(fragmento de la escena IV)
CONEJO: (Entrando) ¡Llego tarde! Por mis bigotes que llego tarde, y la Reina no me perdonará, pobre de mí. Me cortará la cabeza y la culpa de todo esto la tienes tú.
ALICIA: No entiendo. ¿De qué me está hablando?
CONEJO: ¡Ladrona! ¿Dónde está mi abanico?
ALICIA: ¿Qué abanico?
CONEJO: Mi abanico.
ALICIA: Probablemente donde lo dejó.
CONEJO: ¡Mentira! Lo dejé aquí. Aquí mismo cuando hablaba con el Árbol y ahora no está.
ALICIA: Mire, lo buscaremos por aquí y seguro que lo encontraremos.
CONEJO: ¡No!
ALICIA: ¿Por qué no?
CONEJO: Porque me parece muy sensato, y eso no es propio de un ministro.
ALICIA: Yo no lo he visto, de verdad. ¿Seguro que estaba aquí?
CONEJO: Claro que sí. ¡Ladrona!
ALICIA: Y ¿qué dice que ha perdido?
CONEJO: Mi reloj. Y no lo he perdido.
ALICIA: ¿Reloj?
CONEJO: Bueno, ¡mis gafas de sol!
ALICIA: ¿No dijo antes que fue el abanico lo que perdió?
CONEJO: Sí, abanico. Pero da lo mismo. Lo importante es que creo que lo robaste tú.
ALICIA: Que lo crea no es suficiente para acusar a alguien. Hay que tener pruebas.
CONEJO: El Árbol es mi testigo.
ALICIA: ¿Qué dice? Si el Árbol duerme como un tronco.
CONEJO: Aquí mi palabra es una prueba suficiente. ¿Sabes con quién estás hablando?
ALICIA: Con un conejo bastante extraño.
CONEJO: Loco, querrás decir.
ALICIA: Hombre, si insiste.
CONEJO: Insisto. Porque soy el ministro de la Locura de este país.
ALICIA: Encantada.
CONEJO: Yo no. Tengo muchísima prisa por llegar a la Corte y tú no me dejas.
(El Conejo pone la mano esperando un soborno)
ALICIA: ¿Pero qué tengo que ver yo?
CONEJO: Todo. Si te esforzaras un poco.
(Pone la mano de nuevo. Ella no reacciona.)
El abanico es un regalo de la Reina y si aparezco sin él, me cortará la cabeza. Tenías que haber robado otra cosa.
ALICIA: ¡Pero yo no he robado nada!
CONEJO: ¡Anda ya! ¿Sabes qué voy a hacer?
ALICIA: Ni idea.
CONEJO: Te acusaré del robo ante la Reina y así ella te cortará la cabeza a ti y no a mí.
(Pide el soborno otra vez. Alicia, enfadada, le golpea la mano.)
Te arrepentirás. Voy a la Corte enseguida. Adiós.
ALICIA: Eso no es justo. Además, yo también quiero hablar con la Reina. Necesito su permiso para salir de aquí.
CONEJO: No es mi problema.
ALICIA: ¡Pero sí que es el mío y se supone que los ministros tendrían que preocuparse por los problemas de los demás.
(El Conejo ya se ha marchado)
Demasiado tarde. Ya se ha ido. Pobre país que tiene un ministro de locura.
GATO: (Off) ¿Quieres decir que el tuyo no lo tiene?
(…)
☛ Hadi Kurich. Alicia (books.google.es)
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