
Soñando.
III
El actor enciende la boca. Después los cabellos.
Finge sus caras en las charcas interiores.
El actor se pone y quita la cabeza
de búfalo.
De venado.
De rinoceronte.
Pone flores en los cuernos.
Nadie ama tan desalmadamente
como el actor.
El actor enciende los pies y las manos.
Habla lentamente.
Parece que se difunde a bocados.
Bocado estrella.
Bocado ventana hacia afuera.
Otro bocado gruta hacia adentro.
El actor toma las cosas para echar fuego
al pequeño talento humano.
El actor restalla como sal quemada.
Lo que rutila, lo que arde destacadamente
en la noche, es el actor, con
una voz pura monótonamente golpeada
por la soledad universal.
El espantoso actor que quita y coloca
y retira
el adjetivo de la cosa, la sutileza
de la forma,
y precipita la verdad.
De un lado extrae la manzana con su
divagación de manzana.
Fabrica peces sumergidos en la propia
llamarada de peces.
Porque el actor está como la manzana.
El actor es un pez.
Sonríe así el actor contra la faz de Dios.
Ornamenta a Dios con simplicidades silvestres.
El actor sustrae a Dios de Dios,
y da velocidad a los lugares aéreos.
Porque el actor es una astronave que atraviesa
la distancia de Dios.
Envuelve. Desvela.
El actor dice una palabra inaudible.
Reduce la humedad y el calor de la tierra
a la confusión de esa palabra.
Recita el libro. Amplifica el libro.
El actor enciende el libro.
Levita por los campos como la dura agua del día.
El actor es tremendo.
Nadie ama tan repelentemente
como el actor.
Como la unidad del actor.
El actor es un adverbio que se ha ramificado
de un sustantivo.
Y el sustantivo retorna y gira,
y el actor es un adjetivo.
Es un nombre que proviene finalmente
del Nombre.
Nombre que se murmura en sí, y se agita,
y enloquece.
El actor es el gran Nombre lleno de reflectores.
El nombre que ciega.
Que sangra.
Que es la sangre.
Así el actor levanta el cuerpo,
llena el cuerpo con melodía.
Cuerpo que tiembla de melodía.
Nadie ama tan corporalmente como el actor.
Como el cuerpo del actor.
Porque el talento es transformación.
El actor transforma la propia acción
de la transformación.
Solidificándose. Gasificándose. Complicándose.
El actor crece en su acto.
Hace crecer el acto.
El actor actificándose.
Es enorme el actor con su osamenta de base,
con sus tantas ventanas,
las calles…
el actor con la emotiva publicidad.
Nadie ama tan públicamente como el actor.
Como el secreto actor.
En estado de gracia. En compacto
estado de pureza.
El actor ama en acción de estrella.
Acción de mímica.
El actor es un tenebroso recogimiento
de donde brota la pantomima.
El actor ve aparecer la mañana sobre la cama.
Ve la serpiente entre las piernas.
El actor ve fulminantemente
cómo es de puro.
Nadie ama el teatro esencial como el actor.
Como la esencia del amor del actor.
El teatro general.
El actor en estado general de gracia.
IV
Las vacas duermen, las estrellas son truculentas,
la inteligencia es cruel.
Yo me abro hacia el lado de los campos.
Veo como estoy minado por ese
puro movimiento de inteligencia. Porque miro,
ruedo en los goznes como hacia la felicidad.
Más elevadas son las arbitrarias hierbas
que las estrellas.
Todo duerme en las vacas.
Oh violenta inteligencia donde las cosas
levitan preciosamente.
El campo choca contra mí, en el aire donde ellas
duermen
—vacas truculentas, estrellas
apaciguadas estrellas— y la inteligencia, al fin
salvajería celeste sobre mi respiración.
Pienso cambiar estos campos acostados, crear
un nombre para las cosas.
Donde era establo, en la dulce morfología,
hacer
que las estrellas mujan y las polvaredas
resuciten.
Decir: Revienten los taludes, enloquezcan las vacas,
que mi inteligencia se vuelva terrífica.
Unir la ferocidad de la noche al embriagado
movimiento de la tierra.
Puedo cambiar la arquitectura de una palabra.
Hacer explotar el descendido corazón de las cosas.
Puedo meter un nombre en la intimidad de una cosa
y recomenzar el talento de existir.
Meto en la palabra el corazón cargado de una cosa.
Yo puedo modificarme.
Ser más alto que la corrupción.
Campos abanicados por el silencio. Alguien como yo
sumergiéndose en lo que es lo oscuro
de las vacas dormidas.
Estrellas giradas, de repente muertas
sobre mí. Ah, pienso alterarlo todo,
recuperar ahora las colinas del mundo.
Hablando de amor, yo hablo
del genio destructor. Digo que es necesario
crear la velocidad de las cosas.
Que es necesario cazar flores, golpear estrellas,
meter el sueño en las vacas, desentrañarles
el sueño,
dar el sueño a las estrellas.
Enloquecer.
Que es necesario recrear el crear, Dios mío, ser truculento.
Ser simple y no serlo.
Abandonar los campos, remolinar
la inteligencia, la crueldad.
Abro la puerta para no olvidar esta
absurda tarea.
Esta tan particular necesidad.
Porque ahora he dejado totalmente de ser puro.
Me levanto para dar de comer calientes
estrellas a las vacas.
Soy tan puro, Dios mío, tan truculento.
Es necesario comenzar.
Digo en bajo el nombre. Corto los pies de las estrellas.
Dejarlas en su savia estremeciente.
Digo en bajo que es talento envenenarlas.
Mi alegría furibunda es la pureza del mundo.
Y es tan bello agarrar con los huesos
que hay dentro de las manos
la punta de un nombre, y desplegarlo.
Arrancar esa alma apretada.
Porque yo conozco el estilo de un alma
precisamente original.
Corto las estrellas de las vacas.
Traigo velas a los campos extraordinarios.
Porque llamo a la puerta con mi júbilo furioso.
El amor se acumula.
Es para dar el ardor en dulce disipación.
Dios no sabe y sonríe, despedazado
contra el muro humano.
Respiro, respiro. Las cosas respiran.
Esta ofrenda masculina vocifera en las tinieblas.
Crear es delicado.
Crear es una gran brutalidad.
Porque yo soy feliz. Duermo
en la obra.
Solo yo sé que la locura ha minado este ser
inexplicable
que me extiende en las cosas.
La locura ha entrado en cada hueso,
y los campos son mi espejo.
Esta imagen perfecta arruina los espejos.
Los nombres son locos,
son verdaderos.
V
Las barcas gritan sobre las aguas.
Yo respiro en las quillas.
Atravieso el amor, respirando.
Como si el pensamiento se rompiera con las estrellas
brutas. Arrimo la cara a las barcas dulces.
Barcas macizas que gimen
con las puntas del agua.
Me arrimo a la dureza general.
Al sufrimiento, a la idea general de las barcas.
Arrimo la cara para atravesar el amor.
Lo hago todo como quien deseara cantar,
situado en las palabras.
Respirando el casco de las palabras.
Su estela batiente.
Con la cara hacia el aire en las gotas, en las estrellas.
Situado en el doloroso chirriar de los remos,
de los timones de las palabras.
Es el llamado río Tajo
por el amor dentro.
Veo los puentes escurriéndose.
Oigo las campanas de las tinieblas.
Las cuerdas tensas de los peces que violinan el agua.
Es en las barcas como se atraviesa el mundo.
Las barcas chocan, gritan.
Mi vida atraviesa la ceguera,
llega a cualquier parte.
Barca alta, noche demente, amor en el medio.
Amor absolutamente en el medio.
Yo respiro en las quillas. Es fuerte
el olor del río Tajo.
Como si las barcas traspasaran campos,
la rumia de las flores ciegas.
Si el Tajo fuera ortigas.
Vacas durmiendo.
Charcas locas.
Como si el Tajo fuera el aire.
Como si el Tajo fuera el interior de la tierra.
El interior de la existencia de un hombre.
Tajo caliente. Tajo muy frio.
Con la cara arrimada al agua amarilla de las flores.
A los guijarros de la mañana.
Respirando Atravesando el amor.
Con la cara en el sufrimiento.
Con voluntad de cantar en el orden de la noche.
Si se me cae la mano, el pie.
La atención en el agua.
Pienso: El mundo es húmedo. No sé
qué quiere decir.
Atravesar el amor del Tajo es cualquier cosa
como no saber nada.
Es ser puro, existir en la cima.
Atravesarlo todo en la noche despeñada.
En la despeñada palabra atravesar la estructura del agua,
de la carne.
Como para cantar en las barcas.
Morir, revivir en las barcas.
Los puentes no son el río.
Las casas existen en las márgenes coaguladas.
Ahora yo pienso en la soledad del amor.
Pienso que es el aire, las voces casi inexistentes en el aire,
lo que acompaña al amor.
Acompaña al amor algún pez sutil.
Una extraña imagen universal.
El amor acompaña al amor.
Es necesaria una existencia de una dureza lenta.
Las barcas gritan.
El agua es general sobre la cara que respira.
Puedo hablar a las manos.
Puedo extremamente hablar a las palabras.
Es en las palabras donde las barcas gimen.
En ellas se establece el río.
Hablo de mi vida caliente.
Palabras —digo— es tan caliente la noche
que atravesamos.
Barcas calientes.
General calor en medio de la carne.
Y ahora el río Tajo se enciende en el medio
de muchas palabras.
Amor de la vida del Tajo con mi
gran vida pura.
Con mi amor completo como un río.
☛ Herberto Helder. Poemacto (canaldepoesia.blogspot.com)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
Poemacto
I
Deito-me, levanto-me, penso que é enorme cantar.
Uma vara canta branco.
Uma cidade canta luzes.
Penso agora que é profundo encontrar as mãos.
Encontrar instrumentos dentro da angústia:
clavicórdios e liras ou alaúdes
intencionados.
Cantar rosáceas de pedra no nevoeiro.
Cantar o sangrento nevoeiro.
O amor atravessado por um dardo
que estremece o homem até às bases.
Cantar o nosso próprio dardo atirado
ao bicho que atravessa o mundo.
Ao nome que sangra.
Que vai sangrando e deixando um rastro
pela culminante noite fora.
Isso é o nome do amor que é o nome
do canto. Canto na solidão.
O amor obsessivo.
A obsessiva solidão cantante.
Deito-me, e é enorme. É enorme levantar-se,
cegar, cantar.
Ter as mãos como o nevoeiro a arder.
As casas são fabulosas, quando digo:
casas. São fabulosas
as mulheres, se comovido digo:
as mulheres.
As cortinas ao cimo nas janelas
faíscam como relâmpagos. Eu vivo
cantando as mulheres incendiárias
e a imensa solidão
verídica como um copo.
Porque um copo canta na minha boca.
Canta a bebida em mim.
Veridicamente, eu canto no mundo.
Que falem depressa. Estendam-se
no meu pensamento.
Mergulhem a voz na minha
treva como uma garganta.
Porque eu tanto desejaria acordar
dentro da vossa voz na minha boca.
Agora sei que as estrelas são habitadas.
Vossa existência dura e quente
é a massa de uma estrela.
Porque essa estreia canta no sítio
onde vai ser a minha vida.
Queimais as vossas noites em honra
do meu amor. O amor é forte.
Que coisa forte que é a loucura.
Porque a loucura canta minada de portas.
Nós saímos pelas portas, nós
entramos para o interior da loucura.
As cadeiras cantam os que estão sentados.
Cantam os espelhos a mocidade
adjectiva dos que se olham.
Estou inquieto e cego. Canto.
Ao fundo canta-me a morte.
É um canto absoluto.
Imagino o meu corpo, uma colina.
Meu corpo escada de estrela.
Nata. Flecha. Objecto cantante.
Corpo com sua morte que canta.
Imagino uma colina com vozes.
Uma escada com canto de estrela.
Imagino essa espessa nata cantante.
Uma que canta flecha.
Imagino a minha voz total da morte.
Porque tudo canta e cantar é enorme.
Imagino a delicadeza. A subtileza.
O toque quase aéreo, quase
aereamente brutal.
Ser tocado pelas vozes como ser ferido
pelos dedos, pelos rudes cravos
da planície.
Ser acordado, acordado.
Porque cantar é um subterrâneo.
Depois é um pátio.
Imagino que as vozes são escadas.
Vozes para atingir o canto.
O canto é o meu corpo purificado.
Porque o meu corpo tem uma sua morte
tocada incendiariamente.
A morte — diz o canto — é o amor enorme.
É enorme estar cego.
Canta o meu grande corpo cego.
Reluzir ao alto pelo silêncio dentro.
O silêncio canta alojado na morte.
Deito-me, levanto-me, penso que é enorme cantar.
II
Minha cabeça estremece com todo o esquecimento.
Eu procuro dizer como tudo é outra coisa.
Falo, penso.
Sonho sobre os tremendos ossos dos pés.
É sempre outra coisa, uma
só coisa coberta de nomes.
E a morte passa de boca em boca
com a leve saliva,
com o terror que há sempre
no fundo informulado de uma vida.
Sei que os campos imaginam as suas
próprias rosas.
As pessoas imaginam seus próprios campos
de rosas. E às vezes estou na frente dos campos
como se morresse;
outras, como se agora somente
eu pudesse acordar.
Por vezes tudo se ilumina.
Por vezes sangra e canta.
Eu digo que ninguém se perdoa no tempo.
Que a loucura tem espinhos como uma garganta.
Eu digo: roda ao longe o outono,
e o que é o outono?
As pálpebras batem contra o grande dia masculino
do pensamento.
Deito coisas vivas e mortas no espírito da obra.
Minha vida extasia-se como uma câmara de tochas.
— Era uma casa — como direi? — absoluta.
Eu jogo, eu juro.
Era uma casinfância.
Sei como era uma casa louca.
Eu metia as mãos na água: adormecia,
relembrava.
Os espelhos rachavam-se contra a nossa mocidade.
Apalpo agora o girar das brutais,
líricas rodas da vida.
Há no meu esquecimento, ou na lembrança
total das coisas,
uma rosa como uma alta cabeça,
um peixe como um movimento
rápido e severo.
Uma rosapeixe dentro da minha ideia
desvairada.
Há copos, garfos inebriados dentro de mim.
— Porque o amor das coisas no seu
tempo futuro
é terrivelmente profundo, é suave,
devastador.
As cadeiras ardiam nos lugares.
Minhas irmãs habitavam ao cimo do movimento
como seres pasmados.
Às vezes riam alto. Teciam-se
em seu escuro terrífico.
A menstruação sonhava podre dentro delas,
à boca da noite.
Cantava muito baixo.
Parecia fluir.
Rodear as mesas, as penumbras fulminadas.
Chovia nas noites terrestres.
Eu quero gritar paralém da loucura terrestre.
— Era húmido, destilado, inspirado.
Havia rigor. Oh, exemplo extremo.
Havia uma essência de oficina.
Uma matéria sensacional no segredo das fruteiras,
com suas maçãs centrípetas
e as uvas pendidas sobre a maturidade.
Havia a magnólia quente de um gato.
Gato que entrava pelas mãos, ou magnólia
que saía da mão para o rosto
da mãe sombriamente pura.
Ah, mãe louca à volta, sentadamente
completa.
As mãos tocavam por cima do ardor
a carne como um pedaço extasiado.
Era uma casabsoluta — como
direi? — um
sentimento onde algumas pessoas morreriam.
Demência para sorrir elevadamente.
Ter amoras, folhas verdes, espinhos
com pequena treva por todos os cantos.
Nome no espírito como uma rosapeixe.
— Prefiro enlouquecer nos corredores arqueados
agora nas palavras.
Prefiro cantar nas varandas interiores.
Porque havia escadas e mulheres que paravam
minadas de inteligência.
O corpo sem rosáceas, a linguagem
para amar e ruminar.
O leite cantante.
Eu agora mergulho e ascendo como um copo.
Trago para cima essa imagem de água interna.
— Caneta do poema dissolvida no sentido
primacial do poema.
Ou o poema subindo pela caneta,
atravessando seu próprio impulso,
poema regressando.
Tudo se levanta como um cravo,
uma faca levantada.
Tudo morre o seu nome noutro nome.
Poema não saindo do poder da loucura.
Poema como base inconcreta de criação.
Ah, pensar com delicadeza,
imaginar com ferocidade.
Porque eu sou uma vida com furibunda
melancolia,
com furibunda concepção. Com
alguma ironia furibunda.
Sou uma devastação inteligente.
Com malmequeres fabulosos.
Ouro por cima.
A madrugada ou a noite triste tocadas
em trompete. Sou
alguma coisa audível, sensível.
Um movimento.
Cadeira congeminando-se na bacia,
feita o sentar-se.
Ou flores bebendo a jarra.
O silêncio estrutural das flores.
E a mesa por baixo.
A sonhar.
III
O actor acende a boca. Depois, os cabelos.
Finge as suas caras nas poças interiores.
O actor põe e tira a cabeça
de búfalo.
De veado.
De rinoceronte.
Põe flores nos cornos.
Ninguém ama tão desalmadamente
como o actor.
O actor acende os pés e as mãos.
Fala devagar.
Parece que se difunde aos bocados.
Bocado estrela.
Bocado janela para fora.
Outro bocado gruta para dentro.
O actor toma as coisas para deitar fogo
ao pequeno talento humano.
O actor estala como sal queimado.
O que rutila, o que arde destacadamente
na noite, é o actor, com
uma voz pura monotonamente batida
pela solidão universal.
O espantoso actor que tira e coloca
e retira
o adjectivo da coisa, a subtileza
da forma,
e precipita a verdade.
De um lado extrai a maçã com sua
divagação de maçã.
Fabrica peixes mergulhados na própria
labareda de peixes.
Porque o actor está como a maçã.
O actor é um peixe.
Sorri assim o actor contra a face de Deus.
Ornamenta Deus com simplicidades silvestres.
O actor que subtrai Deus de Deus,
e dá velocidade aos lugares aéreos.
Porque o actor é uma astronave que atravessa
a distância de Deus.
Embrulha. Desvela.
O actor diz uma palavra inaudível.
Reduz a humidade e o calor da terra
à confusão dessa palavra.
Recita o livro. Amplifica o livro.
O actor acende o livro.
Levita pelos campos como a dura água do dia.
O actor é tremendo.
Ninguém ama tão rebarbativamente
como o actor.
Como a unidade do actor.
O actor é um advérbio que ramificou
de um substantivo.
E o substantivo retorna e gira,
e o actor é um adjectivo.
É um nome que provém ultimamente
do Nome.
Nome que se murmura em si, e agita,
e enlouquece.
O actor é o grande Nome cheio de holofotes.
O nome que cega.
Que sangra.
Que é o sangue.
Assim o actor levanta o corpo,
enche o corpo com melodia.
Corpo que treme de melodia.
Ninguém ama tão corporalmente como o actor.
Como o corpo do actor.
Porque o talento é transformação.
O actor transforma a própria acção
da transformação.
Solidifica-se. Gaseifica-se. Complica-se.
O actor cresce no seu acto.
Faz crescer o acto.
O actor actifica-se.
É enorme o actor com sua ossada de base,
com suas tantas janelas,
as ruas —
o actor com a emotiva publicidade.
Ninguém ama tão publicamente como o actor.
Como o secreto actor.
Em estado de graça. Em compacto
estado de pureza.
O actor ama em acção de estrela.
Acção de mímica.
O actor é um tenebroso recolhimento
de onde brota a pantomima.
O actor vê aparecer a manhã sobre a cama.
Vê a cobra entre as pernas.
O actor vê fulminantemente
como é puro.
Ninguém ama o teatro essencial como o actor.
Como a essência do amor do actor.
O teatro geral.
O actor em estado geral de graça.
IV
As vacas dormem, as estrelas são truculentas,
a inteligência é cruel.
Eu abro para o lado dos campos.
Vejo como estou minado por esse
puro movimento de inteligência. Porque olho,
rodo nos gonzos como para a felicidade.
Mais levantadas são as arbitrárias ervas
do que as estrelas.
Tudo dorme nas vacas.
Oh violenta inteligência onde as coisas
levitam preciosamente.
O campo bate contra mim, no ar onde elas
dormem —
vacas truculentas, estrelas
apaziguadas estrelas — e a inteligência, afinal
selvajaria celeste sobre a minha respiração.
Eu penso mudar estes campos deitados, criar
um nome para as coisas.
Onde era estábulo, na doce morfologia,
fazer
com que as estrelas mugissem e as poeiras
ressuscitassem.
Dizer: rebentem os taludes, enlouqueçam as vacas,
que minha inteligência se torne pacífica.
Unir a ferocidade da noite ao inebriado
movimento da terra.
Posso mudar a arquitectura de uma palavra.
Fazer explodir o descido coração das coisas.
Posso meter um nome na intimidade de uma coisa
e recomeçar o talento de existir.
Meto na palavra o coração carregado de uma coisa.
Eu posso modificar-me.
Ser mais alto que a corrupção.
Campos abanados pelo silêncio. Pessoa como eu
mergulhando no que é o obscuro
das vacas dormindo.
Estrelas giradas, de repente mortas
sobre mim. Ah, penso alterar tudo,
recuperar agora as colinas do mundo.
Falando de amor, eu falo
do génio destruidor. Falo que é preciso
criar a velocidade das coisas.
Que é preciso caçar flores, golpear estrelas,
meter o sono nas vacas, desentranhar-lhes
o sono,
dar o sono às estrelas.
Enlouquecer.
Que é preciso recriar o criar, meu Deus, ser truculento.
Ser simples e não o ser.
Abandonar os campos, rodopiar
a inteligência, a crueldade.
Abro a porta para não esquecer esta
absurda tarefa.
Esta tão particular necessidade.
Porque agora deixei totalmente de ser puro.
Levanto-me para dar de comer quentes
estrelas às vacas.
Sou tão puro, meu Deus, tão truculento.
É preciso principiar.
Digo baixo o nome. Corto os pés das estrelas.
Deixá-las na sua seiva estremecente.
Digo baixo que é talento envenená-las.
Minha alegria furibunda é a pureza do mundo.
E é tão belo agarrar com os ossos
que há dentro das mãos
na ponta de um nome, e desdobrá-lo.
Arrancar essa alma apertada.
Porque eu sei o estilo de uma alma
precisamente original.
Corto as estrelas das vacas.
Trago candeias para os campos extraordinários.
Porque eu bato na porta com meu júbilo furioso.
O amor acumula-se.
É para dar o ardor em doce dissipação.
Deus não sabe e sorri, esmigalhado
contra o muro humano.
Respiro, respiro. As coisas respiram.
Esta oferta masculina vocifera na treva.
Criar é delicado.
Criar é uma grande brutalidade.
Porque eu sou feliz. Durmo
na obra.
Só eu sei que a loucura minou este ser
inexplicável
que me estende nas coisas.
A loucura entrou em cada osso,
e os campos são o meu espelho.
Esta imagem perfeita arromba os espelhos.
Os nomes são loucos,
são verdadeiros.
V
As barcas gritam sobre as águas.
Eu respiro nas quilhas.
Atravesso o amor, respirando.
Como se o pensamento se rompesse com as estrelas
brutas. Encosto a cara às barcas doces.
Barcas maciças que gemem
com as pontas da água.
Encosto-me à dureza geral.
Ao sofrimento, à ideia geral das barcas.
Encosto a cara para atravessar o amor.
Faço tudo como quem desejasse cantar,
colocado nas palavras.
Respirando o casco das palavras.
Sua esteira embatente.
Com a cara para o ar nas gotas, nas estrelas.
Colocado no ranger doloroso dos remos,
dos lemes das palavras.
É o chamado rio tejo
pelo amor dentro.
Vejo as pontes escorrendo.
Ouço os sinos da treva.
As cordas esticadas dos peixes que violinam a água.
É nas barcas que se atravessa o mundo.
As barcas batem, gritam.
Minha vida atravessa a cegueira,
chega a qualquer lado.
Barca alta, noite demente, amor ao meio.
Amor absolutamente ao meio.
Eu respiro nas quilhas. É forte
o cheiro do rio tejo.
Como se as barcas trespassassem campos,
a ruminação das flores cegas.
Se o tejo fosse urtigas.
Vacas dormindo.
Poças loucas.
Como se o tejo fosse o ar.
Como se o tejo fosse o interior da terra.
O interior da existência de um homem.
Tejo quente. Tejo muito frio.
Com a cara encostada à água amarela das flores.
Aos seixos na manhã.
Respirando. Atravessando o amor.
Com a cara no sofrimento.
Com vontade de cantar na ordem da noite.
Se me cai a mão, o pé.
A atenção na água.
Penso: o mundo é húmido. Não sei
o que quer dizer.
Atravessar o amor do tejo é qualquer coisa
como não saber nada.
É ser puro, existir ao cimo.
Atravessar tudo na noite despenhada.
Na despenhada palavra atravessar a estrutura da água,
da carne.
Como para cantar nas barcas.
Morrer, reviver nas barcas.
As pontes não são o rio.
As casas existem nas margens coalhadas.
Agora eu penso na solidão do amor.
Penso que é o ar, as vozes quase inexistentes no ar,
o que acompanha o amor.
Acompanha o amor algum peixe subtil.
Uma estranha imagem universal.
O amor acompanha o amor.
É preciso uma existência de uma dureza lenta.
As barcas gritam.
A água é geral sobre a cara que respira.
Posso falar às mãos.
Posso extremamente falar às palavras.
É nas palavras que as barcas gemem.
Nelas se estabelece o rio.
Falo da minha vida quente.
Palavras — digo — é tão quente a noite
que atravessamos.
Barcas quentes.
Geral calor no meio da carne.
E agora o rio tejo acende-se no meio
de muitas palavras.
Amor da vida do tejo com a minha
grande vida pura.
Com meu amor completo como um rio.
4 de octubre de 2015
Rainer Maria Rilke
Señor, ya es hora. Fue muy largo el verano.
Tiende tu sombra en los relojes de sol
y deja suelto el viento por las campiñas.
Manda madurar a los últimos frutos,
tráeles del sur dos días más de tibieza,
llévalos a la plena sazón y dale
al recio vino la dulzura final.
Quien no tiene casa ya nunca la hará.
Quien está solo, lo estará mucho tiempo;
en vela, leerá y escribirá sin pausa,
errante vagará por las avenidas,
inquieto, igual que vagan las hojas secas.
☛ Rainer Maria Rilke. Herbsttag (wikipedia.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
Herbsttag
Herr: es ist Zeit. Der Sommer war sehr groß.
Leg deinen Schatten auf die Sonnenuhren,
und auf den Fluren laß die Winde los.
Befiehl den letzten Früchten voll zu sein;
gieb ihnen noch zwei südlichere Tage,
dränge sie zur Vollendung hin und jage
die letzte Süße in den schweren Wein.
Wer jetzt kein Haus hat, baut sich keines mehr.
Wer jetzt allein ist, wird es lange bleiben,
wird wachen, lesen, lange Briefe schreiben
und wird in den Alleen hin und her
unruhig wandern, wenn die Blätter treiben.
2 de octubre de 2015
Emily Dickinson
Yo no soy nadie, ¿quién eres tú?
¿También eres nadie?
Pues ya somos dos. ¡No lo digas!
¡Esos lo contarían, ya sabes!
¡Y qué aburrido ser alguien!
¡Tan notorio como una rana,
diciendo todo el día tu nombre
para admiración de la charca!
☛ Emily Dickinson. I’m Nobody, Who are you? (wikipedia.org)
Trad. E. Gutiérrez Miranda 2015
∼
I’m Nobody, Who are you?
I'm nobody! Who are you?
Are you nobody, too?
Then there's a pair of us — don't tell!
They'd banish us, you know.
How dreary to be somebody!
How public, like a frog
To tell your name the livelong day
To an admiring bog!